Me encontraba en la cocina cogiendo un baso de agua fresca. Ya había oscurecido pero aun así el calor era agobiante. El aire acondicionado parecía haber dejado de funcionar ya que el bochorno a penas me dejaba respirar.
Escuche detrás de mi unos pasos pero no me di la vuelta. Sabía quien era. Su sola presencia hacia que mi respiración se acelerase. Alexander se acerco por detrás y colocó sus grandes manos en mis caderas. El solo contacto con su piel me hizo gemir. Sabía perfectamente lo que venia ahora. Me giro rápidamente y tomo mi boca con urgencia. Nuestras lenguas empezaron a enredarse violentamente mientras con nuestras manos nos recorríamos con un ansia voraz. En ese momento me levanto y yo enrede mis piernas en su cintura, fue entonces cuando sentí su miembro duro rozar mi entrada y volví a gemir sobre sus labios. Me llevó hasta la mesa de la cocina y me sentó en ella. Una vez allí nuestras bocas se separaron para coger aire, momento que él aprovecho para arrancar mi camisa y mi sujetador y tomar uno de mis pechos con su boca mientras amasaba el otro con una mano. Yo mientras desabrochaba los botones de su camisa y me deleitaba acariciando sus perfectos pectorales. Desabroche también el botón de sus pantalones y empecé a rozar su miembro por encima de se ropa interior. Este gesto hizo que el soltara un rugido y me arrancara los pantalones y el tanga de un solo tirón. Se separo un momento de mí para deshacerse también del resto de su ropa. Me acerque a él y recorrí con mi lengua sus abdominales. Mientras tanto él empezó a rozar mi intimidad con una de sus manos encendiéndome así mucho más. Con uno de sus dedos rozaba mí botón del placer mientras introducía otro en mi entrada. Yo empecé a gemir de manera descontrolada mientras el orgasmo se acercaba. Volvió a tomar mi boca besando con urgencia y fue entonces cuando un fuerte sonido nos hizo separarnos.
Esa fue la primera vez que soñé con Alexander Clark, pero ni mucho menos sería la última.
Desperté en mi cama completamente bañada en sudor y con la respiración acelerada. Me senté en la cama y apague el despertador que seguía sonando en mi mesita.
Entonces los recuerdos del sueño que acababa de tener me azotaron. Había sido mucho más que un sueño. Lo había sentido tan real. Casi podía sentir sus caricias por mi cuerpo y la humedad de su boca enredada en la mía. Entonces me mire en el espejo y me sonreí, sabiendo con certeza que mi sueño era solo eso, un sueño que jamás se cumpliría.
Me di una ducha fría para acallar mis hormonas y me vestí con unos pantalones cortos y una camisa fresca. Deje mi pelo aun mojado suelto y aunque aun era pronto me dirigí al trabajo.
Llegue poco antes de las 8 y fui directamente a la cocina donde María ya preparaba el desayuno. Ahora que Elisabeth ya no iba a la guardería la despertaba más tarde, así que normalmente no llegaba hasta las 8 y media.
-Buenos días María. Me acerque a ella y le di un beso en la mejilla. Le había cogido mucho cariño en ente último mes y ya la trataba como si fuéramos familia.
-¿Qué haces aquí tan pronto? No son ni las 8.
-Lo se. Me he despertado pronto y he decidido venir a desayunar contigo.
-Pues no has elegido un buen día, querida. El ogro no se ha despertado de buen humor.
-¿Necesitas que te ayude con algo? Aun es pronto para despertar a Elisabeth.
-Voy a preparar la mesa para el desayuno en el comedor. Puedes ir haciendo un poco de zumo mientra.
-Claro.
María salio de la cocina y yo empecé a cortar unas cuantas naranjas para hacer el zumo, cuando oí como la puerta de la cocina se abría detrás de mi. Me gire pensando que sería María que volvería pero me equivoque. Alexander Clark impecablemente vestido estaba detrás de mí mirándome con curiosidad. Como siempre me quede sin aliento ante su imponente presencia, y más después del sueño que había tenido esta noche.
-¿Se puede saber quien eres y que haces en mi cocina?-me dijo con tono autoritario.
¿Como era posible? Me había visto ya varias veces cuidando de su hija en esta misma casa y aun así no me reconocía. Es cierto que solía llevar el pelo recogido y gafas, pero aun así me parecía casi un insulto que no me recordara.
Me arme de valor para contestarle intentando que mi voz sonara lo más fuerte y serena posible.
-Soy Sara Ribas, la niñera de Elisabeth. Ya nos habíamos visto antes señor Clark.
-¿Como vas a ser la niñera? Eres una cría. ¿Cuantos años tienes? Dieciocho, diecinueve…
-Tengo 22 años señor. No soy una niña.
En ese momento María entro en la cocina y nos interrumpió, cosa que yo agradecí enormemente.
-Buenos días Alex. Ya tienes el desayuno preparado en el comedor. En seguida te llevo el café.
Él se dirigió a la puerta sin decir una sola palabra, pero antes de salir de la cocina se giró para mirarme de arriba abajo, haciendo que me estremeciera, y luego me dedico una sonrisa ladina que no supe interpretar.
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SERÁ UN SECRETO
Любовные романыSara, una joven de 22 años, huye de una vida de lujos y desenfreno que para ella no tiene sentido. Viaja a una nueva ciudad donde pretende llevar una vida tranquila. Allí empieza a trabajar como niñera de una pequeña llamada Elisabeth y conoce a su...