Capítulo 01.

15 1 0
                                    

5 minutos.

12 minutos.

25 minutos.

Suspiró exasperado por la espera. En eso se basaba su vida. Suspiros y quejidos.

Cada cierto tiempo alzaba la mirada para cerciorarse que el transporte, que tenía esperando ahora media hora, no pasaba. Ni un taxi, un autobús, un carro al cual pedirle un aventón, ni siquiera una persona para pagarle y accediera llevarlo en su espalda. Parecía como si la ciudad hubiese muerto ése día. Tal vez hoy era el apocalipsis y al no ser fanático de las noticias no se enteró y moriría ahí.

"No suena tan mal, después de todo."

Por su mente pasaron mil y un escenarios donde el apocalipsis acababa con él en esa sucia y garabateada parada de autobús.

El cielo amenazaba con llorar un río. Su madre le solía decir que la lluvia eran las lágrimas de Dios, las soltaba cuando se sentía triste y ya no aguantaba más.

"Ya somos dos." Pensó sonriendo con nostálgica ironía mirando las nubes grises sobre su cabeza. Éste no había sido un buen día.

Bajó la mirada a la mochila que descansaba sobre sus piernas, tendría un exámen el día siguiente y poco le importaba. Jamás se esforzó por obtener una calificación excepcional, siempre y cuando no reprobara era suficiente para él. Su hermano le había dicho un millar de veces que era un conformista, que siendo así no obtendría nada bueno de la vida ¿Pero qué había obtenido él, Kim Jong Deok, de ésta perra doblecara llamada vida? Una bala perdida en el atraco a un banco ¡Que conveniente! Él que siempre dió al mal tiempo buena cara, que en vez de compartir su comida te cedía el plato entero, él trató de dar siempre lo mejor de sí esperando lo mismo de vuelta ¡¿Y así le pagaba?!

Pensar en todo eso le revolvía el estómago, desde la partida de su hermano su alma se sentía como la tarde de ese día, desolada, gris e inquietantemente tranquila, al menos por desgracia seguía respirando, llegó a los 23 sin usar la salida de emergencia, ya era un logro ¿No? Unas gotas cayeron sobre la calle y rápidamente la tormenta se desató. Suspiró con resignación mientras colgaba su mochila al hombro y se ponía de pie.

"Supongo que caminaré a casa."

Emprendió el camino por las calles, a paso lento. De haber sido cierto lo de el apocalipsis, él pasaría desapercibido por entre los zombies, chocando sus hombros, tal vez hasta llegase a invitarlos a tomar un café.

No pasó mucho tiempo para que sus ojos, al igual que el cielo, dieran paso a su tormenta. Completamente empapado aún podía sentir cómo en su rostro gotas calientes se mezclaban con la fría lluvia, de vez en cuando arrugaba la cara sorbiendo sus mocos para después dejar escapar un sollozo. Ésta no había sido una buena semana. Sólo quería llegar a casa, acurrucarse junto a mamá y sentir la calidez de su tacto sobre su mejilla.

Se paró frente a la puerta de su casa después de varios minutos o incluso pensó que pudieron haber sido horas, su ropa escurría agua a chorros y la lluvia no cesaba. Giró la perilla y ésta se detuvo en mitad del proceso. Cerrado. Buscó las llaves en sus bolsillos sin exito y recordó que las había olvidado dentro del carro de su padre.

"Maldita sea, tienes que estar bromeando"

Dejó caer su mochila derrotado y se sentó en el piso, atrayendo sus piernas al pecho, meterse por una ventana no era opción y mucho menos regresar por donde vino. Sintió un escalofrío, el resfriado no tardaría en hacerse notar. Un lamento salió de sus labios y continuó llorando, no sabía el motivo, sólo lo hacía, se había acostumbrado a que las lágrimas salieran sin permiso, su apesadumbrada cabeza había dejado de buscar explicación hace tiempo, al fin y al cabo, al pasar su episodio tristeza, se limpiaría las lágrimas y seguiría tan tranquilo como siempre. Todo era un ciclo y al final siempre se encontraba bien.


- ¡Cariño!- la voz de su madre lo despertó, se encontraba hecho un ovillo, la luz del día se había ido dándole paso a la artificial luz del alumbrado público, había dejado de llover pero la calle aún estaba mojada, podía sentir su ropa absorbiendo la humedad. -Levántate, entremos a casa ¿Por qué no nos llamaste?- decía retirando el cabello mojado de su cara. No se quería levantar, no se quería siquiera mover. No, sí que se quería mover, hacia media calle, que un rayo lo partiera, que un carro le pasase encima, lo que pasara primero.

Entró como pudo a la casa, y tras darse una ducha y tomar algo para que la enfermedad no lo atacara tan agresivamente se sentó junto con sus padres a cenar. La mirada de lástima de su madre cada vez que estornudaba lo hacía sentir mal por no haberlos llamado o ir al menos con un vecino a pedirle posada hasta que la lluvia acabara. Pensándolo bien, pudo haberse quedado bajo la sucia cabina y esperar a que su padre pasará por él ¡No eres muy brillante, Jongdae! La comida tan exquisita que solía preparar su padre le supo a nada, al contrario le revolvió el estómago. Mientras ellos reían al escuchar sobre el supuesto fin del mundo, compartiendo teorías y escenarios, él se sentía ajeno a la conversación.

Se dió el tiempo de observarlos y una idea cruzó por su cabeza. Tal vez sea eso, su familia seguía adelante sonriendo aún con la pérdida de su hijo que, aunque ya había pasado unos años desde aquello, a él le seguía doliendo. Tal vez él era el que no hacía click con ellos. Tal vez esa era la razón de su pesar. Tal vez él era la única razón de su propio pesar. Tal vez ya era el momento de decidir.

"Han sido los mejores, han formado un hermoso hogar. Gracias por todo."

Sonrió bajando la cabeza. Su madre pudo ver esa ligera sonrisa en su rostro y se sintió inmensamente feliz, hace semanas que no veía a su pequeño hijo sonreír. Pero una pesadez repentina le recorrió el cuerpo, estaba viendo a los hombres que más amaba compartiendo la cena y sonriendo frente a ella, entonces ¿por qué no sentía paz? ¿por qué parecía sentir una daga enterrandose profundamente en su pecho? Su hijo sonreía un poco después de tanto tiempo ¿no debía ser éste un momento feliz?

Algo no estaba bien.

♥~

Terapia † EXO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora