Crueles 2

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Dejando pasar un poco todas las emociones anteriores os voy a contar una historia:

En la cima de una montaña abrazada por los prados verdes, amarillos y violetas, un joven de ojos profundos recorría con la mirada el mundo que lo rodeaba. Sí, era allí, sin lugar a duda. Hacía cinco años estuvo allí mismo, preguntándose si volvería a ver las praderas, las casetas y tocar la hierva fresca. La cara se había vuelto oscura, los ojos brillaban y el cuerpo era más delgado. Su uniforme verde lo diferenciaba del resto de personas que por cobardía o esperanza huyeron. << Aquí mismo te prometí que te protegería, que no te dejaría ir. Si hubiese sabido que esto pasaría no te habría dejado acompañarme. Pero tú, con tus manos de seda me agarrabas y con tus ojos me regabas. No pude decir no porqué siempre quise que vinieras. Seguro que estarías orgullosa en esa habitación blanca si supieras que estoy aquí. Pero yo no puedo cerrar ojo desde el día en el que te dejé allí, sola, sola, sin mí.>> Cada vez sus ojos brillaban más y más hasta derretirse en una gélida lagrima de dolor, alegría... Con movimientos cansados descansó su cuerpo sobre la hierva cubierta del rocía de la tarde. Con alegría camuflada la acarició, la hierba que tantas veces lo salvó del enemigo, que le daba esperanzas con el rocío de la mañana. Le alegraba cuando una florecilla débil y pura se dejaba ver entre las negras nubes del infierno.


Si lo deseáis mis pequeños, dejadme por favor un comentario diciendo sobre que pensáis que trata este fragmento.

                                                                                                                                                    

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