Capítulo 2

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Habían pasado alrededor de cinco meses desde la desaparición del Lord Von Bielefeld. Y el príncipe Zen aun no se daba por vencido, durante las últimas semanas de la búsqueda le iniciaron fuertes dolores de cabeza. El médico pensó que el dolor de cabeza se debía al estrés o al cansancio y le aconsejo guardar reposo. A Zen no le gustó nada aquello. Le molestaba la idea de tener que posponer su búsqueda con lo cerca que se encontraba de su rubio amigo. Haciendo caso omiso de los consejos del médico, se aventuro a seguir las pistas que le indicaban el lugar a donde se dirigía Wolfram, pues resultó que sus suposiciones eran ciertas.

El primer lugar a donde había ido el rubio fue la tumba de Haki la esposa muerta de Izana, el segundo lugar fue el jardín de flores donde solían jugar él y Wolfram, y el último lugar por el cual paso el último mes fue el reino de la Princesa Serenity.

La ruta del rubio solo daba a un lugar "la montaña Dragón" (la montaña Dragón se encontraba rodeada de una espesa niebla. La imagen de arriba seria una perspectiva de este lugar). El lugar donde Wolfram, Izana y Zen iban cuando se sentían solos. 

Zen tiró de la correa del caballo y, temblando por lo frío de la noche, se bajo a prender una fogata. Se sentía impotente. Debería haber visitado antes a su amigo, tendría que haber golpeado al imbécil de su prometido. Aunque eso no pondría mejor a Wolfram, y Zen lo sabía.

El cielo se tiño de escarlata los delicados hilos dorados apenas visibles rebosaban en el sanguíneo Apolo. Con ese bello amanecer Zen retomo su camino.

●●●

Zen cabalgo atraves del apenas visible bosque neblinoso. Serpenteante entre los antiguos árboles, irrumpía un pequeño sendero, que sólo era visible a pocos metros de distancia. Luego, a escasos kilómetros, la neblina se disipó, rebelando un hermoso paisaje montañoso. Siguió su camino hasta llegar a un pequeño castillo que se encontraba ubicado frente a una pradera-jardín. El castillo, de unos setenta años de antigüedad, era elegante. Estaba pintado de un blanco suave y un azul cielo. 

— No ha cambiado. — comentó Zen con una sonrisa—.Tiene... tantos recuerdos.

Zen rió entre dientes. Luego, cuando me abrió la puerta con un gesto nervioso.

—Tienes que estar aquí Wolfram.

El interior era muy luminoso, espacioso y grande. Las paredes, el alto techo de vigas, los suelos de madera y las gruesas alfombras eran suaves. El casillo se encontraba totalmente limpió, en el mesa del comedor yacía fruta fresca.

Zen salió del castillo hacia el lago donde solían jugar. Cuando escucho una melodía... se oculto por detrás del árbol, los tenues rayos iluminaron una rubia cabellera que nadaba a la orilla del lago. Zen solo conocía una forma de hacerle saber a su amigo lo que sentía (pueden poner el video, solo imaginen que son Zen y Wolfram):

Zen: I didn't know what you were going through

I thought that you were fineWhy did you have to hide?

Wolfram se giro bruscamente para encontrase con un chico de cabello plateado, ojos color azul, que posaba en su rostro una triste sonrisa. Zen veía desconsuelo y arrepentimiento en los ojos se su rubio amigo. Arrepentimiento por no contarles las cosas que le pasaban. Zen jamás lo había visto tan indefenso, temía no haber llegado a tiempo. 

El Wolfram que yacía frente a él no era ni la quinta parte del rubio que solía llamar mejor amigo. No importaba la edad que Wolfram tuviese, si deseaba algo desesperadamente hacia lo que fuese para lograr tenerlo, perdió la chispa que hacía a todos los reinos confiar ciegamente en él. Ha dejando de ser temido, presuntuoso, amable, tierno, necio, alegre, ha dejado de ser un líder para convertirse el prometido del maou. ¡Lo rompió! Su amor lo destrozó.

Zen vagaba de una habitación a otra mientras chupaba limones salados. Entro a la alcoba de Wolfram, quien tenía los ojos enrojecidos e irritados, la noche parecía no tener fin. Se arrodilló en el suelo frente al ángel de alas rotas, le abrazó proporcionándole consuelo. Los muebles contemplaban silenciosos el pesar del rubio.

Wolfram tendió los brazos hacia su amigo, suspiro profundamente, se secó las lágrimas y sonrió.

No, a Izana no le hubiese gustado en absoluto mi actitud, pensó Wolfram. Y se hundió en un profundo sueño aun en los brazos de Zen.

Zen cargo a su amigo, lo recostó en la cama, se acostó a lado velando los sueños del rubio. 

Al despertar Wolfram sintió unos brazos que rodeaban sus caderas; se volteo con delicadeza para no desertar a su amigo.

—Perdón por asustarte — le susurro Wolfram a Zen con voz ronca de tanto llorar, quito las hebras plateadas del rostro y sonrió de forma cálida.

— ¿Vamos al Reino de Clarines? —sugirió Zen adormilado.

—Oh, perdona Zen, ¿te he despertado? —preguntó avergonzado Wolfram

—No, no te preocupes. ¿Vamos a mi reino Wolfram?

—Sabes la respuesta.

—Izana está enfermo ¡No hay cura! ¡Hace unos meses fue mi coronación! — su voz sonaba tranquila pero de sus ojos saltaban lágrimas.

Wolfram imaginaba el rostro preocupado de Izana, el ceño fruncido, la frente arrugada por la inquietud.

— ¡Vamos a Clarines! — dijo Wolfram decidido.  

Wolfram preparo lo necesario para su viaje al reino clarines, tomaría alrededor de una semana en barco. 

●●●

El barco arribo en la costa del reino. Zen y Wolfram bajaron el barco, subieron al carruaje que les esperaba, todo parecía normal excepto que el rubio se encontraba sumamente nervioso. Zen se encontraba frente a él, poniendo los ojos en blanco e intentando hacerlo reír.

El viaje al Castillo fue tranquilo, bajaron de la carroza y entraron al castillo, lo primero que escucharon fue el ataque de risa por parte de los hijos de Izana.

— ¡Haki! ¡Kain! —llamo Wolfram a los pequeños.

— ¿Quién eres? — preguntaron al unísono los mellizos.

—Su Papá, acaso no me recuerdan— respondió Wolfram sonriente, los pequeños se quedaron paralizados por la sorpresa.

— ¿Qué haces? —Pregunto sorprendido Zen.

—Les digo la verdad — respondió con una mirada que decía "después te cuento".

VuelveDonde viven las historias. Descúbrelo ahora