Capitulo 10

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Alanah

Con la ayuda de los dragones, surcamos el cielo hacia el riachuelo, justo frente a un portón imponente de hierro que se alza como un guardián oscuro. Las criaturas gruñen, y les hago un gesto para que se calmen; el factor sorpresa será esencial.

—Alanah, espera. No tenemos un plan, no sabemos cuántos guardias hay susurra Damaris, aferrándose a mi brazo.

La furia arde en mí, recordando la pérdida de Tracey y el peligro que enfrentan Brendan y Gary. Mis amigos, mis hermanas... todos están en riesgo por culpa de estos opresores. Es momento de ponerles un alto.

—Sí tenemos un plan -respondo con firmeza, sintiendo el poder emerger en mi interior-. Atacar.

Mi dragón se yergue en dos patas y despliega sus alas, alzándose majestuoso. El agua del riachuelo empieza a cubrir su cuerpo, fluyendo como una armadura líquida.

—Háganse a un lado -ordeno, y los demás retroceden mientras me posiciono en el centro del riachuelo, de pie sobre el agua, sin hundirme.

Apunto hacia el portón y, como si la corriente me obedeciera, un torrente se dispara con fuerza, golpeando el hierro con un estruendo. Pero no es suficiente. Con un poderoso aleteo, mi dragón libera toda su energía, y el agua impacta, rompiendo el portón en pedazos.

Mis amigos quedan boquiabiertos, pero no pierden tiempo en unirse a la acción. Serena monta a su dragón, y yo me elevo sobre el mío. Volamos hacia el túnel, con Richie, Shannon y Damaris corriendo detrás, armados y listos.

Neutralizamos a los guardias con nuestros poderes, mientras los dragones aterrorizan al resto. Llegamos a una bifurcación, y miro a Serena. Nos tomamos de la mano, cerrando los ojos para sincronizarnos con nuestros dragones.

La conexión fluye como un río de luz, y las escamas de los dragones brillan intensamente. Es una energía antigua y poderosa. Una visión se forma en mi mente: Brendan y Gary en una celda, pero Gary está inconsciente. El miedo se apodera de mí, pero abro los ojos y nos dirigimos a la derecha.

Volamos rápidamente hasta encontrarnos con veinte guardias apuntándonos. Los dragones rugen, y me detengo al ver una figura femenina tras los guardias.

—Muévanse un centímetro más y sus amigos mueren -advierte ella, mientras otros guardias apuntan a Brendan y Gary.

—¡Alanah! ¡Salgan de aquí! -grita Brendan, desesperado.

Mantengo la mirada fija en la mujer, sin ceder.

—No vine a negociar. Suéltalos -digo con determinación.

Serena hace girar un pequeño tornado en su mano, su rostro muestra una sonrisa retadora.

—Tienes dos opciones: o los dejas ir, o tus soldados acabarán en pedazos murmura, con una chispa de desafío en sus ojos.

La risa de aquella mujer resuena, burlona y fría.

—Sé muy bien quiénes son. Las estaba esperando. Ilusas... -susurra, y de pronto, el eco de disparos llena el aire.

Todo sucede en cámara lenta. El grito de Brendan, nuestros dragones cubriéndonos con sus alas, mientras caemos de sus lomos. Los dragones arremeten contra los guardias, destruyendo sus armas. Selena y yo reaccionamos apenas cuando Richie, Shannon y los demás nos alcanzan, poniéndose a cubierto entre las piedras.

Me levanto, decidida a ayudar a los dragones.

—Quieto -ordena Richie.

—Prometí protegerlos, y los están hiriendo -respondo, con lágrimas en los ojos. Si algo les sucede, no sé cómo podría soportarlo. Estamos enlazados con ellos; su dolor es nuestro.

Las Leyendas Nunca MuerenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora