Capítulo 3

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Alanah

El rugido del motor de la motocicleta resonaba en la noche, como un animal desbocado en busca de una presa. Me aferré con fuerza a Gary, que conducía a una velocidad casi suicida, obligándome a sujetarme más de lo que quisiera. El aroma a colonia que desprendía se mezclaba con el olor de la gasolina y la bruma nocturna; cada frenada brusca parecía diseñada para obligarme a acercarme más, como si se divirtiera con ello.

Al llegar al laboratorio de Tracey, la escena era caótica. Luces azules parpadeaban en la entrada, iluminando los rostros tensos de nuestros amigos y los policías que bloqueaban el acceso. Brendan y Selena estaban juntos, rodeados por sus guardianes, una imagen que debería haberme dejado indiferente, pero que sin embargo logró hacerme apretar los dientes. Ross estaba al lado de Masey, mientras Rosey y otros entrenadores se mantenían a una prudente distancia, inquietos y expectantes.

—¿Qué sucedió? —preguntó Gary, sacudiéndose el cabello rubio y lanzando una mirada de desdén hacia Brendan.

Selena me dirigió una sonrisa cargada de falsedad, que respondí con la misma máscara. La hostilidad entre nosotras se mantenía velada pero persistente.

—Dicen que el experimento de Tracey salió mal, pero no lo encuentran por ninguna parte —respondió Ross, y al verme, me abrazó con fuerza. Habíamos sido inseparables, él, Brendan y yo, compañeros de aventuras y secretos. Entre nosotros había un vínculo forjado en los rincones más lejanos del mundo.

—Lo encontraremos —susurré, devolviéndole el abrazo con una seguridad que no sentía en absoluto—. ¿Sus padres… cómo están?

Ross me miró con tristeza.

—Su madre está destrozada, y su padre ha enloquecido; tiene a todos los policías buscándolo sin descanso.

Algo en el ambiente me ponía los nervios de punta, como si una sombra invisible se cerniera sobre nosotros. No pude evitar sentir que Tracey estaba atrapado en una dimensión que ninguno de nosotros alcanzaba a comprender.

—Aquí hay algo que no cuadra —murmuró Brendan, con una mirada fija en las ventanas del laboratorio. Una de ellas estaba rota, el cristal roto brillando débilmente bajo las luces.

—Qué perspicaz —soltó Gary con una risa amarga—. Desde luego, la desaparición de Tracey es algo “misterioso”.

La tensión entre ambos era palpable, un duelo de voluntades que ni siquiera Selena pudo apaciguar con su voz melosa.

—Muchachos, no hagamos una escena —murmuró ella, con la sonrisa controlada de quien no soporta perder el control.

Gary y Brendan intercambiaron miradas cargadas de resentimiento. Respiré hondo, tratando de mantener la calma en medio del enfrentamiento.

—¿En qué piensas tanto? —le pregunté a Brendan, notando que sus ojos no se apartaban de las sombras dentro del laboratorio.

—Tracey fue secuestrado. Estoy seguro de ello —respondió con una convicción que me dejó helada. Sin perder un segundo, comenzó a avanzar hacia la entrada, empujando a los policías que intentaban detenerlo.

Gary se volvió hacia mí, sus manos firmes sobre mis hombros.

—Voy con Ross a buscar a Tracey. ¿Estarás bien? —preguntó, lanzando una mirada rápida hacia Selena, que nos ignoraba deliberadamente.

—Puedo cuidar de mí misma. Avísame cualquier novedad —le sonreí, y él asintió antes de desaparecer junto a Ross entre la multitud.

La escena me trajo un recuerdo inesperado, una noche en el cine con Tracey, Gary y Ross, cuando éramos solo cuatro amigos en busca de distracciones sencillas, lejos de la amenaza de la magia oscura o la sombra de los dragones.

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Recuerdo:

—Oye, Ali —murmuró Tracey en la penumbra, observándome con una mirada extraña, como si viera algo que yo misma no reconocía.

—¿Qué pasa? ¿Me quedé dormida? Lo siento… —balbuceé, enderezándome y apartándome de su hombro, aún somnolienta.

—Sí, y hablabas en sueños —rió, con una sonrisa juguetona.

Me congelé. ¿Hablando en sueños? ¿Qué habría dicho?

—Así que… ¿estás enamorada? —intervino Ross con una sonrisa burlona, incapaz de perderse una oportunidad para incordiarme.

El calor se apoderó de mi rostro; mi mente se quedó en blanco, pero antes de que pudiera responder, Gary soltó una carcajada que resonó en el silencio del cine.

—¡Oh, Ali, Ali! —se reía, limpiándose lágrimas imaginarias—. Todos sabemos que estás perdidamente enamorada de Brendan Lloyd. Aunque nunca entenderé qué le ves…

—¿Por qué dices eso? —repliqué, tratando de ocultar el temblor en mi voz—. Brendan es… es bueno, amable, tiene el corazón más hermoso, es leal a sus guardianes y siempre lucha por ser el mejor. Además…

—Por un segundo pensé que me estabas describiendo —bromeó Gary, pero su tono cambió al mirarme, serio—. Ali, déjalo ir. Brendan está construyendo su vida con Selena. No te atormentes más.

—Él siempre será tu amigo, pero tienes que aceptar que él la ama, y que ella es su mundo ahora —intervino Ross, con un abrazo reconfortante que me rompió el corazón.

Las lágrimas brotaron de mis ojos, amargas y silenciosas, mientras la verdad se afianzaba en mi pecho como una herida. Para Brendan, yo no era más que una hermana, alguien a quien proteger.

Gary me atrajo hacia él, un refugio inesperado. Y en el silencio de la sala, cuando todos menos él miraban la pantalla, me susurró algo que me dejó sin aliento.

—Ali, si me dieras una oportunidad, podría ayudarte a olvidar a Brendan —murmuró, su mirada fija en la mía.

Gary era guapo, incluso atractivo de una forma innegable, y por un instante me dejé llevar por la idea. Pero algo dentro de mí no se dejaba convencer; mi corazón seguía atado a Brendan de una manera que ni siquiera yo entendía.

—No quiero usar a nadie de ese modo —dije al fin, apartando la mirada, incapaz de traicionar lo que sentía en verdad.

Gary suspiró, una tristeza resignada en sus ojos, pero acarició mi mejilla con suavidad.

—No es usarme, Ali. Solo quiero que me dejes quererte, bien y sin prisas. Piénsalo.

La intensidad de su mirada se quedó grabada en mi memoria.

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Volviendo al presente, guardé aquel recuerdo en el rincón más profundo de mi mente, donde nadie pudiera alcanzarlo. Saqué el teléfono y marqué el número de la única persona que podría ayudarme a encontrar a Tracey. Sabía que debía acudir a alguien más para resolver esto, pero era un camino que no podía compartir ni con Brendan ni con Ross.

Las Leyendas Nunca MuerenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora