Despertar demuestra ser lo más difícil.
Sehun se despierta en una cama que debería ser familiar pero no lo es, y mira alrededor de una habitación en la que había pasado más de un año de su vida, y de alguna manera se siente sofocante sin importar cuánto trate de respirar, porque el aire no vendrá. Y por un momento, se siente como si estuviese soñando - la palabra perdía lentamente su significado para él - y que si miraba a su derecha, con cuidado, como si intentara pasar un hilo por una aguja, Jongin estaría allí, acostado en un colchón de aire.
Pero la peor parte es que no lo es, y Sehun tiene que tomarse un momento para recobrar su respiración cuando el shock y el dolor lo vuelven a visitar, trayendo ola por ola el recordatorio de que la habitación del dormitorio que compartió con Jongin no era su hogar; que nunca había sido ese hogar para él.
No para él, ni para Jongin - porque Jongin no existía.
Él nunca había existido; al menos no en la vida real, no donde otras personas lo han conocido, no donde haya testigos para convencer a Sehun de que los últimos meses son más que el largo y vívido sueño que el doctor le había demostrado que era.
Y Sehun yace en la cama, con los ojos cansados mirando al techo que finalmente comienza a difuminarse, y espera a que los rayos del sol se filtren a través de las persianas, señalando el comienzo de otro día que solo había compartido con Jongin en sus sueños.
La única vez que se permitió liberar toda la amarga frustración y resentimiento fue su primer día de regreso en la casa. Sintió náuseas, sentado en su cama donde Jongin debería haber estado sentado cuando vino - y tiene que recordarse a sí mismo que la Navidad todavía no es hasta dentro de tres meses, y que Jongin nunca estuvo allí, y se siente como si los fragmentos de vidrio estuvieran enterrándose en sus extremidades. Se había quedado allí sentado un buen rato, sin hacer otra cosa que escuchar el suave tic-tac del reloj, hasta que levantó la vista para ver el número de neón cambiar, parpadeó y se sintió enojado.
Está enojado - enojado con Jongin por supuestamente ser un producto de su imaginación, enojado consigo mismo, con su propia mente, por hacer que él tenga esperanza, haciéndole amar a alguien que le dijeron que ni siquiera existía. Así que toma el reloj -
- y lo arroja.
Hace un ruido fuerte contra la pared, las baterías se caen, la luz detrás de los números de neón mueren al caer al suelo.
La satisfacción solo es brev.
Se encuentra deambulando por el baño, agarrando el reloj de la pared y lanzándolo a través de la pequeña habitación, viendo el cristal romperse contra las baldosas. Siente que su corazón también se rompe, y cree que podría estar llorando, lágrimas ardientes que creía haber vertido por última vez en el mismo baño, y vienen con más descargas de dolor.
Su padre llega a casa y lo encuentra en la sala de estar, acurrucado en el sofá y sin poder abrir los ojos que están hinchados, relojes rotos diseminados por la casa y televisión con señal estática. Sehun casi espera que suba directamente a su habitación, encuentre su despertador con el enchufe roto de la pared, y le grite - y cree que podría haberlo querido que lo hicera, porque qué derecho tiene para andar rompiendo cosas, qué derecho tiene para hacer cualquier cosa -
- pero no lo hace.
Encuentra un lugar para él en el sofá, al lado de Sehun, y, tentativamente, lo atrae para un abrazo. Sehun tarda un tiempo en darse cuenta de que su padre también llora, susurrando algo que suena como una disculpa, algo así como una ofrenda de paz por todos esos años de nada más que ecos de un cuento de hadas que terminó en una familia rota, y algo que suena un poco más como una promesa que todos estos años pasados. Es solo entonces que Sehun se da cuenta del rencor que sentía hacia su padre - por todo y por nada - y sin embargo, con esa única disculpa, también lo perdona.
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joie de vivre - sekai
أدب الهواةSehun no duerme, y Jongin hace café. Esto no es, sin embargo, la historia de cuento de hadas de un barista que trabaja en Starbucks y su compañero de cuarto.