2 - ¡No otra vez!

314 27 4
                                    

Me detuve inmediatamente, esto debía ser un error. Dos policías bajaron del respectivo auto y se acercaron al mío.

—Señorita, necesitamos sus documentos— dijo uno de los hombres. Tenía un bigote antiguo y era pelirrojo. Su acento medio-francés me perturbaba un poco.

—¿Para qué los necesitan?—balbuceé y busqué en la pequeña caja de mi vehículo.

—Por lo visto, no ha actualizado la VTV— suspiró posándose sobre mi coche. —Y nadie que no tenga actualizado ese documento puede andar como quiera por Seattle.

—Lo siento, señores— me dirigí hacía ellos con una sonrisa. —Iré mañana mismo, no se preocupen.

El otro gordo oficial se acercó al auto y me miró, mientras el otro respondió.

—Lo siento, pero su carta ha vencido en agosto.

Bajo la cabeza.

—¿Deberé pagar una multa?— pregunté.

Los dos polis se miraron entre sí y en número dos asintió con la cabeza.

—Podemos hacer favor por favor, nena— susurró el primero. —Si es que me entiendes.

Al guiñarme el ojo pude entender perfectamente lo que deseaba.

—¿Así es como trabajan ustedes? ¿Aprovechándose del que necesita?— alcé la voz. —¿Por qué no sólo me multan? Preferiría cualquier cosa a tener algo con ustedes dos, viejos verdes.

El primer policía se encoge de hombros y saca un papel. Escribe en el y luego me lo da.

—Mientras tanto, no tendrás esto— dijo, sacándome la licencia. —Nos vemos luego, ma'am.

El papel citaba:

"Por no tener responsabilidad ni respeto,

A pagar : 30,000"

Oh no, no ahora, cuando estoy en ruinas.

Me poso sobre el volante y lloro. ¿Que más podía hacer? La vida me regalaba cosas y luego me pegaba un coñazo. ¿Cómo iba a pagar eso? Apenas tenía un trabajo de medio tiempo en el centro comercial. Estaba arruinada.

Miré al cielo y maldije a quiensea que estuviera allí arriba por maltratarme así. Las lágrimas seguían cayendo, igual como caían mis proyectos.

Ya era 25 de Diciembre y ni siquiera había movido un pelo. Dormí tan profundo en Noche Buena que puede ser que a los Clampton no les alcanzó el dinero para comprar explosivos. Pegué la nota color amarillo en el refrigerador para que me recuerdo lo vaga e irresponsable que soy. Tan mal me hacía que hacía días que no tocaba ni un bocado. El teléfono suena, dormida, corro a su llamado y espero a que sea una llamada del más allá trayendome 30,000 dólares.

—¿Hola?— susurro.

—Hola, ¿Chloe?— dice aquella conocida voz de Cobain.

Heart-Shaped BoxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora