Su respiración agitada no pretendía regular la frecuencia ni la aceleración, todo lo opuesto, cada vez aumentaba el ritmo, teniendo el contra efecto a lo que se requería.
Aunque en sus prioridades obviaba lo básico, sobre exigiendo su mente al enfrascarse en otras problemáticas, le complicaba el respirar. Había que hacerlo a bocanadas.
Presenciar el matiz de la destrucción consumir los cielo estrellado contemplado desde su muy alejada niñez y percibir el grotesco aroma a diablo bañar los confines del pueblo que lo acobijó cual hogar amado, lo colocaban en una situación desesperante, impaciente, cegando la prudencia e influenciando a su cuerpo actuar en reacción. Motivado por el miedo y la desesperación. Corría a toda prisa.
El caos suele ser sinónimo de catástrofe, muerte, desolación, desamparo e inigualable dolor, situación ideal para el consumo desmedido, voraz e insaciable de vidas, sueños y esperanzas ajenas, aclamando como suyos los gritos despavoridos de todos aquellos a su paso, de su reino y de su propiedad, izándolos en el estandarte previo a los ríos de sangres posteriores, olvidados en señal territorial, demarcando un antes y un después de su llegada.
Temor, ello seria lo más frecuente, el perfecto alimento de la tragedia. Un fuerte sentimiento que siempre ha de estar presente, establecido en lo más profundo del subconsciente, adueñado en su poder con la fortaleza de florecer al exterior como la espina mortal incrustada en todo hombre, penetrando su esencia y doblegando su voluntad, diezmando al más valiente bajo sus pies con una facilidad abrumadora. Un sentimiento que como humanos es parte de nuestros días y de nuestro ser.
No obstante, ¿Ese miedo corrosivo puede adquirir una doble función, bien sea negativa o, dependiendo de la perspectiva, positiva? ¿Puede aterrar a tal grado a una persona llegando a pasmarla inútil por su debilidad mental o incentivar al fuerte y con aspiraciones a luchar contra sus temores, superponerse, demostrar su valía en instantes de crisis?
Normalmente, el pavor de aquel oscila en los deseos de continuar respirando sobre ésta tierra y privarse en adornar un féretro en su vientre colmado de larvas por su putrefacto estado. Es egoísta, pero comprensible o al menos es lo que él quiere creer. Pero sus ideas son tan distintas que le resulta imposible identificarse con esas personas, con esos cobardes sin motivaciones.
La vida es preciosa, aún por sobre la injusticia y los pecados del hombre. Presenciar las maravillas de sus cielos multifacéticos arraiga una grata plenitud que llega a sosegar a las almas corrompidas en pobres lapsus de paz. Y el colmarse por la frescura de los valles, bosques y cuerpos fluviales inspira esperanza, conformidad, y el conocimiento para corroborar que no todo está perdido en la inmundicia. Si embargo, ¿Qué vale existir en un mundo hermoso y plagado de complejidad, sin luchar ni atravesar por sacrificios que te hagan merecedor de sus virtudes?
Todo tiene un precio. Toda comodidad posee un costo, algunos elevados, así como otros no; una deuda que tarde o temprano cobra lo que es suyo.
Por ello, el hombre aunque no busca los problemas, siempre debe estar preparado para enfrentarlos y superar sus terrores, no huir, no acobardarse, sino pelear, proteger y si es necesario dar la vida por lo que ama.
Y con esos valores afianzados taladrando su espíritu, seguía fiel con su carrera, saltando y esquivando por sobre raíces, arbustos o cualquier obstáculo atravesado en su paso, progresando sorprendentemente por el terreno escabroso con maestría, tomando fuerzas de donde no sabía que tenía. Intentando mantener la calma, al final fracasando.
El problema de su conciencia, recaía en el atenazo mental oscilado a la salud e integridad de ese ser que todo hombre venera y adora; su madre.
Nublándose su juicio, su concentración era limitada a reaccionar. Sin detenerlo, estaba siendo controlado remotamente a distancia por la preponderante aglomeración de gas nocivo que, a fauces del infierno, anhelaba jactarse con lo que él más quería.
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Caballero Blanco; Tiempos de Guerra ©
AdventureEaldian Ballester, un hombre humilde y trabajador, sin fortuna ni gloria, otro campesino sin un porvenir apartado de la pobreza y la conformidad; es marcado por misteriosas tragedias de antaño entorno a su linaje. Descubrirá secretos mayores que cua...