Capítulo 22

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Todo parecía marchar bien, incluso mi padre dejó que Zenda y yo compartiéramos habitación por dos razones:

La primera fue que Angélica lo convenció de que ya éramos una pareja formal y que sabíamos respetar.

Y la segunda y más importante, sólo restaba una habitación en la casa, la cual era mía y no pensaba dormir en los duros sillones de la sala.

Había anochecido demasiado pronto y las estrellas eran mucho más visibles puesto que no había tanta contaminación en el aire; fue entonces cuando escuchamos el dulce llamado de la nueva esposa de mi padre para que bajáramos a cenar.

La comida estaba deliciosa y fue entonces cuando mi papá comenzó a hacer algo que no consideraba muy usual de él.

– Entonces, Zenda, ¿de dónde eres?– preguntó con curiosidad a medio bocado.

La sangre me bajó a los pies y había olvidado por completo que las familias solían hacer un interrogatorio a la futura "esposa" de sus hijos o hermanos; tal vez lo había olvidado porque esto no solía pasarme a mí.

– De arriba. – sonrió Zenda y mi padre rió mientras mi corazón latía demasiado fuerte.

– Oh, entonces tenemos a alguien de Bad Goisern. – afirmó mi padre sin dejar que Zenda contestara puesto que tenía un pedazo de pera en su boca.

– Oye, querida... no has tocado tu carne. – recalcó Angélica y daba gracias a Dios que hubiera desviado el tema.

– Zenda es vegetariana. – contesté automáticamente.

– ¿Vegetariana?– preguntó mi padre con sus cejas fruncidas. – Pensé que "arriba" tenían de las mejores de las carnes.

– No soy vegetariana. – Respondió Zenda mirándome mal. – Simplemente de dónde vengo no suelen comer animales. – respondió y volvió a comer de su pera.

La mesa estalló en risas y de mí sólo salió algo como un resoplido.

– Bueno, Zenda, dime, ¿cuántos años tienes?– preguntó Angélica siguiendo con el interrogatorio.

No estaba listo para esto, porque sabía que Zenda veía demasiado normal el decir la verdad.

– Veinte años humanos. – respondió mirándome como si pudiera comprender que tenía que evitar a toda costa mencionar su verdadero origen y todo lo que conllevaba a la situación.

– Qué divertido. – rió Angélica y mi padre simplemente esbozó una sonrisa.

– ¿Qué estudias?– se interesó mi padre entrecerrando los ojos hacia la chica sentada a mi lado.

– Actualmente estoy en Artes Plásticas en la Academia de Hallstatt. – respondió tomando una uva del frutero.

– Ah, entonces ahí se conocieron. – quiso saber mi padre.

– Justamente. – respondí aliviado de que pudiéramos seguir el hilo de conversación sin tener que mentir tanto.

– Tus padres tienen que ser muy blancos, ¿no? – continuó mi padre con escepticismo.

– ¡Mike! – lo regaló Angélica por su incómoda pregunta.

– ¡Es muy blanca! – se defendió mi padre observando a su esposa.

– No importa – Zenda limpió su boca con una servilleta y continuó con una sonrisa. –, de hecho no me molesta en absoluto contestar. – se encogió de hombros. – Supongo que... Mi padre – me observó de reojo y agradecí a los Dioses por el disimulo de Zenda. –, no es muy blanco como nosotras...

La chica del tiempoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora