Dolor, doler

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Muchas veces veo lo injusta que es la vida, que se lleva a quien más querés y se te ríe en la cara cuando lo hace. Y lo ves irse, y sabes que nunca va a volver. La vida también lo sabe y por eso se ríe, porque te ve llorando, sólo, y sabe que te está cagando.

Después eso duele, y no deja de doler. Es como si tu pecho estuviera sobre una hoguera. Sentís ese fuego adentro tuyo quemándote todo, y tus pulmones, que es como si de pronto no supieran como es el mecanismo para respirar. Te presionan y te aprietan el pecho haciéndote que luches para respirar, y cuando lo haces es una liberación, y seguís luchando mientras lágrimas caen desconsoladamente y tus pulmones se vuelven a olvidar. Solo conseguís que un hilo de aire entre a tu organismo con cada respiración, y cada vez se vuelve más difícil, tenés que luchar más. Eventualmente te rendís, y dejás que el dolor se apodere y lo sufrís. Todo tu cuerpo se ve comprometido, no es algo solo emocional. No podés pensar del dolor de cabeza, no podés comer del nudo de tu estómago. Tu cuerpo está débil, temblás.

A veces decidís acostarte y entre medio del llanto te dormís. Otras veces decidís hacer algo para despejarte, deporte, leer, ver televisión, salir de tu casa con el objeto de desconectar la mente. Pero inconscientemente agarras el cargador por si tu cabeza se queda sin batería. Tenés miedo que si dejás de pensar olvides a esa persona que se fue. Que si salís con amigos y te divertís estuvieras fingiendo que nada pasó o no te importara lo que pasó. Entonces pensas, todo el día, todos los días.

Y así el dolor es permanente, y el recuerdo te acompaña constantemente.
Lo ves en los sueños, al despertar, en una película, en otra persona, mientras cocinas o comes, porque hoy podrían haber ido a cenar, porque podrían estar durmiendo juntos, porque podrían...
Pero no pueden, no van a poder.

Y por más que te arrepientas y quieras cambiar cosas que hiciste (o no), quieras ir y verlo una vez más, reírte, charlar, o solamente estar, la vida decidió que ya no podés. Quizás por puro antojo, quizás porque era el momento.

Si la persona fue importante en tu vida, no vas a olvidar que formó parte de ella. No vas a olvidar los momentos que vivieron no va a dejar de importarte que ya no esté.
Pero si te obligas a recordar, a pensar, a concientizar que se fue y que jamás vas a poder verlo y sufrís diariamente porque es lo único que podés hacer para recordarte que dentro tuyo duele, simplemente te estás torturando.
Llora lo que tengas que llorar, grita, pegale a la pared si querés, corre por 5 horas para sacar todo lo que tenés adentro, sufrí el momento. Pero una vez que pasaste por el luto no vuelvas a él.
Recordá, con cariño, las cosas lindas que pasaron. Los momentos que fueron felices, que te hicieron quererlo tanto. Recordalos para ser feliz por lo vivido, para darte cuenta lo importante que fue y que siempre va a ser. Porque tu corazón no lo va a dejar ir.
Dejá que el recuerdo te acompañe en vez de dolerte, y seguí para adelante con él.

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