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My boyfriend's in jail!


Un resplandeciente brillo hizo presencia en sus ojos rápidamente, cuando fue llamado y conducido por un guardia. Lo miró, subiendo sus pupilas tapadas por el descuidado y sucio flequillo azabache característico, saliendo de su actual tarea de ver el suelo de manera fulminadora, esperando que pase el día, para tener sueño de nuevo y dormir.

Una pizca de felicidad había inundado su ser, aunque no había cambiado su indiferente expresión, mientras caminaba siendo guiado hacia una dirección que desconocía, o que tal vez no recordaba. Murdoc no era capaz de pensar y vivir al mismo tiempo, por eso se quedaba tantas veces en una especie de trance, pensando sobre la libertad, su banda, sus amigos; Russel, Noodle, 2D. En cierto modo le dolía. Se encontraba tan arrepentido y dolido por no estar presente en los nuevos e importantes sucesos que estaban ocurriendo para Gorillaz. Quería formar parte de eso, quería ayudar.

El satanista siempre había puesto a la banda sobre todo, sin importar qué. Pero debía admitir que estaba completamente consternado. No le resultaba bonito que dentro de tres meses lo único que hubiera recibido era un corto e insignificante mensaje, de un solo caracter, y no justamente de quien esperaba. Siempre sentía una conexión especial, distinta, y hasta linda con el peliazul. Le sentó mal no haber intercambiado ni una sola palabra con él durante esos largos y tristes días.

Ese tiempo en cautiverio le proporcionó muchos momentos para detenerse e indagar en su mente. Aunque lo hacía inconscientemente. Pensó tantas veces en toda la mierda que hizo, y que al fin y al cabo se merecía estar aburriéndose en ese horrible lugar, encerrado. De todas formas, no le importó, no era la primera vez.

El satanista sacudió levemente la cabeza, al oír como se sacudían unas llaves, y posteriormente se abrían otros barrotes que llevaban a una sala bastante diferente a las demás. No se fijó mucho en eso, sólo buscó con la mirada algún indicio de su visita. Y allí encontró unos cabellos azules detrás de un cristal.

Se sentó, casi sin ganas, mas por dentro sentía suma felicidad. El mayor no fue capaz de fijarse en sus ojos, con la cabeza gacha se limitó a tomar el teléfono y saludar. El tecladista lo imitó, aunque con un pulso tembloroso.

—Hola.

Apagado. Fue lo primero que pensó 2D al verlo y oírlo.

—¿Cómo están todos, Stuart? —el bajista subió lentamente su mirada hacia el rostro del menor.

Al vocalista le sorprendió un poco el hecho de cómo lo había llamado, casi nunca escuchaba ese nombre salir de sus labios. Le resultó sumamente raro, aunque un sentimiento de pena no tardó en aparecer y generar un malestar en el medio de su pecho, admitía que aunque no sintiera que él lo mereciera, debería haber aparecido antes.

—Escucha Mudz, lo siento mucho, ¿sí? —se disculpó, mientras enredaba su dedo en el cable enrulado—. No tuve tiempo, nadie lo tuvo. El nuevo álbum nos trae mucho trabajo a todos y-

Murdoc soltó una leve carcajada, que hizo sonreír al instante al nervioso peliazul.

—Está bien, imbécil. Lo entiendo.

Era calidez lo que transmitía la pequeña sonrisa del contrario. No podía ignorar que se veía bastante mal, su pelo estaba desarreglado, sus ojeras estaban bien marcadas, su expresión triste y  apagada, y sin mencionar el morado oscuro que teñía uno de sus ojos, el cual decidió ignorar, no le pareció convincente tocar ese tema. A pesar de todo, podía encontrar tempestad en esa tormenta, y si se ponía a pensarlo, de cierto modo era gracias a él y su visita.

2D nunca creyó que podía significar algo para el satanista, pero momentos como esos lo hacían dudar demasiado. Él lo quería mucho, aunque haya sido un idiota todos esos veinte años, llenos de tantos sucesos dolorosos, emocionantes, graciosos y hasta bonitos. Había pasado la mitad de su vida a su lado.

—Oh bueno, todo va bien, supongo. Estamos cansados y a la vez muy emocionados, me gustaría poder mostrarte…

—¿Qué hay de Ace? —se apoyó en la mesa, con el codo y palma haciendo de soporte a su cabeza.

Aquella pregunta lo desconcertó. Pudo percibir un aire de malas intenciones en ella, mas decidió pasarlo por alto y contestar con neutralidad.

—Lo está haciendo bien, toca genial… —hizo una corta pausa, en la que se tomó el tiempo de suspirar y mirar las uñas de su mano libre—. Aunque no tanto como tú.

La sonrisa del más bajo se amplificó de forma notoria, se sentía tan halagado. Él siempre tuvo presente que era el mejor bajista existente de todo el mundo, pero aquel suceso lo había hecho emocionar más de lo normal. Repitió miles de veces la misma escena en su mente: Un bonito cantante diciendo que tocaba mejor el bajo que su reemplazo.

Stuart esperaba alguna respuesta como: 《Sé que soy el superior》, 《Estás frente al mejor bajista del universo》 u 《Obviamente》. Sin embargo no escuchó nada, sólo obtuvo un acogedor y diminuto silencio, en el que el azabache observaba, con su cabeza dirigida al frente pero sus pupilas estancadas en el costado, y sus párpados bajos. Lo miraba expectante, le gustaba tanto verlo de esa forma, —ignorando las malas condiciones— tranquilo, silencioso y lento al hablar y expresarse.

—Te extraño —dijo finalmente, con el mismo brillo en los ojos que había surgido anteriormente, al ser llamado— Eh, los echo de menos a todos… a todo.

Una punzada atravesó el pecho del teclista, como si una aguja hubiera perforado su corazón, se sobresaltó levemente, mas no se notó en lo absoluto. Apreció como Murdoc había tratado de arreglar sus palabras, o al menos un intento cutre de eso. Un suave e imperceptible rubor decoró las mejillas del más alto.

—Yo igual, Murdoc… —suspiró, con una sensación melancólica, triste y apagada, justamente como se había presentado el azabache hace un rato.

Lo copió, sin darse cuenta, suspirando de la misma forma y dirigiéndole una linda mirada, con sus cejas —las cuales poco se notaban— en diagonal hacia abajo.

Lo que le siguió a aquella respuesta fue un silencio, pero no de esos sepulcrales e incómodos, era uno bonito, cálido y confortante. Ninguno supo cuanto tiempo pasó desde su inicio hasta que se vieron interrumpidos cuando les indicaron que ya había pasado el tiempo.

El bajista revoleó los ojos, volviendo a su expresión indiferente y molesta que era usual en su rostro.

—Adiós, Stu —susurró, aunque había colgado el teléfono. De todas formas, el peliazul lo pudo entender, leyendo sus labios.

Los dos se retiraron del deprimente lugar, acompañados de una afectuosa sensación en sus pechos, y con una pequeña sonrisa. El bajista pensó que tal vez podría hacer su estancia un poco más acogedora y menos triste si pensaba en los momentos correctos. Y esa visita era uno de esos momentos.

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Ayyy. Voy super atrasada,
espero poder adelantarme ;_;
El año pasado no participé porque no estaba tan segura, y al final me arrepentí. Este año me pasó lo mismo, pero ahora me armé de valor y acá estoy, aunque no vaya a tiempo (?)
Espero que les guste, y lo siento si está demasiado corto.

✧﹔2doc Week 2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora