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Sleeping in?

No cabía duda que la noche estimulaba demasiado el cariño y las mentes de los dos. Con el cielo oscurecido y teñido de pequeños puntitos blancos, el corazón más duro y frío se ablandaba, aceptando el calor del contrario, e inclusive compartiendo un pedacito de sus sentimientos. Obviamente, 2D aprovechaba esto, y estaba al límite de excederse.

Los sonidos de la noche eran imperceptibles en esa altura, se encontraban en un hermoso y oscuro silencio, que acompañaba la tempestad del ambiente. Las luces apagadas, eran cómplices de los dos hombres que se preocupaban por ocultar su secreto, o al menos el del vocalista, que era el único situado en todas sus casillas. Lo único que los alumbraba era el tenue destello de la luna, resplandeciente sobre ellos y visible gracias a los grandes ventanales que tenían.

Lo único que cambiaría de la bella situación sería el lugar donde se recostaban: un incómodo sillón, algo roto y poco acogedor, que hacía que la espalda del más joven comenzara doler. Pero no podía quejarse, eso ya era pedir demasiado, y justamente se encontraba incluido en una obra de arte. Una obra de arte en la que los dos colaboraron, dando las más perfectas pinceladas, recargadas de tristeza, apoyo y amor. No iba a estropear ese momento sólo porque le dolía el trasero.

Su mirada descendió ante la poco creíble escena, probablemente era una de las cosas más raras que jamás le había pasado, pese a que no fuera la primera. Vio al satanista acurrucado, con los ojos fuertemente cerrados y la expresión triste. Un suave brillo en sus mejillas se hacía notar mínimamente, trazando un corto camino que terminaba con una pequeña gota salada, a punto de desaparecer.

Esos recuerdos eran los que se grababan firmemente en su cabeza, los momentos que vivía con Murdoc, los momentos en los sólo estaban ellos dos para formarlos.

2D suspiró sonoramente, sin darse cuenta. Recordó cuando el satanista le había dado frutillas y una linda sonrisa apareció en su, hasta ahora inexpresivo, rostro. Le sorprendió que el extraño acontecimiento se repitiera otra vez, creía que era algo que vería una sola vez, rápido, y que luego se desvanecería, como una estrella fugaz. Pero no fue así, y bendito fue el momento en el que el destino decidió que volvieran a pasar.

Stuart trataba de no moverse, estaba como una estatua, con su cabeza reposada en  el apoyabrazos del sillón y su cuerpo aguantando el peso de Murdoc, quien parecía abrazarlo con intenciones de matarlo, pues estaba apretándolo demasiado.

¿Cómo iba a reclamar algo como eso? No eran comunes esos instantes, y lo sabía muy bien, fue por eso que siempre se adaptaba a cualquier incomodidad o desagrado que se presentaba.

Hace varios minutos que un silencio los aturdió, consumiendo la sala enteramente y dejando pasar el sonido de sus respiraciones. El peliazul especuló que aproximadamente quince minutos habían pasado, pues se sumergía tanto sólo observando y pensando que tranquilamente podría pasar un día entero, y él seguiría en la misma posición.

Lo que lo hizo caer en cuenta fue la mudez del contario, que ahora sólo se dedicaba a inhalar y exhalar aire con completa paz. Ya había callado hace un tiempo, dejando atrás el sigiloso llanto y trágicas anécdotas de su infancia y vida en general.

Al menor le entristecía, le entristecía demasiado. Pensaba que eso nunca podía llegar a justificar su manera de ser, su carácter explosivo y tóxico, poco moral y agresivo, mas creía que era posible considerarlo como un motivo principal. Siempre se preguntaba: ¿Cómo sería si Murdoc hubiera tenido una vida como la de él? Constantemente se imaginaba la respuesta a esa pregunta, pero siendo sincero, nunca cambiaría al actual Murdoc Niccals, jamás.

Con un movimiento insensible, subió su brazo con delicadeza, apoyándolo sobre la calmada espalda del más bajo, sintió su suave ronquido, prácticamente inexistente.

—¿Murdoc? —preguntó, aunque era más que claro que no obtendría respuesta.

Había caído rendido a los encantos del sueño. Al tecladista no le asombró ni un poco, no era la primera vez que lo hacía, y era comprensible cuando observaba el panorama, y se encontraba con varias botellas de alcohol esparcidas por el suelo y muebles cercanos.

Dudoso, acercó su mano hasta la cabellera negra. Tomó aire, pidiendo por favor que nada haga despertar al bajista de su plácido sueño. Cuando vio que su tacto no causaba efecto alguno en él, se tranquilizó un poco. Entrelazó sus dedos, jugueteando con el cabello oscuro del otro, estirando y acomodando regularmente los mechones que veía fuera de lugar, aunque no ponía tanto empeño en ello, porque al fin y al cabo, terminaba dejándolo igual o peor.

—¿Por qué te ves tan hermoso cuando estás tan triste? —cuestionó, sabía al cien por cien que no tendría una respuesta, pero una inclinación inevitable lo hizo pensar en voz alta.

Disfrutaba cada maldito segundo. Era de las cosas que más esperaba que pasaran, y que cuando ocurrían, podía sentir que estaba tocando una nube con sus manos. La sensación era tan abrasadora, esponjosa y fantasiosa. Le gustaba tanto ser el único ser con derecho a ver esas fases del satanista, le gustaba tanto verlo dormir, le gustaba tanto Murdoc.

—Te ves… tan lindo cuando duermes —continuó hablándole al líder de la banda dormido—. Tranquilo…

La cara del menor era decorada con una sonrisa, con esa desastrosa dentadura, un tono carmín claro en sus pómulos, y una expresión de profundo amor.

No paró de acariciar con ternura. Su mano había bajado del pelo azabache, ahora estaba en la áspera mejilla del otro, reposada. Nuevamente tuvo la misma sensación. El bajista lo llevaba fácilmente a otro mundo, un mundo tan perfecto. Deseaba tanto que existiera la eternidad, para poder invertirla con él.

Cara de estúpido. Así se veía, como un joven primerizo en el tema del amor, enamorado profundamente, con el latir de su corazón sonando a toda velocidad, en vez de razonar en su cerebro. Ni fue capaz de fijarse que los primeros rayos de sol se asomaban por el ventanal, cayendo sobre sus cansados cuerpos y anunciando el inicio de un nuevo día.

Murdoc lo notó al instante, por eso se fue reincorporando lentamente, mientras ignoraba el malestar que la resaca había generado en su sistema. Se removió, recuperando apenas unos recuerdos de la noche pasada, y sonriendo de medio lado. Cuando terminó con eso, observó al peliazul debajo suyo. Le pareció cómico el hecho de que había estado moviéndose y todo, pero él todavía no había reaccionado y se había quedado estático, pensó que tal vez se estaba despertado justo con él, y por eso estaba un poco atontado.

Descartó la posibilidad de que Stuart quizá estuvo toda la noche mirándolo, cuando justamente fue eso lo que pasó.

Murdoc tosió dos veces, de una forma bastante ruidosa.

2D sacudió la cabeza unos milímetros, pestañó dos veces, como si estuviera saliendo de una hipnosis, y volvió su mirada al mayor.

—Buen día.

El cantante retiró con torpeza la palma de su mejilla. Quiso excusarse pero las palabras no le salían.

Murdoc lo tomó de la muñeca, volviendo a colocar la misma mano, anteriormente apartada, en el mismo lugar. Cerró los ojos, y se recargó en esta.

Silencio. Muy similar al de hace algunas horas, en la madrugada. Sólo que ahora no le antecedían palabras amargas y lágrimas melancólicas, sólo gestos cariñosos y bonitos.

—¿En qué momento nos volvimos tan gays? —preguntó el más alto, entrecerrando los ojos.

Murdoc rodó los ojos y prosiguió a zafarse de los brazos del otro, levantándose y siguiendo con su rutina matutina. Así 2D se dio cuenta que acababa de arruinar el momento.

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Aaaaaa no llegooooo
Bueno, siendo sincera, me entretuve mucho con lo de Free Murdoc, so (?
No sé cómo hacer para el cumpleaños del pepino ;;

✧﹔2doc Week 2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora