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Favorite Phase


Un suspiro derrotado dio, cuando pasó por la puerta de manera inconsciente y se detuvo a observarlo. Se maldijo, por haber sido tan débil emocionalmente, por no resistirse a algo que ya sabía cómo terminaría; y siendo sinceros, obtener ese final no era nada apetecible en momentos tan turbulentos como eran los de esa etapa.

Plastic Beach podría parecer lo más tranquilo, remoto y majestuoso en el mundo. Perfecta para la estadía de quien quiera relajarse un rato, apartarse de los demás y pasarla bien con uno mismo. Pero definitivamente no era así, y 2D ya lo había comprobado. Porque por más pacífica y callada que aparentaba, llevaba miles de dolorosos secretos que sólo sus habitantes sabían, y terminaban difuminándose entre el balanceo de las olas.

Se atribuía ese descubrimiento, pero ya lo sabía. Lo supo desde que pateó la tapa de la maleta que cautivo lo mantenía, y lo supo cuando se le apareció Murdoc después de tanto tiempo, con oscuras bolsas en sus ojos, una mirada triste y una postura desganada, acompañado de quien parecía ser Noodle de quince años, vestida de guardaespaldas con un arma en brazos. Lo supo porque no vio esperanza en ese lugar, sólo sueños rotos.

Pero ver como el satanista se disolvía él mismo en alcohol y sustancias, buscando escapar de la solitaria realidad que había armado, no era nada satisfactorio. Ni siquiera podía saborear la dichosa y dulce venganza en su boca, pues no la sentía.

2D aceptó, después de todo, aquella debilidad que poseía, mas miedo tenía de que se relacionara con otra cosa; algo que no quería nombrar, y que tampoco se permitiría nunca. Sin embargo, los sentimientos profundos no se podían reprimir, ocultar o ignorar. Y él era la prueba viva de eso.

Esta vez, diferente a todas las demás, no se encontraba Cyborg. Suponía que debía estar cargándose, gracias al sonido de las chispas y la vibración que se oía distante. A su juicio, fue bastante raro, ya que luego de tantas situaciones en las que su vida estuvo en peligro, desconcertaba un poco encontrar al satanista indefenso, sin su guardaespaldas-robot, sumido en las profundidades del sueño, e incluso, tal vez, drogado o embriagado.

2D se rascó la nuca, tratando de desviar la mirada de su durmiente compañero. En cambio, dirigiendo su vista hacia abajo, sólo pudo encontrar botellas regadas por todo el suelo, rodeando su cama; algunas vacías, otras abiertas y con un poco de contenido aún, otras rotas y pocas de ellas llenas.

Pena devastada sintió, cuando al mismo tiempo unos recuerdos amargos volvían a su cabeza. Los gritos eufóricos, opacados o tal vez con sólo un hilo de voz del bajista anticipaban la destrucción de una botella, y por consiguiente, el revuelo de todos los pedacitos transparentes y cortantes por los aires. Ver que su habitación reflejaba perfectamente lo que se imaginaba a través de su oído, sólo generó un hueco más profundo en su corazón.

Y ahí fue donde apretaba los dientes otra vez, clavando sus —casi inexistentes— uñas en sus palmas, a la vez que volvía pálidos sus nudillos. ¿Por qué sentirse tan mal por el hombre que estaba manteniéndolo cautivo, privándole su libertad y obligándolo a cantar para conseguir dinero? Sonaba desagradable, y rotundamente inentendible. Ni él lo podía creer. Pero en el fondo, cuando indagaba por respuestas y cavaba más allá del rencor y furia aparecida en aquella etapa, encontraba una única conexión con él, algo que lo unía tanto que no se pudieran separar, prácticamente.

Tembló ante esa idea, que escalofríos le producía, y le robó un jadeo desesperado. Su brusco agarre comenzó a aflojarse progresivamente, a medida que la forma de sus labios iba cayendo hacia abajo. Un cosquilleo leve lo alejó de todo tipo de sensaciones. Él siempre lo supo, pero nunca quiso alardear. Sabía que en el corazón de Murdoc, fue el único, o quién sabe, tal vez lo es.

Porque por más peleas que hubieran, más conflictos, más errores cruciales, más mentiras, más traiciones y más decepciones, atrás siempre se encontraría él, apreciando a la única persona que supo estar con él durante doce largos años, estando atento a cada necesidad suya, siempre a su disposición, pero por sobre todas las cosas, amando con su ya destrozada alma al único ser que había mostrado algo de cariño por él.

Allí se rindió. Haciendo avanzar sus botas más allá del marco de la puerta, y causando un pequeño rechinido en las tablas sueltas del suelo. Murdoc era su punto débil, y nunca podría evitarlo.

Sus paso fueron cortos y lentos, casi imperceptibles; si la mohosa madera bajo sus pies no lo delatara, podría decirse que la gracia e inmutabilidad con la que se abría paso era digna de un bailarín profesional. Incluso eso resultaba sorprendente para alguien de pies torpes como 2D.

Aliviado, llegó al borde de la cama. Y se arrodilló en un movimiento rápido, golpeando sus rodillas fuertemente contra el piso, y echando a perder cualquier esfuerzo anterior de mantener paz. Sin embargo, el estruendo parecía ser inexistente para el azabache, quien permanecía con sus párpados sellados y sus suaves ronquidos regulados.

Stuart lo observó, quién sabe por cuánto tiempo, pudieron ser segundos, minutos, horas incluso. Pero solamente llegó a una conclusión: la adoración a Murdoc incrementaba cuando se encontraba en su fase "tranquila", siendo uno de los estados más lindos de él, en el momento que sus pesadillas frecuentes no lo atormentaban, y sus monstruos de la vida real no lo acechaban, ese momento que sólo 2D pudo ver.

Nadie más.

Acercó sus manos temblorosas, y envolvió sus mejillas en un cálido gesto, moviendo sus pulgares a través de sus marcados pómulos, y amando cada particularidad que lo componía.

El subir y bajar de su pecho, su estática figura dormida, y su rostro sumergido en pleno sosiego lo conmovió, de cierto modo, haciendo brotar pequeñas gotas de sus ojos.

No lloraría, no lloraría, no lloraría.

Pero al final lo hizo.

Sus lágrimas, salvajes y rápidas deslizándose por sus mejillas apenas modificaron la parsimonia del peliazul. Se resbalaban, caían, mas terminaban sin generar ningún cambio importante en el asolado chico, sufriendo por quien alguna vez fue su amor.

Retiró sus manos, con un temblor mucho más notorio que el anterior, y apoyó ambas sobre la mano del bajista, callosa y situada a su lado. La acarició superficialmente, con toques suaves, lentos y dolidos. Entonces, apoyó su cabeza contra el colchón, manteniendo esa incómoda pose, aún sentado en el piso. No quiso verlo más, por lo que bajó su mirada hasta sus piernas, y se dedicó a seguir con su llanto.

No quería estar allí, pero a la vez le encantaría quedarse. Le encantaría amar ese lugar, tanto como lo hacía él.

—Stu... —su voz apenas audible apareció, con cierto tono abatido.

El cantante no movió ningún músculo.

—Perdóname. Lo siento mucho, Stuart —murmuró, quebrándose.

Murdoc se apoyó sobre sus codos, sin dejar de fijarse en el agarre que mantenía 2D.

Se volteó hacia el chico, y con su mano  libre levantó el decaído mentón del tecladista. No pudo aguantar ver esos ojos pálidos, ahora cristalizados y tristes por su culpa. Así que lo besó.

Fue un beso corto, sin ninguna insinuación, sin ser correspondido por el peliazul, pero cargado de emociones. Emociones que seguramente serían pasadas por alto, pensó Murdoc. Porque él no era buena con ellas.

Y con una desilusión dolorosa en su pecho, el mayor se levantó, y se fue como pudo de la oscura habitación.

Stuart quedó allí, con su llanto sin terminar, y un sabor amargo en la boca.

La amargura provenía del embriagado aliento de Murdoc, y las lágrimas sin final se desvanecerían en el mar de la playa plástica.


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actualizo seis meses después, que fracaso.
creo que voy a volver a escribir acá ¿

✧﹔2doc Week 2018Donde viven las historias. Descúbrelo ahora