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Tragué saliva. Y dios, como dolía. Dolía cada puñetero hueso de mi garganta, tanto que esta vez de verdad creí que no iba a poder hablar en lo que me quedaba de vida.

Abrí los ojos lentamente, con cuidado. El cielo estaba oscuro; como de costumbre en aquel maldito suburbio, pero la sombría luz amenazaba con penetrar mis pupilas y dejarme ciego un buen rato. Intenté incorporarme, pero un escalofrío recorrió mi espina vertebral desde la primera hasta la última vértebra, haciendo que me quedara totalmente inmóvil durante un instante. Mi espalda pedía a gritos que no me moviera ni un milímetro, pero mi temperatura corporal me ordenaba de una jodida vez que levantara el maldito culo del suelo helado; aún cubierto con nieve, si no quería morir allí mismo de una hipotermia.

Finalmente, opté por levantarme con la ayuda del respaldo del banco en el que me había sentado la noche anterior mientras hablaba por teléfono con Sehun. Reí al acordarme de aquel idiota que realmente creía que me importaba algo, pero cuando lo hice deseé no haberlo hecho. Mi boca estaba tan seca que ni siquiera podía mover la lengua, aquel era verdaderamente un infierno. Pero me consolaba que ahora por lo menos podía ser libre, ya no había nadie de quien preocuparme ni nada que me impidiera ir por mi cuenta. Hacía tiempo que no me quedaba nada, pero seguía estando atado como un perro a su jaula. Hasta que me deshice de él.

Sacudí mi pelo y miré la pantalla de mi móvil, que marcaba las nueve y dieciséis minutos de la mañana. Comencé a caminar sin rumbo hacia alguna parte, realmente no tenía a dónde ir y tampoco es que me importase mucho a dónde dirigirme. Seguí andando hacia delante con la mirada perdida, contando la cantidad de azulejos cuadrados que tenía el suelo, o tratando de no pisar las líneas que los separaban. Si no mantenía la mente ocupada, me iba a ser imposible dejar de pensar en lo seca que tenía la lengua, en lo mucho que me dolía la espalda de haber dormido en el suelo, en el puto frío que hacía o en lo que me estaban empezando a escocer las viejas cicatrices que reposaban en mi piel por el cambio de temperatura estos últimos días. Cualquier cosa por mantenerme cuerdo, si es que quedaba algo de cordura en mí a estas alturas.

Ya iba por el cuadrado trescientos cuarenta y cinco cuando un estruendo resonó haciendo eco por todos los rincones de la desierta calle por la que seguía caminando. Me jugaba el cuello a que era el sonido de una pistola, podría apostar por una Mágnum. Sin pensármelo mucho me escondí tras un coche rojo que por su pinta parecía estar abandonado e inconscientemente dirigí mi mano derecha hacia el bolsillo del pantalón de la misma pierna. Y me sentí un completo idiota al haberme dejado la pistola que siempre llevaba en el apartamento que hice arder el día anterior. Genial, Chanyeol. Premio para el más estúpido del año.

Rodé los ojos y volví a ponerme en cuclillas en el momento en el que escuché de nuevo aquel disparo, pero ahora más cerca. Por el sonido del eco, ahora estaba unos diez metros más cerca de mí. Y eso no podía significar nada bueno.

Asomé un poco la cabeza por el lateral del coche y no divisé a nadie por el frente, pero por suerte, aquel coche rojo que parecía inútil aún tenía los espejos retrovisores en su sitio. En cuanto vi a un hombre de no más de veintiocho años reflejado en aquel espejo acerándose hacia donde estaba yo tratando de ocultarme, comencé a deslizarme lentamente hacia el otro lado, todavía agachado. Pero frené en seco en cuanto vi a otro hombre reflejado en el otro retrovisor aproximándose a mí. Estaba acorralado, ambos se acercaban a mí por los dos lados y yo no tenía escapatoria. Por un momento se me pasó por la cabeza levantarme e irme como si nada, pero esos dos no parecían del tipo de gente que te dejaba irte aunque no tuvieras nada que ver. Iban trajeados y de sus oídos colgaban algo que parecían ser pinganillos, los cuales se ajustaban cada dos segundos y medio y asentían. Parecían ser los gorilas de algún pez gordo o algo parecido, y si no me escondía iba a estar muy jodido. No quería que me aplastasen la cabeza como una nuez en mi primer día de libertad, así que no me quedó más opción que deslizarme por debajo del coche y quedarme ahí en absoluto silencio hasta que decidieran irse. Todo iba bien, conseguí meterme debajo del coche. Pero mis ojos se abrieron como platos en cuanto mi cabeza se chocó contra algo alargado y frío, como si fuera... ¿un cañón de pistola?

Monster. [EXO- Park Chanyeol]Where stories live. Discover now