Parte 1

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Maite volvió a mirar el salón. Se sentía orgullosa además de cansada, o cansadísima, y no exageraba.

Apoyada en el elegante mostrador blanco, inmaculadamente ordenado como a ella le gustaba mantenerlo, se quitó un zapato y masajeó su pie. Tuvo que retener el gemido de placer que le provocó tal movimiento y sonrió al ver a Rose dirigiéndose hacia ella.

―Mala elección del calzado ―dijo su jefa, señalando el zapato de tacón lustrado de un negro reluciente.

―Antes muerta que sencilla. Eso me enseñó mi abuela ―respondió riendo.

Lo cierto era que por su trabajo de encargada de salón en Rose's Boutique debía mantenerse siempre bien vestida, aunque era su minuciosa perfección la que la obligaba a estar impecable a cualquier hora del día y practicando cualquier actividad. Tal vez, para enfrentar ese día, no era necesario el par de stilettos ni la blusa entallada de seda floreada o la falda negra ceñida y larga hasta las rodillas; al menos el tajo lateral sobre una pierna le daba algo de movilidad. Definitivamente, ese día con un jean combinado con alguna de sus tantas túnicas bordadas, cómodas y elegantes, y un par de zapatos bajos, hubiese estado perfecta, porque era demasiado pedir un par de zapatillas.

―Ha quedado espectacular. No parece mi vieja boutique, Maite.

―Gracias, Rose. Con las chicas hicimos lo mejor que pudimos. Y los muchachos que contratamos fueron muy detallistas.

―Y fue muchísimo lo que han podido hacer entre todos. Sabes que no soy de hacer halagos en vano. ―Rose volvió a revisar el maniquí vestido con un majestuoso traje de novia y alisó las mangas―. Maite, eres mi mejor empleada. Todo lo has logrado sola, no te he regalado nada.

―Ay, Rose, no comiences con estos discursos que me suenan a despedida y me ponen nerviosa ―dijo, poniéndose el zapato y enderezando su postura.

―De ninguna manera, mujer. Es solo un comentario antes de felicitarte por tu ascenso.

―Eso fue hace un año. Aunque en el taller no me sentía mal y adoro coser, disfruto mi nuevo puesto. Creo que salí ganando porque ahora tengo menos trabajo.

―Este es otro ascenso. Y lo siento, vas a tener más trabajo esta vez. Te proclamo gerente de esta tienda. Tu salario será revisado y lo aumentaremos acorde a tus nuevas tareas.

―¡Ay, Dios mío! Me da miedo y emoción. No sé qué es primero. ¡Gracias! Muchas gracias, pero... explícame. ―Respiró profundo, hizo una pausa para hilar las frases e intentar bajar su ansiedad.

Miró a Rose para que le reconfirmara sus palabras con un solo gesto. Su jefa no era una mujer expresiva, pero la sonrisa que tenía dibujada en el rostro era tan grande que Maite tuvo que imitarla. Definitivamente la propuesta era real.

―¿Ya estás más tranquila? ―preguntó Rose, y ella asintió con la cabeza―. Bien, entonces te cuento. Quiero delegar un poco más. Tengo planeado un viaje con mi hermana y es un viaje largo que...

―¿Quieres que me encargue de todo esto yo sola? ―interrumpió, inquieta.

―Sí, confío en ti. Puedes hacerlo. Te lo prometo. ¿Qué me dices? ¿Te animas?

―Supongo que sí ―respondió, sonando más dudosa que segura.

La campanilla de la puerta de entrada sonó entorpeciendo la conversación. Maite tuvo que tragar con fuerza para poder deshacerse del nudo que tenía alojado allí, era de emoción. Rose había sido su mentora, un ejemplo a seguir y un gran apoyo en su vida. Sin ser su amiga, sin duda alguna, se había comportado como una. Y ahora le estaba poniendo en sus manos lo que ella sabía que era lo más importante en su vida: su boutique.

Un inesperado segundo amorWhere stories live. Discover now