Dannae.
El despertador sonó y lo aventé con la mano. Cayó al piso haciendo un sonido horrible que fue lo que hizo que me pusiera en pie sobre el suelo de madera. Por la ventana todavía no entraba luz, ya que era muy temprano. Este sería mi primer día en una preparatoria normal. Todos mis años de estudio los he tomado en casa debido a la sobreprotección de mi madre, aumentando el hecho de que yo era una persona muy sensible, desde mi punto de vista. Mi madre me trataba como una esfera de cristal que podría ser dañada con cualquier rasguño y así terminé sintiéndome, mas no tenía miedo de este día.
Metí algunos cuadernos a una mochila y me la colgué al hombro. Había dejado mi horario en el libro que tenía planeado comenzar a leer: “Otelo” de William Shakespeare, pero no estaba ahí; lo busqué como loca por todos los libros, sin embargo, no aparecía; sólo recordaba que mi primera clase sería Filosofía y podía lidiar con eso.
Me di por vencida, así que bajé al comedor, saqué un sándwich del frigorífico y lo metí en la mochila. Mi abuela aún dormía.
En mi mente permanecía el vago recuerdo sobre la ubicación de la escuela, así que comencé a caminar hasta que la encontré. Se llamaba “St. Kilians” y se situaba en Irlanda del norte cerca del Palmerston Park.
Llevaba unos años viviendo en Irlanda, solía vivir en el Reino Unido y mucho antes de eso en Francia, que fue donde nací.
La institución era grande pero no excesivamente, las clases no serían difíciles de encontrar. Decidí que después de mi primera clase hablaría con el director Aidan para pedirle otro horario aunque la idea no le agradaría.
Había muchos estudiantes que iban con sus mochilas a todos lados por el pasillo, se me dificultaba pasar, uno de ellos se aprovechó de las circunstancias y me empujó contra la pared, acorralándome abusivamente.
—Bonitos ojos, linda —dijo en tono seductor. A pesar del comentario, me sentí ofendida.
—¿Disculpa?
—¿Puedes apartarte? Necesito entrar a clase.
Me quedé sin habla. Él empujó la puerta que estaba detrás de mí, que hasta ese momento me di cuenta que estaba ahí, y por poco caigo de espaldas en el salón, afortunadamente pude sujetarme de la manija de la puerta. Era la clase de filosofía. Tenía el pulso acelerado; cerré los ojos mientras inhalaba intentando volver a mi realidad. Corrí hacia un banco y me senté con torpeza. Miré en el aula y solo estaban: el grandulón que me había empujado y otro chico en el asiento al lado del mío, tenía el cabello negro azabache, piel bronceada, nariz recta y labios carnosos y rosas; estaba escribiendo algo en un papel, de repente mordía seductoramente la tapa del bolígrafo. Aparté mi mirada pero no tardé mucho en volver al punto de partida. Pareció percatarse de la observación que mis ojos efectuaron sobre él porque levantó la vista hacia mí. Qué ojos. Mi pulso se volvió a acelerar instintivamente. Tenía pestañas largas y ojos azul oscuro como el océano, que al mirarme estremecían los nervios en mi espina dorsal; su mirada era tan intensa que vi el rubor subir a mis mejillas. Avergonzada de que me hubiera capturado mirándolo fijamente, volteé hacia mi mochila y saqué el libro de filosofía, al abrirlo encontré mi horario. Qué extraño. Podría jurar que hace un minuto no estaba ahí. Fruncí el ceño por la confusión que sentí, quizá los nervios estaban haciéndome una mala jugada esta mañana.
Bastian.
Cuando la vi me quedé paralizado por el color de su iris violeta. No había chicas de ojos violetas. Su cabello era negro como la noche y llevaba un talismán azul en el pecho. Era tan… inusual. Mi bolígrafo cayó al suelo de la impresión. Nunca unos ojos me habían mirado así. Vi cómo se ruborizaba y regresaba su mirada a su mochila, de repente frunció el ceño, parecía confundida. Cuando volví a la realidad, el salón estaba lleno de chicos.
ESTÁS LEYENDO
Moonlight. (Luz de luna)
General FictionReseña: Dannae cree que es una chica ordinaria hasta que al cumplir los diecisiete le comienzan a ocurrir sucesos inexplicables, y es cuando conoce a Bastian, un chico atractivo y misterioso que captura su atención al instante. Sin embargo, ni Basti...