Capítulo 3.

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Bastian.

—Respira. —me dijo, pero no como un consejo, sino como una orden. Y lo hice. Cerré mis ojos con fuerza y respiré profundo hasta que el fuego que sentía en mis brazos se fue apagando.

—¿Qué fue eso?

—Estás muy alterado, vamos a casa. Belle está bien.

Y le creí, era su hermano, probablemente tenía un instinto. Llegué hasta su camioneta y olía bastante a papas fritas. Había una chaqueta de un equipo de americano en el respaldo del asiento y en cuanto el estéreo se encendió se escuchó una canción que era una especie de mezcla entre country y balada. Me turbé por el hecho de que la última vez que vi a Erick lo único que se escuchaba en su cuarto a todas horas era rock heavy metal.

Se dio cuenta de la burla silenciosa que hacía mi expresión.

—Me ayuda a mantener el equilibrio. —su voz estaba extremadamente tranquila. Todo su cuerpo disparaba un aura de relajación y sentí envidia. Hacía tiempo que yo no podía relajarme.

—Creo que definitivamente tendrás que pasarme esos discos de country. Pensé que habías ido a Seattle, no a Tennessee. —dije al ver que la chaqueta del respaldo era de los Titanes.

—No quería que se supiera a donde en realidad quería ir. Y si hablas de la chaqueta, odio ese equipo, es el peor.

Solté una carcajada. Conocía a Erick, probablemente había sido un obsequio de sus muchas admiradoras. Y entendía que buscara algo que lo relajara, siempre ha sido un tipo bastante temperamental, recordé una serie de escenas no muy gratas sobre sus ataques de ira. Cuando llegamos a casa Belle estaba esperando en el pórtico.

—Ah, aquí estás. —dije. Corrió a abrazarme y después a su hermano.

—Erick, me hiciste mucha falta —suspiró. El chico le correspondió el gesto y la alzó en sus brazos.

Fui hacia la cocina y saqué un sándwich del refrigerador, moría de hambre. Mi padre me interrumpió mientras bebía jugo del cartón.

—Papá.

—Bastian, si tu madre te viera ahora probablemente te mandaría por otros dos cartones de jugo y te prohibiría salir mañana.

—Pero mamá está en Canadá por obras del destino, ¿no es así?

—Creo que no entendiste el mensaje.

Me reí y volví a dejar el jugo en donde lo había tomado.

—¿Qué tal la escuela? —abrió el refrigerador y sacó dos cervezas.

Me sorprendía que mi padre se interesara por mi desempeño en la escuela, regularmente se la pasaba de viaje o en algún bar cercano, pero decidí que sacaría la mayor ventaja posible de esto.

—Va bien, gracias.

—¿Y las chicas? —Chicas… lo primero que brincó a mi mente fue la imagen de Dannae Dufour entrando nerviosa al salón y mirándome tiernamente con sus ojos violetas, pero no quería contarle a mi padre sobre eso, le molestaba lo inusual.

—Tal vez haya una o dos que me interesan.

Mi padre sonrió.

—¿Cómo es ella?

—Bueno, es…

—¡Oigan! La luna es hermosa aquí afuera —los gritos de Belle irrumpieron en el silencio.

—Chicos, nos estamos perdiendo la repetición del Superbowl —se quejó Erick. Mi padre en seguida corrió a encender la televisión y yo subí a mi recamara.  

Me recosté en la cama dejando mi mente viajar a algún lugar desconocido. Me sentía demasiado cansado, agotado y aun tenía hambre pero no tardé mucho en quedarme dormido.

Dannae

Mis ojos seguían su recorrido por las palabras del libro, perdiéndome y llevándome a ese vago lugar entre la fantasía y la realidad en el que me despistaba a causa de los recuerdos de todo lo que había pasado en el día. Mi celular sonó y vi en la pantalla el nombre de Ángela.

—Angie —dije con voz una voz alegre levemente fingida.

—Dannae, olvidaste tus audífonos en el salón de clase.

—Mierda —la palabra salió de mi boca sin pensarlo—, ¿los tienes?

—Sí —se rió—. Están sanos y salvos.

Suspiré.

—Gracias, perdona, es que últimamente… no sé qué me pasa. —aventé el libro a alguna parte de la alfombra y me recosté en la cama, lo único que iluminaba mi habitación era la lámpara de la mesa de noche que repartía una luz no muy fuerte y una lámpara de lava anaranjada que estaba en el tocador. El disco de Laurel iba en la quinta canción y contaba como un factor de distracción para mi plática con Ángela, porque soy de esas personas que no pueden leer un libro sin estar escuchando música pero no pueden entablar conversación con alguien mientras la escuchan, es un poco extraño.

—Descuida, eso me pasaba cuando entré a St. Killians, parece que es una especie de costumbre volverse más despistado.

La verdad era que yo para nada consideraba a la escuela como la causa de estas últimas distracciones frecuentes pero ya que no sabía en concreto la causa, le seguí el juego a mi amiga.

—Claro. Hablando de la escuela… tengo un problema con matemáticas, no sé si sea el hecho de que el profesor no explica lentamente o mi poca receptividad sobre todo lo que tiene que ver con álgebra y aritmética.

—Créeme que quisiera ayudarte, pero tampoco me va muy bien, te buscaremos un tutor.

—¿Tienen servicio de tutores? —no estaba segura si un tutor era la mejor idea, podría ser un chico violador que quisiera aprovecharse de mí o alguien que me pidiera dinero a cambio de las respuestas de un examen, porque eso es lo que mi madre había dicho que solía suceder en las preparatorias con los tutores.

—No es como tal un servicio, pero podríamos pedirle ayuda a algún chico mayor.

—No creo que sea la mejor idea.

—Dannae, en St. Killians no hay violadores obsesivos ni asesinos seriales.

Fue ahí cuando me di cuenta de mi loca paranoia que no encajaba en ésta plática así como en el esquema al que la gente irlandesa estaba acostumbrada.

Cada vez se hacían más borrosos los números de las expresiones algebraicas escritas en mi cuaderno. La cabeza me dolió. Esto no era muy bueno, no podía reprobar matemáticas, ¿qué diría mi madre? La migraña aumentó de solo pensarlo.  

Cuando colgué el teléfono me acosté sobre la almohada, un rayo de luz lunar entraba por la ventana e iluminaba un cuarto de mi cara. Esa luna, no era una luna cualquiera, era justo el tipo de luna que marca el poco tiempo que hacía falta para la luna llena. Me pasaba algo extraño cada luna llena, era como si tuviéramos una conexión, tal vez porque nací bajo una, no lo sabía. Cada luna llena tenía un cierto tipo de sueños que trataban sobre algo antiguo, como si retrocediera en el tiempo, algunas veces aparecían seres mitológicos en ellos, lo último que recordaba eran los centauros y los faunos, mi imaginación volaba muy alto algunas veces pero se pronunciaba más en aquella fase lunar, y entonces mi mente viajó hacia mi último sueño de luna llena… recuerdo que apareció una criatura que no había visto antes, cerré mis ojos con fuerza atrayendo el recuerdo a mi memoria… y entonces logré capturarlo, era un licántropo.

Moonlight. (Luz de luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora