Capítulo 2.

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Bastian.        

Me sentí repentinamente desconcertado.

—Usted me disculpara, señorita, pero no recuerdo.

—Bueno, yo sí. Y puedes llamarme “Dannae”. No veo ningún problema en ello.

—Es un lindo nombre, significa: La abundante lluvia que cae sobre una tierra seca para dar vida.

    Intenté sonar lo más seguro que mis nervios me permitieron. Pero aún así, ella me provocaba ese cosquilleo en la sangre que aún no lograba descifrar.

Dannae me sonrió.

—¿Cómo sabes eso? —parecía realmente sorprendida, y casi me pongo a hacer el baile de la felicidad como un niño de 5 años, en frente de ella.

—Soy bueno en historia.

Se rió.

—Me atrevo a dudar eso.

—Bueno, me acabo de enterar de tu nombre y no llevo conmigo un diccionario. Tampoco es como si estuviera obsesionado, lo siento.

—Está bien. Es un poco inusual.

—Lo dice la chica de iris púrpura.

—¿Debería tomar eso como un cumplido?

—Lo dejaré a tu libre interpretación, siempre y cuando no tenga un efecto negativo.

     Me pasé una mano por el pelo, con nerviosismo.

—Muy bien —volvió a sonreír—. Ha sido un gusto conocerte, Bastian Giovanetti.

—El gusto ha sido completamente mío, Dannae.

    Se alejó despacio, y cuando yo lo hice tenía una amplia sonrisa en mi rostro.

Dannae.

    Debía admitir que Bastian Giovanetti no era lo que esperaba. Esperaba a alguien como Adrián. No lo conocía lo suficiente como para hacer un juicio pero sí me sorprendió el hecho de que supiera el significado de mi nombre, no era muy común. Nada en mí era común.

     Llegué a casa muriendo de frío, ya era de noche y el aire helado lastimaba mis frágiles pulmones. Mi abuela estaba en casa haciendo un estofado, me gruñía el estómago, sin embargo, pensar en estofado me hacía querer regresar el postre que había comido hace unas horas.

—¿Qué tal el primer día?

—No muy dentro de las expectativas.

    Se giró hacia mí con asombro. Como si mi respuesta no hubiera sido lo que ella quería escuchar.

—¿Pasó algo? ¿amigas? ¿un chico?

—Algo así, unas cuantas y probablemente —sonreí con el ceño fruncido.

     Mi abuela también sonrió y regreso sus hábiles manos a la comida, dejando el tema. Supuse que eso sería todo lo que me preguntaría. De cierta forma, tenía el presentimiento de que ella lo sabía todo. A veces llegaba a pensar que era bruja, pero sólo era mi abuela.

    Al levantarme me aseguré de que el horario estaba entre mi cuaderno de Ciencias, no sería grato pasar por la misma situación dos veces consecutivas.

    Llegué al instituto y lo primero que vi fue un grupo de chicos en círculo gritando “pelea” sin parar. No quise correr hacia el centro del problema, así que solo repetí en mi mente “paren, por favor, ya paren” y no tardaron más de dos minutos en parar. Y en eso vi a Bastian Giovanetti entre el grupo de chicos que gritaban animados deseosos de ver violencia; me pregunté qué estaría haciendo ahí.

Moonlight. (Luz de luna)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora