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Cuatro meses después

Londres

El Maravilla navegaba por el Támesis hacia el corazón de Londres. Enfilados en la orilla, como centinelas, se acumulaban fábricas y almacenes a lo largo del río. Entre ellos, las calles se torcían en esquinas apretadas.

Alicia recogió sus cosas apresuradamente de la cabina del capitán. Se metió el reloj de su padre en el bolsillo, aunque había dejado de funcionar hacía una semana. Desde que su padre murió,Alicia había llevado el reloj consigo a todos lados ,casi como un talismán. Aunque sus manecillas ya no se movían,la hacía sentir cerca de el

Repasó el espacio una vez más y después salió a ver el Maravilla frenar en el embarcadero. Satisfecha de que su tripulación dirigiera perfectamente a los estibadores mientras se descargaba la valiosa mercancía del Maravilla, prestó atención al muelle.
Una figura esbelta que vestía un abrigo gris llamo su atención. Con un grito de alegría, Alicia bajo por la plancha.
-¡Madre!-exclamo Alicia,corriendo hacia ella. Lanzó los brazos sobre su madre y la abrazo fuerte. Helen Kingsleigh le regreso el abrazo con menos efusividad y acarició a Alicia en la espalda muy suavemente. Nunca se acostumbraría a las muestras de afecto tan entusiasta de su hija más joven, pero le alegraba tenerla de vuelta.Cada día que había estado lejos, Helen estuvo llena de preocupación.

-Bueno,ya estás aquí... por fin -dijo Helen, mientras se separaba de ella

Alicia tomó aire para empezar a contar todas sus hazañas; tenía mucho que decirle a su madre, pero esta la interrumpió al instante. Un hombre desconocido se acercaba a ellas.

Era joven y apuesto. Su pelo rubio y ondulado estaba peinado hacia un lado, sus ojos eran de un azul extraordinario. Mientras Alicia buscaba una pista en su traje limpio y sencillo, notó una insignia pegada en el maletín del joven. Así que venía de parte de la firma para verificar su mercancía.
-Pensábamos que usted y el Maravilla llegarían desde hace un año, señorita Kingsleigh -dijo.
Las mejillas de Alicia se enrojecieron, a pesar de haber sentido cierta irritación. El joven no la había llamado <<capitana>> . Era muy cansado regresar a Inglaterra, dónde su posición se reducía a la de una mujer joven y soltera. En todos los demás muelles había sido recibida con mucho más respeto.
Enderezándose, Alicia encaró al extraño.
- Hubo... complicaciones -dijo. Dudaba que alguien más hubiera logrado lo que ella, y Lord Ascot estaría satisfecho con sus descubrimientos, a pesar del retraso.

-Me atrevo a decir que la mercancía recompensará el tiempo perdido -respondió el hombre rápidamente, al notar la rigidez de Alicia-. Soy Jemes Harcourt, señorita. Abogado de la firma. -Extendió la mano y Alicia lo saludó un poquito menos seria, mientras James asentía con decoro.

- Me gustaría ver a Lord Ascot - dijo Alicia, mientras el abogado las conducía a ella y a su madre a un lujoso carruaje.

James se detuvo frente al carruaje y la miró con solemnidad.

- Me temo que Lord Ascot murió cuando usted estaba fuera.

Aturdida, Alicia volteó a ver a su madre, quien asintió en confirmación, y agachó la cabeza, cediendo ante su peso. Lord Ascot había sido un hombre excepcional. No había muchos británicos presidentes de compañías navieras que hubieran apostado por ella. Pero él había sido alguien más que un jefe generoso; era un amigo de su padre y de ella.

-El cargo ha pasado a su hijo - continuó James.

- ¿Hamis? -dijo Alicia, tratando de disimular su asombro.

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⏰ Última actualización: Jun 04, 2020 ⏰

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