capítulo 6

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En algún lugar del purgatorio.

Un Estarossa ensangrentado de pies a cabeza estaba tendido a un lado del árbol donde descansaba hasta que el rubio fue a encararlo.

-esa mina me mandó al frente...-murmuró con rabia.

Como pudo se paró y se dirigió al castillo donde dormiría hasta recuperar sus fuerzas y sanar las heridas.

-me las vas a pagar Meliodas... Te va a costar bastante... Todo.- dijo llegando a las escaleras del palacio.

Sus piernas no le resistian más, le ardian y dolian, estaban quebradas pero de igual forma se las ingenio para caminar.

-y esa zorrita se va a arrepentir de abrir la boca.- dijo antes de caer al suelo, desmayado.

(...)

Otra vez, ambos se encontraban acostados, Meliodas con una musculosa entallada blanca y unos pantalones sueltos y Elizabeth con sus remeras enormes.

La muchacha estaba embotada en sus pensamientos, cada vez le quedaba menos tiempo para decidir qué quería por su alma.

No tenía nada en mente, no quería una buena carrera cuando estaba trabajando en un lugar fijo donde le pagaban bien, no quería belleza ya que no le parecía algo justo, no quería triunfar en el mundo, ella quería ganarselo por si misma.

Todavía estaba perdida en sus diferentes posibilidades erróneas de canje, cuando Meliodas la interrumpió.

-¿por qué te enamoraste de alguien como Estarossa?- dijo algo receloso.

Ella se quedó impresionada por su repentina pregunta.

-simplemente creí que era diferente, no era malo conmigo al principio... Pero después se le dio vuelta la mascara.- dijo intentando sonar firme.

-¿pensaste qué querés a cambio?- dijo apoyándose en su codo, de costado en la cama.

-eeeh, no...-murmuró.

-está bien.-dijo observándola.

En un momento, el sintió algo extraño en su boca, y sus ojos se llenaron de lágrimas, obligándolo así a soltar un gran bostezo.

Se quedó impactado, ¿qué se suponía que tenía que hacer? ¿estaba realmente cansado?

-parece que necesitas dormir.- le dijo la chica a su lado.

-no, debe ser una confusión.- dijo poniéndose inquieto, no podía estar pasándole eso.

-solamente es dormir Meliodas.- le dijo dándole la espalda para acomodarse mejor.

El diablo no dijo nada, solo se puso más nervioso, eso no podía ser.

Sentía el cuerpo más pesado, y al estar en aquél colchón tan blando y suave todas sus extremidades se relajaban.

Sus ojos comenzaron a cerrarse, pero el los mantenía abiertos a toda costa; dormirse era lo último que quería.

Pero no pudo ser así, fue vencido por el sueño y en no más que cinco minutos ya estaba acunado por morfeo.

Elizabeth, que se mantuvo despierta, se giró lentamente hacia él, para comprobar si el sueño lo había rendido.

Y sí, estaba dormido, plácidamente dormido.

Suspiró al verlo, su semblante era cálido y su pecho subía y bajaba con suma delicadeza.

Sin dudarlo, se acurruco junto a él, y así, ambos se sumergieron en un profundo sueño.

Más que un trato [Melizabeth]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora