Capítulo 9

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Llegaron al departamento y Meliodas estaba con la mirada neutra.

-¿estás bien?- le preguntó Elizabeth, tocando su hombro.

El rubio no respondió, sólo siguió en silencio.

Lo puso tristes, nostálgico...

Jamás había sentido el amor de una familia, y casi todos allí lo conocían perfectamente.

No tenía una, solo era el diablo, un ser vil y despiadado para los ojos de la mayoría.

Alguien malo, oscuro... Que fue marcado como traidor...

Sentía ganas enormes de llorar, ya no aguantaba, ya no quería seguir.

Pero no iba a hacerlo, su rostro se mantenía serio, sin expresión alguna.

-Meliodas... A veces llorar... No está mal...-dijo ella sentandose a su lado.

-no lo necesito, ya te dije, no me importa en lo más mínimo lo que pase acá.- dijo en voz gruesa.

-¿no era que podías sentir con el corazón? ¿no era esa tu cualidad?- le dijo mirándolo interrogante.

El demonio soltó una risita amarga.- ese es también mi poder.

Los ojos de Elizabeth se abrieron como platos... Estaba dejando de sentir...

Se asustó, mucho.

Ahora lo comprendía, entendía sus reacciones al haber dormido, él tenía miedo de que esto pasara.

-sé que ese poder no se fue.-murmuró dándole animos.

-¿y de qué me sirve? Es algo inútil, nunca pude usarlo.

-es inútil porque no te animas.- le dijo seria.- sos un cobarde, por eso estás así.

No quería llegar a eso, a ser tan brusca, pero así nunca mejoraría el autoestima del rubio.

-¿cobarde?, fijate en vos.- le dijo mirándola con el ceño fruncido.

-lo hago, créeme.

-deja de querer buscar a mi yo del Pasado, ya está, ese poder ya se perdió, al igual que al Meliodas que conociste hace tan poco.- dijo apartando la vista.

-no, no quiero buscar a tu pasado, quiero que lo asumas.- dijo en tono firme.

-¿asumir qué? ¿qué mi existencia es una completa mierda?- dijo haciendo puños sus manos.

-aceptar que el cariño sigue en vos.

-¡eso ya no está, deja de perseguir ese sentimiento!- exclamó frustrado.

-no busco eso nada más... Las emociones son lo más preciado... No una simple alma...-dijo cabizbaja.- no está mal reír de corazón de vez en cuando, o llorar de tristeza en algun caso... Eso sólo es parte de vivir.

-entonces estoy muerto.- dijo con despreocupación.

-¡deja de pensar así, tomate algo enserio!

Lo tiró al suelo y se subió encima suyo, le tenía tanta bronca en ese momento, le daba impotencia que se comportara así...

-¡mentiroso!- dijo golpeando su pecho.-¡todos merecemos querer!

Meliodas no sentía nada, ni sus golpes, ni sus palabras.

-¡¿qué tiene de malo llorar?! ¡hacelo con libertad! ¡y si alguien se ríe... ¡voy a romperle la cara!- dijo entre lágrimas.

El diablo abrió los ojos enormemente y sintió un cosquilleo dentro suyo.

-sé que... Tus sentimientos... Que tu amor... Está ahí dentro...-dijo apuntando a su corazón, Elizabeth.

Él miraba el techo, atónito.

-me abriste muchas puertas para conocerte, pero... La de tu corazón está cerrada aún... Es como... Si tuviera doble llave... Pero...

La mujer se cansó de golpear su pecho.

-¡voy a entrar de todas formas, aún si tengo que forzar la entrada!- dijo dando un golpe en el suelo, aún lado de la cabeza del rubio.

Este la miró desconcertado y luego, sintió a sus ojos empañarse.

Lo abrió tanto como pudo, no podía ser qué...

La tomó de los hombros y la estrechó hacia él en un calido abrazo.

Sentía sus sollozos en su cuello, pero eso no era todo, él también... Él también lloraba.

Al paracer... Solamente necesitaba que alguien le diera el permiso, la autorización para hacerlo.

Se mantuvieron así por unos minutos.

Elizabeth sentía su perfume, su aroma. <<huele a flores y a algo de sudor>> pensó mientras cerraba los ojos y dejaba de soltar los últimos sollozos.

Meliodas seguía pasmado, no quería soltarla todavía, se sentía cada vez más liviano por cada lágrima que desprendía de sus ojos esmeraldas.

Elizabeth intentó removerse, pero el rubio la tomó con un poco más de fuerza.

-espera... Sólo un poco más...-dijo secandose las lágrimas.

Luego, la soltó y ambos se sentaron en el suelo, al lado del otro, pero la muchacha tenía la mirada al frente y él atrás.

No podían ver sus rostros, a menos que se voltearan.

La albina quería ver su rostro después de llorar, quería saber qué se sentía.

<<soy la única que lo hizo llorar, la única que lo abrazó, la que lo hizo creer... Eso... ¿me hace especial?>> pensaba.

Meliodas se volteó y la miró, con una pequeña sonrisa entre sus labios.

-creo que después de tanto cielo nublado...- dijo acercándose a ella.- necesitaba una tormenta.

La muchacha se sonrojó y lo miró fijamente, ambos lo hacían.

Se fueron acercando, pero ella entendió que eso no podría ser e intentó alejarse.

Pero él la tomó del brazo y la juntó más a él.

Se acercó a su rostro sonrojado y besó la comisura de sus labios.

-es todo lo que puedo darte.-murmuró cerca suyo.

-aún así... Me encantó.- murmuró ella.

Este era Meliodas, su Meliodas.

Ahora que había logrado abrir esa puerta, si tenía que forzar el pomo cuando se cerrara lo haría, tantas veces como pueda.

Los ojos de Elizabeth se abrieron como platos otra vez.

En su mente se había proyectado lo que deseaba, lo que realmente quería a cambio.

Pero no quería decirlo aún, estaba tan bien en compañía de ese señor diablo, que también desearía poder congelar el tiempo y así quedarse entre sus brazos toda una vida.

Más que un trato [Melizabeth]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora