Por fin el día había llegado. La conquista del Perú no significaba otra cosa más que riquezas. Todos los movimientos de las tropas estaban cuidadosamente estudiados para la jornada que se avecina. Ciento ochenta españoles contra miles de incas era una faena peligrosa, pero que bien valía la pena.
- Bienvenido fray Jorge de Albornoz, pase por favor. –dijo cortésmente el mismísimo Francisco Pizarro, encomendero y alcalde de Panamá al ver llegar al fraile a su despacho.
- Buenos días don Francisco. Usted me mandó a llamar y aquí me tiene usted.
Francisco Pizarro, llamó a Jorge de Albornoz para hacerlo parte del grupo que lo acompañaría en la expedición de conquista del Perú. Sería el emisario de nuestro señor Jesucristo en aquellas tierras y tendría la misión de evangelizar aborígenes.
Lo que Pizarro dice es ley, por lo tanto, a fray Jorge de Albornoz no le quedó otra alternativa que acatar. De todos modos, fue una noticia formidable para él y además fue un signo que reafirma lo sucedido años antes en el volcán Masaya. Recién habían pasado dos días desde que le robó la Cruz de Bobadilla a fray Blas del Castillo el cual la había atesorado durante todo este tiempo en Panamá donde había sido reasignado junto a Jorge de Albornoz. Ya había recibido dos noticias buenas el mismo día: fray Blas del Castillo regresaba reasignado a Nicaragua, enloquecido por la pérdida de la Cruz de Bobadilla y él se iba a la conquista del Perú, directo a apoderarse del oro de los incas y porque no decirlo, incluso a descubrir "El Dorado", ciudad inca construida íntegramente en oro. Y todo, gracias a la Cruz de Bobadilla que a partir de ahora le acompañará.
- Agradezco que haya puesto sus ojos en este servidor del señor, y es un honor para mí participar junto a usted en tan importante expedición. Trabajaré tanto al servicio suyo como al de nuestro señor Jesucristo evangelizando tantas almas aborígenes como encontremos.
Así fue cómo se gestó la llegada de fray Jorge de Albornoz al Perú. Dos años de viaje, llenos de problemas, ataques indígenas, pestes y rebeliones internas. En uno de los ataques indígenas recibidos durante el viaje, Diego de Almagro (socio de Pizarro en la exploración al Perú) perdió un ojo de un flechazo y tuvo que regresar a Panamá. Muchos soldados murieron durante el viaje, pero fray Jorge se las arregló siempre para acabar sin un rasguño. Sabía que la Cruz de Bobadilla lo protegía y a su vez, él protegía la cruz.
Cuando llegaron los españoles al Perú, el imperio inca estaba sumido en una crisis. Una guerra civil entre los partidarios de Atahualpa y los de su hermano Huascar. La reciente muerte de su padre Huayna Capac emperador del imperio inca, provocó la disputa por definir cuál de los dos hermanos tomaría su lugar.
Atahualpa recibió la noticia de la llegada de unos hombres vestidos con ropajes dorados de largas barbas y ojos claros, provenientes del poniente en un gran navío. Asumió ésto como la llegada del dios Viracocha, ya que la leyenda indica precisamente esto mismo. Entonces, Atahualpa creyó que sería una buena idea reunirse con tal divinidad y sus acompañantes. Una vez hecho esto, su calidad de emperador del imperio inca caería por su propio peso al ser él, y no su hermano, el que se reuniría con Viracocha, el dios tan esperada por el pueblo inca.
Fray Jorge de Albornoz sabía la importancia de la misión que Pizarro le había encomendado para el día siguiente. Un grupo de avanzada de emisarios españoles, acompañados de un intérprete, viajó a reunirse con Atahualpa y acordaron una reunión con Pizarro para el día siguiente en la plaza principal de la ciudad de Cajamarca.
El oro estaba cada vez más cerca.
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La cruz negra de cal y canto
Mystery / ThrillerCon la colaboración del profesor Claudio González, Christopher Concha investigan la relación de las animitas(*) con los acontecimientos negativos que pudiesen ocurrir en un país. Christopher enfoca su estudio en una primitiva animita del barrio Map...