Capítulo tercero

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Parte III: Desamor eterno.


No es a Katrina a quien le tiene miedo.

Él ve a Viktor mirar cómo ataca a Nikiforov de la manera que se merece, y él es quien limpia la sangre de sus manos con su agarre. Lo ve, cuando todo está dicho y hecho, sentado al lado de su madre, rodeados de un verde radiante y de un cielo despejado en la casa de campo de su difunto padre, brazaletes matrimoniales que suenan al unísono mientras se gira hacia él.

No es a Katrina a quien le tiene miedo; es la verdad que yace pesada en los espacios de sus palabras.

...

-Creo -dice Viktor, en el silencio de la noche, el suave murmullo de su voz presionada contra el costado de sus costillas-. Te amo.

Yuuri finge estar dormido.

-Creo -sigue, no espera a que él responda, no parece esperar que lo haga-. Eso me asusta.

Él no sabe que está conteniendo la respiración hasta que la suelta al sonido de la de Viktor, y se queda dormido.

No hay nada más que haya temido más

...

La precipitación llega, es demasiado pronto y aún no lo suficientemente pronto; no es lo suficientemente rápido como para evitar todo el daño que le ha hecho a Viktort, todo el daño que se ha hecho a sí mismo con la caída.

Viktor también está radiante en el pasado, en cómo sus ojos brillan de ira, cómo sus palabras se espesan con disgusto, cómo las heridas que supuestamente se olvidó separan las costuras, abiertas por la puñalada de cada una de sus mentiras, de la horrible y agitada imagen de la sangre de Katrina en una de sus manos y su propio corazón en la otra.

-Te lo dije, esa noche -dice, desbordante e inestable, y hay un escaldadura en la mano de Yuuri donde desea tocar a Viktor y sabe que no puede, ahora no, ya no.

-¿Esta es tu respuesta, entonces? ¿Esto es todo?

-Sí -responde, y es tan plano como debería ser, no transmite nada de lo que siente- ¿Crees que alguna vez fuiste suficiente?

-Te quiero muerto -se asfixia, es radiante incluso en su odio, y todo dentro de Yuuri se tuerce en la autodestrucción, quiere castigar a quien sea que lo lastime, quiere su agonía en una bandeja de plata, incluso si es la suya-. ¡Te quiero muerto!

Es claro para él qué hacer después de eso; él siempre hizo todo lo que Viktor quiso.

...

Había llegado su hora. Yuuri se retuerce en los brazos de su madre mientras la sangre se derrama por el suelo, a causa del metal que el padre de Viktor había enterrado en su estómago. Y cuando está por cerrar los ojos y dar su último aliento, él aparece, sudado por la velocidad de su trote.

Y lo último que ve es la cara de Viktor, arruinada por las lágrimas, y piensa que es hermoso, piensa en un interminable paraíso de Viktor, Viktor, Viktor. Y espera que compensen las palabras que siempre quiso decir pero nunca dijo. Espera, si hay un dios, que se le permita ese arrepentimiento para que nunca olvide su nombre.

Lo último que oye es la voz de Katrina, le da la bienvenida al eco de su risa cuando finalmente suelta:

«Estás enamorado de él, ¿no te lo dije? Estás enamorado de él»

«No es amor»

Y Yuuri se ríe, finalmente entendiendo la broma.

Es la única mentira que nunca logró hacerse creer.

No es amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora