2/octubre/1968

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¿Acaso tenían que llevarlo tan lejos? ¿No podían  renunciar a la estúpida idea de hacer algo contra Díaz Ordaz y su bola de secuaces? ¿Por qué no pudieron simplemente quedarse en sus casas y ver las Olimpiadas? ¿Por qué tenían que hacernos venir aquí? A la última marcha. La última protesta, aunque ellos no tuvieran ni idea. La gente caminaba a mi lado, confiada, y sobre todo; unida. No hay nada más peligroso que la unión y la educación, y eso La Changa lo sabía bien. Por eso, "los de mi clase", estábamos ahí. Escondidos tras las paredes de la Iglesia, tras las ventanas del edificio Chihuahua y entre la gente. Con las armas ocultas bajo los abrigos.

 Observaba a mí alrededor, cuando de pronto la voz de una chica rasgó el viento. Voltee hacia arriba para escuchar su discurso, y en cuanto reparé en la otra joven que acompañaba a la líder, se me formó un nudo en la garganta. No hacía falta que llevara el crisantemo tras la oreja para que la reconociera. Tenía grabados sus rasgos en lo profundo de mi ser.

 Y allí estaba, igual de segura que todos los estudiantes. Igual de dispuesta a hacerse oír de una manera u otra. Por un momento, la sorpresa me inmovilizó. Pero en cuanto pude reaccionar, comencé a abrirme paso mientras el general al mando daba órdenes a los policías. Tenía que sacarla de allí. Antes de que pudiera siquiera alcanzar las escaleras de las ruinas aztecas, las luces bailaron en el cielo. Realizando una caída suave e hipnótica. El silencio reinó y todas las miradas siguieron el camino de las luces hasta el suelo. En cuanto tocó el pavimento, un primer disparo retumbó en todo el lugar y el tiempo se paralizó por unos instantes...al menos, el tiempo que tardó el cuerpo del general caer al suelo sin vida.

Los gritos comenzaron.

Ya no me importó la discreción, el infierno había comenzado, y tenía que llegar a ella cuanto antes. Con los codos, comencé a tirar a la gente que se cruzaba en mi camino, saltando sobre los cuerpos y tratando que no me dispararan.

-¡Son de salva!-gritó la líder, en un intento débil por tranquilizar a la multitud-¡Son de salva!

Un tipo pasó corriendo delante de mí, y una bala le cruzó el rostro. Por supuesto que no eran balas de salva. Todos gritaban, mezclados en una sintonía que estremecía sus gargantas, mis tímpanos y al mismo suelo.

"Van a agarrarla" "Los guantes blancos van a agarrarla"

Estaba a unos dos metros de las escaleras, con el alma en un puño, cuando de pronto la vi bajar con torpeza, casi cayéndose. Nos detuvimos frente a frente mientras el caos continuaba a nuestro alrededor. Me miró a los ojos y un asomo de alivio inundó sus pupilas, luego reparó en la pistola que traía en la mano y su expresión se volvió sombría, casi de repulsión.

"Puedes odiarme después, pero por favor, déjame sacarte de aquí" pensé, desesperado.

Abrí la boca para decírselo en voz alta, cuando divisé a Roberto tras ella, fusil en mano.

Disparé por encima del hombro de la joven y mi colega cayó de bruces, con un agujero en la frente. Volví mi atención en la muchacha, y noté que me miraba con los ojos bien abiertos. Movió su barbilla hacia abajo, y yo lo hice también, para descubrir con horror una mancha de sangre en su vientre. El aliento se me escapó de los pulmones. Estiré los brazos para atraparla, y en cuanto la sentí contra mi pecho, mis piernas me fallaron y ambos terminamos en el suelo. No supe si era su sangre la que nos empapó, o si era de alguien más, pero no me importó. Ya nada importaba más que ella. Entreabrió aquellos labios gruesos, pero no pudo más que proferir un leve gemido. Acerqué mi frente contra la suya, estaba tibia. La miré a los ojos y pude presenciar cómo la vida se escapaba de ellos.

"No te vayas" supliqué "No te vayas"

Era incoherente lo que pensaba, por no decir imposible. Pero en ése instante quise cambiar de lugar con ella. Deseé con toda mi alma ser yo quien yacía con una herida en el vientre. Incapaz de hacer otra cosa, cerré los ojos y la besé, hundiendo mis labios en los suyos. La suavidad de su boca me rompió en mil pedazos.

Gimoteó de nuevo, ésta vez con sangre. Y sin embargo no me separé.Quería besarla su último aliento.

Lo que fue del 68 y un crisantemo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora