Prólogo.
Acababa de llegar a la ciudad y sabía lo que tenía que hacer; tomaría el bus 2 de la estación del norte para bajarme a pocas calles de la casa de mi familia, en la parada sacaría mi celular para asegurarme que el GPS me llevará a la casa correcta y después buscaría la maceta naranja que se encontraba en el jardín, la levantaría y tomaría las llaves de la puerta. Revisaría la fachada porque la habían retocado y entraría por los papeles de propiedad de la vivienda, firmaría los documentos de la inmobiliaria para que ellos se encargarán del proceso de venta. El encargado me había pedido que los dejará en la mesa que estaba en la cocina, cerraría todo, dejaría la llave en el lugar y me iría de la propiedad sin pensar nunca más en ella. Lo había planeado perfectamente en mi cabeza y había estimado 2 horas para el proceso pues vivía a 1 hora de la estación.
Cuando me bajé y saqué el teléfono me sorprendí con que este estaba apagado-tal vez la batería se había descompuesto o el cargador no estaba conectado correctamente por lo que no cargó lo que debía- ya no podía comunicarme con el encargado ni podía revisar el mapa, tampoco había anotado la dirección.La mañana estaba oscura, corría mucho viento y se podían sentir las primeras gotas de lluvia. Era evidente que no iba a ser fácil terminar mi tarea en dos horas, pero estaba decidida a hacerlo y con eso en mente me alejé de la estación mientras trataba de reconocer el barrio en el que pasé los primeros años de mi vida. Por alguna razón no me sentía perdida, en parte sabia que mis recuerdos me ayudarían a ubicarme, además tenía la sensación que en esa mañana de agosto estaba destinada a encontrar la casa.
Reconocí el parque en donde mi papá me llevaba a comer helado, a primera vista nada había cambiado; la cancha seguía ahí, los columpios y los juegos en forma de lagartos seguían ahí, solo se veían más pequeños de los que los recordaba. Algo en mi decía que si seguía caminando recto atravesando la zona de juegos se debía ver una zona de aparcamiento y en la tercera calle tenia que voltear a la derecha, así que lo hice, después de ahí no supe guiarme y no podía distinguir si estaba en el lugar correcto. Las gotas de lluvia habían comenzado a caer con mucha intensidad, no llevaba sombrilla o un cambio de ropa o un pañuelo con el cual secarme. Una ráfaga de viento levantó todas las hojas que estaban descansando en el suelo haciéndolas ir hacia mí, me rodearon en espiral y siguieron su camino hacia las ultimas casas de la calle. Me sentí bienvenida por el ambiente y sin pensarlo dos veces mis pies se movieron, comencé a correr hacia ellas, debieron pasar cinco minutos, mi cabeza estaba en blanco y mi ropa empezaba a empaparse por la intensidad de lluvia. Las hojas se habían detenido en la entrada de una casa blanca de dos pisos, las plantas que adornaban la entrada y el árbol hacían el terreno muy hogareño, no tuve que buscar la maceta naranja para saber que había llegado a mi destino.
No tenía reloj, pero estimaba que había pasado una hora y media desde que partí de mi residencia, estaba empapada e incomunicada pero el tiempo jugaba a mi favor, solo tenia que firmar los documentos y esperar a que la lluvia cesara. Con eso en mente caminé nueve pasos a la derecha y cuatro al frente, me había quitado las botas y las medias, el suelo estaba frió y podía ver mi silueta en la porcelana blanca del suelo, el agua escurría de mi cabello a mi ropa y terminaba en el suelo. Mientras caminaba me vi tentada a tomar una de las telas que cubría las sillas y la mesa de la sala, quería desvestirme para girar con ellas hasta convertirlas en un vestido. Pero no lo hice, no quería ensuciar el buen trabajo de los encargados, además sabía que en el cuarto del fondo debía haber ropa para regalar que una vez mi mamá utilizó. Por respeto a mis padres no había entrado a su habitación desde la ultima vez que los vi hace 7 años. Era más joven que ahora, en ese momento pensaba que si entraba y me apropiaba de sus cosas se iban a molestar y nunca más me visitarían. Hoy simplemente sentía una nostalgia bañada en apatía, mis padres habían muerto en esa casa, y yo había trabajado muy duro para olvidarme de ellos.
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Todas las Almas pueden Volar
Teen FictionVivimos en un mundo regido por tres reglas, cinco tipos de seres y un secreto. Quienes observan se encargan de reportarlo todo, quienes pasan por la vida sin conocer lo que sucede tienen el privilegio de la ignorancia y el castigo de ser juzgados...