Capítulo Uno: La Fisura del Universo.

24 4 1
                                    

— ¡Aquí están sus tés, señoritas! — La Deidad de cabello rubio y bien cuidado se acercó a la mesita blanca donde se encontraban la Deidad de los Problemas y la Deidad de la Creación, con una bandeja en mano con dos tazas de té y una de leche con chocolate.

—Wow, parece que es muy difícil hacer una maldita taza de té —se quejó la más longeva, tomando su taza y dándole un sorbo—Además, ¡sabe horrible!

—¡Mary! ¡Deja de molestarlo, tan solo tiene tres años! —Sunshine la regaño, tomando su taza y bebiendo de ella.— ¡Hmm! ¡Esta rico!

—¡Ha! ¡Parece que mis habilidades culinarias son dignas de un chef! — El chico se sintió alabado por esas simples palabras de la chica, sonriendo orgulloso.

—Oh por el Dios Supremo, ni siquiera sabes freir unos miseros huevos —burló, pasándose la mano por la frente, estresada y volviendo a tomar del té.

—¡Hmph! ¡Con el tiempo se aprende, Escri-tonta! —aquel apodo ofendió mucho a la Escritora, está levantandose de su asiento.

—¡¿Cómo me dijiste, pequeña mierda?! —eso causó miedo en la deidad menor, listo para huir en cualquier segundo.

—¡No empiecen a pelear, ustedes dos! ¡Se supone que este sería un día de paz y tranquilidad! —la chica brillante se levantó y se puso en medio de ellos, enfadada.

—Bueno, si hubiéramos lanzado a este pendejo al espacio desde un principio, ¡Estaríamos super en paz! —la diosa estaba preparada para soltar sus barbaridades.

—¡Mary! ¡¿Que te he dicho de decir esas groserías?! —la pelicastaña exclamó al oír esa palabrota, mientras que el único chico estaba temblando.

—¡Que está mal y que la chingada, pero este maldito mocoso me saca de quicio! —La Escritora se subió la manga, tratando de golpearlo pero su pareja deteniendola.

—¡Basta, Mary! ¡Se supone que por fin estamos en paz ahora! ¡No lo arruines, por favor! —suplicó, frunciendo el ceño.

—¡Oh, vamos! ¡No es como si se fuera a acabar el mundo solo por golpear a este...! —La Escritora paro en seco, sintiendo un fuerte movimiento en el suelo, los otros dos sintiendo el mismo movimiento.

Los tres se quedaron donde estaban, sin hacer ningún movimiento excepto el que les causaba aquel terremoto, asustados, observando cómo la mesa donde estaban sentados, los árboles, la fuente y las edificaciones se tambaleaban con fuerza, como si de gelatina de tratase.

Afortunadamente, aquel desastre no duró mucho, tan solo unos segundos después el terremoto cesó, Sunshine y La Escritora parecían desconcertadas y sorprendidas, mientras que el menor temblaba del terror.

—¡¿P-Por que...n-no me dijeron q-que había terremotos e-en el Paraíso?! —soltó de manera cortada, asustado y temblando de forma exagerada.

—Eso es por qué no los hay...—dijo la Escritora, sacando su libreta y abriéndola en una página con un mapa del universo, observando una luz roja en el Tercer mundo.— Algo malo debió haber pasado...

—¡E-Entonces tenemos que ir rápido! ¡Podría haber más desbalances! —la brillante tomó al menor y a su pareja de las manos, La Escritora cerrando su libreta y un círculo formándose alrededor del grupo, brillando con intensidad y haciendo que los tres desaparecieran del Paraíso.

Dentro de unos pocos segundos, los tres aparecieron en un laboratorio secreto, quedando boquiabiertos al tener un gran portal con vista a la galaxia y una fisura en la pared como su primer pista, lo cual ya era la respuesta a todo.

—¡¿Eh?! —una mujer robot también se encontraba ahí, levantándose del asiento al verlos aparecer de la nada en su laboratorio y con un rostro de notable estrés.—¡¿Cómo entraron a mi laboratorio?!

Contra la Fusión de Nuestra RealidadDonde viven las historias. Descúbrelo ahora