Capítulo 5: Heartache

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No puedo explicar cómo me siento, pero puedo asegurar que no es una sensación para nada agradable. Mi corazón se siente tan débil, se siente horrible, y por cada minuto que transcurre siento como se comprime provocándome un dolor insoportable. Los últimos días no he parado de llorar, por más que lo he intentado aún no puedo creer que Lauren Jauregui me haya rechazado, aunque por supuesto una parte de mi lo entiende. Porque, por favor.

¿Que era lo que esperaba?

Estaba claro que ella no correspondería mis sentimientos, ni siquiera éramos amigas, apenas unas conocidas que intercambiaban palabras rara vez.

No hemos hablado desde lo ocurrido, de hecho, diría que ni siquiera nos hemos cruzado o por lo menos eso es lo que he intentado hacer. Es cobarde de mi parte evitarla, lo sé, pero siento tanta vergüenza al verla. Ni siquiera se porque el rumor no se ha esparcido ya, es decir, mi situación debería estar en las noticias del periódico "La chica estúpida que se le declaro a una roca" Incluso el título suena fantástico. Pero enserio, Lauren es tan hermosa, inteligente, y la forma en cómo actúa es tan sofisticada... Mientras que yo solo soy una simple enfermera.

Aquel sentimiento de tristeza que por tantos días he tratado de ocultar reapareció y las abundantes ganas de llorar crecieron dentro de mi nuevamente.

—No me digas que sigues estando así por el rechazo de tu amada—refunfuñó Alice adentrándose en la carpa— ¡Vamos! Hay muchísimas más chicas en el mundo, no sólo está ella.

—Tu no lo entiendes, Alice.

La pelirroja rodó los ojos, como si fuera lo más estúpido que hubiera dicho.

—No, si que lo entiendo. Y lo que tú necesitas es salir de una vez por todas de aquí, te la pasas encerrada todo el día y estás descuidando las prácticas, si continúas así la comandante Erika vendrá a patearte el trasero por holgazana.

Me estiré como espagueti en el colchón y hundí mi cabeza en la almohada. No quería levantarme, prefería quedarme a vivir aquí que tener que salir y probablemente toparme con Lauren. Pero obviamente por más que quisiera mantenerme encerrada, en algún momento tendría que salir y tener que enfrentar la realidad. Retiré mi cabeza de la almohada y mire a Alice con los ojos cristalizados, tenía deseos de llorar... De nuevo.

—Alice, no puedo dejar de pensar en ella. Por más que lo intento una parte de mi no puede superarla y sigo recayendo en lo mismo. Créeme que intento distraerme en alguna otra cosa pero mi mente siempre encuentra la forma de volver a recordarla.

Un suspiró salió de sus labios para posteriormente sentarse a un lado mío, colocó su mano detrás mi espalda y comenzó a acariciarme con delicadeza. Me sonrió con comprensión y sus ojos azulinos me miraron durante unos segundos.

—Se que es difícil, Camila. Pero no puedes quedarte aquí y más teniendo como responsabilidad el tener que practicar para así poder salvar a las demás personas en el campo de batalla, eres una enfermera, y como tú lo has dicho, tu curas no dañas. Y si quieres seguir haciéndolo no puedes quedarte aquí llorando por una mujer. En una hora el general Scott hará una reunión, en la que estarán todos, incluyéndote a ti, por esa razón vine hasta aquí para avisarte.

—Gracias, Alice.

—Para eso están las amigas—sonrió— ¡Pero bien! ¡Arréglate, eres un desastre ahora mismo!

Sonreí por su "cumplido"

* * *

La charla del general Scott resultaba para mí un tanto monótona, pues solamente era un discurso que repetía como motivación en muchas de las ocasiones. Pero siéndoles sincera no motivaba en lo más mínimo, solo existía una persona en todo el ejército qué daba los mejores discursos, pero extrañamente aún no había llegado y no sabía si estar agradecida o molesta por ello.

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