Las cuatro paredes se sumieron en un adormecedor silencio, la menor contenía su respiración con dificultad, sintiéndose prisionera por los penetrantes ojos que la contemplaban sin vacilación. La fijación en su mirada consiguió estremecerla y como resultado sintió helarse, conteniendo la cantidad de preguntas que inundaban su cabeza.
—Señorita, Cabello. —saludo cortésmente.
Una ardiente brisa recorrió el cuerpo más joven. Ambas mujeres cruzaron sus miradas, más la menor sintió su piel erizarse. Desvió la mirada intimidada, sintiendo su respiración engancharse en su garganta.
—C-Cabo, Jauregui.
La enfermera no tenía el valor para volverla a llamar por su nombre. No quería hacerla enojar y mucho menos incomodarla por pensar que podría sobrepasar la línea. Después de su penúltima conversación en el campo de batalla creía haber roto aquel "lazo" que habían fomentado y con ello el derecho de empatía-amistad. Fue la joven de ámbar oscuro quien cruzó por el lateral de la menor antes de colocar su maleta a un costado del reconfortante colchón de algodón fino. Camila sintió un ligero aire de remordimiento al no parar de contemplar el bello perfil de la soldado. Su respingosa nariz repleta de abundantes pecas, que solo la hacían lucir más hermosa de lo que ya era, más sus suaves labios carmesí que resaltaban con el brillo pálido de su piel. Aparto su mirada. Ella sabía que era demasiado.
Y por más que quisiera ensamblar una conversación decente con aquella soldado temía ser rechazada una vez más. Su cabeza aveces le jugaba una mala pasada. La menor decidió que lo mejor sería brindarle un poco de espacio, es decir, debía ser tedioso tener que compartir habitación con ella durante tanto tiempo. Abrió su maleta y escogió lo más adecuado, desde que Lauren atravesó aquella puerta la enfermera intuyó que ya no podría utilizar más su piyama de Bob Esponja.
Le hecho un último vistazo a su nueva compañera antes de introducirse en el baño. Estaba más que claro que necesitaba de una helada ducha. Tardo lo necesario y al salir continuo reflexionando en lo ocurrido. Los nervios aún estaban presentes.
«¿Puede ser esto más miserable?» Pensó Camila.
También es cierto que no podría considerarse como mala suerte lo que estaba sucediendo. Si tu amor platónico estuviera durante cinco días contigo, en una misma habitación, no te quejarías. Pero seria distinto si no fuera por el hecho de haber sido rechazada de la manera más vergonzosa, bueno... Habrían muchas situaciones vergonzosas, y la suya debía ser bastante mediocre a comparación de otras, pero no cabía duda el hecho de ser un poco penoso el hablar con ella.
Tomo un húmedo mechón de cabello que caía por enfrente de su cara y lo deslizó detrás de su oreja, mirando su propio reflejo en el espejo. Camila no se sentía fea, incluso podría considerarse atractiva. Y el hecho de no ser el estereotipo de Lauren la frustraba hasta los suelos, aunque también existía la posibilidad de no tratarse solamente de su físico. «¿Y si no le gustasen las chicas?» Pensó.
Jugueteó con sus dedos un rato, perdida en sus pensamientos y en cómo lidiar con la mayor sin que a cada segundo tuviera que batallar por no parar de pensar en lo bien que se vería sin ese montón de ropas. De pronto, el helado viento refresco su piel, erizándola de inmediato y como instinto buscó su toalla de bañar. Para su desafortunada suerte, no estaba.
— ¡Rayos! —Se reprendió.
No podía ser más torpe. No podía, no podía. ¡No podía! Un bufido salió de sus labios al recordar donde la había dejado, en realidad nunca la había cogido. Lo más importante y se le había olvidado. ¿Existían otras alternativas? Si, pero no quería aguardar para que le diera hipotermia o secarse con ropa apestosa. No había más opción, tendría que pedírsela. ¿No sería tan difícil, o si? Pero, ¡dios! Le asfixiaba el hecho de al menos formular una serie de palabras. Veámoslo así, si fuera otra persona, sin problemas.
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Pretty Soldier ⇒ Camren
Romans❝Déjame protegerte❞ ❝Solo si tú me dejas entrar en tu corazón❞