| Séptimo latido |

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Furihata viene el fin de semana como lo ha prometido. Mi abuela es quien sale a recibirla antes de que yo tenga la oportunidad de bajar de mi habitación y hacerlo. Hace un comentario discreto y acertado sobre el corte de cabello de mi amiga y lo mucho que le queda, luego le ofrece pasar al comedor a tomar el desayuno junto a nosotras.

Nos saludamos con una sonrisa y caminamos juntas tras la abuela mientras ella me muestra los libros que ha conseguido el último mes y que está dispuesta a dejarme leer. Hay una gran variedad de libros desde el más clásico hasta el más moderno. Furihata me dice qué tal vez una vez que lea alguno de ellos podremos intercambiar impresiones, así como lo hacemos siempre. Ella se emociona demasiado cuando me habla sobre lo mucho que le obsesiona John Katzenbach últimamente; es un escritor estadounidense al que en realidad no he leído más allá de "Él psicoanalista", un thriller bastante intrigante y entretenido que se llevó una de mis mejores puntuaciones.

—Entonces tal vez leeré algún otro libro suyo — le digo a Furihata quien hasta ahora, según sus palabras, ha leído un tercer libro de este mismo autor y espera ir pronto por el cuarto. Es otra cosa que la caracteriza, supongo, cuando algo la obsesiona, la obsesiona de gran manera, hasta el punto en que casi parece consumir su existencia. Lo mismo le sucede con un grupo de música al que no le he dado la oportunidad sinceramente, pero que a ella le vuelven loca de una forma divertida. Es algo así como una fangirl solo que ella aún no lo admite.

—Me alegra escuchar eso porque entre los libros que te dejaré están un par de ese autor.

—Gracias de nuevo, me aseguraré de devolverlos.

—No hay problema, toma tu tiempo. A cambio revisaré tu biblioteca y me llevaré algunos.

Mí biblioteca no es tan grande. Es apenas un librero de un metro y medio que mi madre me regaló hace ya un tiempo. En el guardo libros de todo tipo, escolares, infantiles, recetarios, revistas, y si, mis propias obsesiones. No tengo un autor favorito, aunque cuando conocí a Furihata y nuestro gusto por la lectura nos llevó a coincidir estaba terriblemente obsesionada con Ryūnosuke Akutagawa y sus cuentos. Ahora estoy leyendo "Un grito de amor desde el centro del mundo" de Kyoichi Katayama. Es una historia preciosa. Que me está marcando de algún modo. Habla sobre el amor y como el amar a alguien significa pensar en el otro antes que en uno mismo. En su felicidad. En su bienestar.

Estoy a mitad de la historia y me niego rotundamente a saber cómo termina antes de tiempo, por más que mi abuela insista en qué hay una película sobre ésta historia.

—Nos has tenido muy abandonadas, Furihata — mi abuela le dice mientras toma los utensilios que ocupará para preparar el desayuno. No es un reproche. Al menos no suena como tal.

Furihata se adelanta un par de pasos y se ofrece a ayudar. Yo decido quedarme a distancia ya que de otro modo esto podría terminar en desastre. Me siento en la isla de la cocina a esperar.

—Lo sé y lo siento, pero es mi último año y realmente estoy esforzándome por dar lo mejor.

—Furihata-sempai planea ir a la universidad — comento yo, agregando el honorífico a consciencia de que a ella no le gusta que le trate como mi superior. Algo que se refleja en la mirada indiscreta y severa que me da.

La abuela sonríe en comprensión a la vez que toma la mano izquierda de Furihata entre las suyas.

—Me alegro por ti pequeña — Furihata sonríe enternecida, completamente agradecida con el cariño que mi abuela le brinda. Yo sonrío desde mi lugar contenta por el cariño que estas dos personas tan importantes para mí comparten. —Eso significa que ya has pensado en tus opciones — la abuela agrega después de soltarla.

Tú, yo y el espacio entre nosotrosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora