Capítulo 11: Cara a cara con el anónimo.

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Sí, lo acabo de ver, por fin, sé que trabaja ahí, trae la misma camiseta con la que lo vi la segunda vez en el puesto de comidas rápidas. Estoy sorprendida, ya habían pasado muchos días desde la última vez que lo vi, y sí, estoy emocionada.

Me dirigí hacia él; estaba de espaldas y realicé pequeños toques para que volteara a verme. Al principio parecía ignorarme, pero no, él era muy grande y yo muy pequeñita y no sentía nada con mis toquecitos. Le pegué un poco más fuerte.

—¡Auuuch!— Exclamó mientras se volteaba a verme. —Eso dolí...—Cortó la palabra sorprendido.

—Hola— Le dije mientras intentaba disculparme con él con mis propios ojos, pues sé que el golpe fue un poco doloroso.

—Hola, ¿qué se te ofrece?— Preguntó sin poder verme a los ojos.

—¡Respuestas!— Levanté mi ceja izquierda.

—¿A qué te refieres?— Con tono de voz un poco más tímida.

—De la carta— Respondí. —Necesito respuestas acerca de la carta que escribiste para mí—.

—¿Cuál carta?— Se notaba mucho más avergonzado.

—¡No te hagas!— Le dije con voz de mando.

—¿Por qué piensas que yo escribí tal carta?— .

—Tu vestimenta; tu franela dice PERFECTA IMPERFECTA por la parte de atrás, cosa que en la carta hacía mucha referencia a esa frase— Respondí segura.

—Está bien, yo soy el chico de la carta— Suspiró. —Me llamo Rubén.

—Es un gusto— dije seca. —No te diré mi nombre, ya lo sabes bien.

—Sí, lo sé— Me miró a los ojos con una pequeña sonrisa en su rostro. —¿Qué quieres saber?— Preguntó.

—Bueno, muchas cosas— Respondí. —Pero ahorita no puedo, voy directo al hospital, ¿quieres que pase más ahora por aquí?

—Yo me iré temprano— Hizo una pequeña pausa mientras mordía su labio inferior. —¿Te parece si voy a tu casa?— Preguntó.

—Está bien, pasa mañana a las 7 de la mañana— Respondí. —A esa hora estaré sola y tendremos tiempo para hablar—

—Entonces, estaré a esa hora—.

—Bueno, adiós— Me despedí de él.

—¡Adiós...— Exclamó. —Valery!— Sonrió.

Caminé a la parada de taxis y esta vez pasó un taxi e hice la seña para que se detuviera. Sostuve una pequeña conversación con el conductor acerca del presupuesto. Subí al auto y me dirigía al hospital.

Pasaron unos cinco minutos de camino y miré algo muy desagradable, Carl y Katherine se besaban, y se toqueteaban como nunca.

—¡Qué asco!— Exclamé en mis adentros.

Yo solo contemplaba los edificios y las estructuras mientras pasaban los minutos; había mucha gente, todo estaba congestionado debido a la multitud. Pero se notaba semblante de tranquilidad y alegría de todas las personas. Y los centros comerciales llenos de familias que irían de compras.

"YO SIEMPRE SERÉ IMPERFECTO; NUNCA SERÉ PERFECTO, NADIE LO SERÁ", leí esa frase en una pared.

...

—¡Oiga señor!— Le dije al conductor del taxi.

—Sí, dígame, señorita—

—¿Tú crees que no exista alguna persona perfecta?— Pregunté mientras lo miraba por el espejo del medio del auto.

—No señorita, no existe la persona perfecta, todos en este mundo somos imperfectos, y nunca alcanzaremos la perfección completamente, como lo han dicho muchos escritores y personas comunes— Respondió.

—¿Pero ni siquiera intentando podemos llegar a ser perfectos?— Volví a preguntar con esas ganas de saber, entusiasmo.

—No, ni siquiera, nosotros los humanos tenemos en nuestro ser sentimientos de maldad y de buena obra— Respondió. —Todos los tenemos, además, todos hemos hecho cosas malas, y seguiremos haciendo cosas malas. Sin embargo, podemos disminuir las fallas que cometemos poco a poco—.

—¿Entonces se puede disminuir las fallas pero no se puede llegar a la perfección?—

—Así es— Respondió.

...

Esa conversación me ponía a pensar a lo que quería referir Rubén cuando escribió la carta para mí.

Ese tipo de frases han estado muy a la moda, y todas las personas llevan consigo ese pensamiento. Es muy interesante, la vida se trata de ser perfectos siendo imperfectos, tiene lógica.

Ya han pasado treinta minutos y he llegado al hospital.

Le digo al conductor que se detenga y el asiente con la cabeza. Estaciona su auto, yo le pago y bajo. Camino directamente hacia dentro del hospital porque ya era la hora de visita para ver a Edwin y a Patricia.

...

—Hola, señorita, ¿puede decirme en qué habitación están los pacientes Edwin Castle y Patricia Lesnar?— Pregunté con una sonrisa.

—Claro que sí, señorita— Busca en su ordenador. —Los chicos los tienen en dos habitaciones por separados, el señor Castle está en la habitación 104, primer piso a la derecha, y la señorita Lesnar, habitación 105, al lado de la del chico—.

—Muchas gracias, señorita— Agradecí por su buen desempeño laboral.

Me dirigí al primer piso. Mientras iba caminando veía muchos pacientes enfermos y muchos moribundos, era horrible ver eso.

—¡Por aquí debe ser!— Me dije a mí misma.

Efectivamente miré la habitación de Edwin, 104.

Decidí visitar a Edwin primero, por razones obvias. Hice unos pequeños toques a la puerta de la habitación y escucho una voz.

—Adelante— Esa voz la había escuchado antes.

Abro la puerta, para mi sorpresa, ¡ash!.

—¡No puede estar él aquí!— Exclamé conmigo misma.

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¿Quién será la persona que acaba de ver Valery?

Parece que se disgustó, pues eso lo veremos en el siguiente capítulo de nuestra novela.

Perfecta Imperfecta. [Finalizada]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora