Domingo, 7 de enero de 2018

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Por fin estoy en casa.

Ayer mi madre me obligó a salir a la calle antes de que volviéramos a Madrid pero me negué completamente.
Desde el día de las ruinas no he vuelto a dejar de pensar en aquello que pasó... En el beso.
No salí de la habitación del hotel ni siquiera para ir a cenar, les dije a mis padres que había debido de comer algo en mal estado y que por eso no me encontraba bien. Y respecto a Edilson, les conté que nos habíamos peleado por una tontería y que ya no nos hablábamos. Pero la verdad era que después de aquello se fue y ya no lo volví a ver más,  salvo para decirme que cuando volviéramos al instituto hiciera cómo si no le conociera en absoluto.

Si les llego a contar a mis padres la verdad de lo que ocurrió ese día con Edilson mi madre se avergonzaría de mi toda la vida y me llevaría a un psicólogo o algo peor, y mi padre no me dirigiría la palabra jamás.
Para mi alivio, Edilson me siguió el rollo con lo de la discusión y no dijo nada. Claro, a mi tampoco me gustaría admitir que un idiota que creía mi amigo me ha besó de repente.

Lo que más de duele en el alma es que confiaba en él. Y esa confianza hizo que mis sentimientos salieran sin miedo al rechazo, pero al parecer eso es lo único que he conseguido, rechazo.

El Diario de HugoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora