VIII

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VIII

La lluvia cubre toda superficie, sus ojos observan a Alonso como si estuviese dormido, a pesar del tiempo aún tiene miedo de hacer mucho ruido, pues no se acostumbra a la idea de que su cuerpo está ahí, pero su conciencia se encuentra perdida en alguna parte. La noche avanza y las tenues luces de la habitación del hospital la rodean de forma cálida y placentera. No enciende el televisor, no hay música, no lee algún libro, únicamente lo escudriña intentando comprender. El sonido de su celular le saca de ese ensimismamiento, observa la pantalla luminosa con el nombre de Lalo.

-¿Si?-. Responde ella, intentando hacer el menor ruido posible.

-Alex ¿qué es esto? No dejo de pensar en él, volteo y se encuentra escondido en un rincón y no me deja en paz-. Las palabras se atropellan y no tienen sentido aparente, su miedo lo hace hablar más rápido de lo normal.

-Lalo ¿De qué hablas?-.

-De César… voy a tu casa-.

-No estoy en casa, estoy en el hospital-.

El camino al hospital se le hace eterno, entre la prisa y el recuerdo de aquella figura que no lo deja en paz, que parece estar en cada curva que toma, en cada sombra que aparece frente a él.

-Sé que estás ahí, sé que puedes escucharme… no dejes de luchar, amor-. Alex sostiene su mano mientras susurra estas palabras que rompen el espeso silencio dentro de la habitación del hospital, acompañando al beep beep que monitorean sus signos vitales. Las luces del pasillo parecen parpadear un momento y, por una milésima de segundo parece ver a César entre las sombras, esperando.

Lalo lega a la habitación, su rostro se encuentra contraído por la impresión vivida un par de horas antes, se encuentra agitado por subir corriendo las escaleras del hospital, no deseaba esperar el ascensor y encontrarse nuevamente en un lugar encerrado con lo que sea que lo está siguiendo. La abraza por un segundo, mientras todo su cuerpo comienza a temblar y una lágrima rueda por su mejilla, dejando sacar toda aquella tensión acumulada. Una de las enfermeras de guardia pregunta por su estado pero ninguno de los dos parece escucharla, como si no existiera en ese momento; toman asiento junto a la cama donde Alonso se encuentra Lalo comienza a explicar todo cuanto pasó, sin saber si fue real o sólo una alucinación, sin comprender del todo aquello que sucedió, desde los besos hasta las palabras usadas en una voz que pareciera venir de todas partes pero no había nadie que las pudiese emitir. Alex lo cubre con una manta, su cuerpo no deja de temblar y su mirada parece pérdida.

-¿Seguro que dijo eso?

-Cada palabra ¿Sabes qué significa?

-No quisiera

Una vez más las voces parecen llegar desde cada habitación de la cabaña, camina de un lado a otro mientras observa el interior de cada una de las habitaciones esperando encontrar alguna salida, tal vez una ventana abierta o una puerta mal cerrada pero todo parece inútil.

-No me tendrás aquí por mucho tiempo-. Repite una y otra vez abriendo cada puerta, forzando cada ventana.

-¿Vas a regresar?

-Tengo que arreglar las cosas.

-Iré contigo

-No necesito que vengas, ya lo intenté una vez y puedo hacerlo de nuevo.

-¡No te atrevas!-. Alonso mira una puerta que no había visto antes, una habitación que no estaba ahí parece abrirse y dar paso a unas escaleras que dan a una especie de ático de techo bajo, no tiene ventanas pero una luz parece filtrarse desde algún punto de ese laberinto de pasillos estrechos; lo recorre a gatas dando vuelta una y otra vez, cada cuanto a la derecha y algunas veces a la izquierda, entrando y saliendo de la más profunda oscuridad, entre telarañas y polvo, en ocasiones húmedo y espeso, en otras es terroso y negro.

Al final del tunel (Solo En La Oscuridad 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora