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Alphonse Elric amaba las flores

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Alphonse Elric amaba las flores.

Desde pequeño le encantaba ver sus colores tan vivos, su aroma, también notaba como crecían cada vez más.

Era gratificante cuidarlas.

Los años pasaron y el de ojos pardos seguía con su amor a las flores

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Los años pasaron y el de ojos pardos seguía con su amor a las flores.

Por esa razón, cuando se mudó junto a su hermano mayor a la ciudad de Amestris, decidió abrir su propia florería. A decir verdad era muy bueno en el negocio.

Había cumplido una de sus metas, pero aún quedaba pendiente la más importante para su corazón.

Se sentía triste, era muy probable que ese deseo no lograra llevarse a cabo.

—De todas formas, ni siquiera le intereso —musitaba Alphonse para si mismo, al mismo tiempo que jugueteaba con una rosa en el mostrador de su tienda.

En ese momento, sonó la campanilla que indicaba la visita un nuevo cliente.

—Bienvenido, ¿en qué lo puedo ayudar? —habla recuperando la compostura.

Ahí fue donde se dio cuenta de quien era.

—¡Hermano!, ¿qué te trae por aquí? —exclamó sorprendido. Si bien, su hermano lo iba a ver prácticamente todos los días, no era muy común que lo hiciera en sus horas de trabajo.

—Salí temprano el día de hoy —comentó acercándose a el menor.

—Oh, comprendo.

—Además, quisiera pedirte un consejo.

—¿En serio, sobre qué? —cuestionó con interés el más «pequeño» de los dos, tomando nuevamente la flor que tenía en sus manos antes de que fuera interrumpido por su visita.

El mayor tomó algo de aire antes de revelar su problema. Sus rostro revelaba vergüenza, aun así logró soltar la pregunta—: ¿Cómo puedo hacerle saber a alguien que lo amo?

Ese fue como un balde de agua fría para Alphonse, estaba acostumbrado a ser el centro de su hermano y ahora debía compartirlo.

Tomó un largo suspiro intentando contener el remolino de confusos sentimientos.

—¿Quién es? —logra articular ignorando el nudo en su garganta.

—No creo que sea bueno decirlo ahora —silba pasando una mano por su nuca, avergonzado.

—Esta bien, supongo que si le dices lo que tu corazón siente y lo acompañas con algún detalle, sería perfecto —menciona sonriendo, con su corazón lastimado todavía.

—¿Qué detalle sería el adecuado? —interroga el rubio mayor sin darse cuenta del daño que estaba causando.

—Un ramo de sus flores favoritas, por ejemplo.

Edward pareció estarlo pensando un poco, hasta que por fin volvió a hablar.

—¿Cuáles son tus flores favoritas?

—Son los girasoles —contesta confundido, olvidándose un poco de su dolor.

—Entonces, dame un solo tallo del girasol mas hermoso que tengas —pide lleno de alegría, una alegría que Alphonse no era capaz de negar.

Sonriendo, realizó lo pedido. No le importaba que la persona por la cual su hermano estuviera tan enamorado no fuese el, mientras Edward sea feliz el mismo lo sería.

—Aquí está.

—Gracias, ¿cuánto es? —preguntó sacando dinero de su cartera.

—No es necesario —decía haciendo un gesto de total desaprobación.

—Lo es.

—No lo es.

—Solo toma esto, no te preocupes por el cambio, quédatelo —le reprochó entregando una gran cantidad de dinero—. ¡Iré a confesar mi amor ahora mismo! —mencionó antes de salir de la tienda con una expresión reflejando su alegría.

—¡Te deseo suerte! —gritó sonriendo, esperando ser escuchado por el contrario.

Apenas habían pasado alrededor de cinco minutos desde que el mayor de los hermanos Elric salió de la florería

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Apenas habían pasado alrededor de cinco minutos desde que el mayor de los hermanos Elric salió de la florería.

—Tal vez están besándose en este momento —decía hacia la nada a la vez que regaba las plantas.

Y la campanilla sonó nuevamente.

—Bienvenido, ¿en qué puedo ayudarle? —recita levantándose de su lugar, limpiando su manantial de llanto y tristeza.

No obtuvo respuesta, abrió los ojos y con lo primero que se topó fue con un tallo de girasol.

Levantó el rostro, encontrándose con una mirada dorada observandolo con un brillo inexplicable.

—Me gustaría decirlo de algun modo más encantador pero no creo que eso venga bien a mi imagen —suelta aquel hombre de cabello rubio.

Un gran carmín apareció en su rostro al darse cuenta de quien estaba dedicándole tales palabras.

Edward Elric, su hermano.

—Te quiero, Alphonse —confiesa tomándole del rostro para dejar un delicado beso en su frente.

Y es ahí donde Alphonse finalmente pudo ser feliz, en su propio cuento de hadas con su hermano dándole el amor que siempre anheló.

Después de todo siempre han sido solo él y su hermano.

Después de todo siempre han sido solo él y su hermano

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Drabbles ;  𝗙𝗠𝗔.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora