Con ambas manos sujetando el mango, el primer corte impactó directamente al metal, soltando una lluvia de diminutas chispas naranja. Velozmente, el segundo movimiento se hizo presente solo para encontrar al aire, Romina se hacía atrás con un único paso, logrando que el filo de la espada de Nicolás no llegara a rozarle ni un cabello. Una flecha de Emilia impactó contra el enorme ventanal que yacía sobre el enorme y ostentoso trono de oro blanco, con respaldar de obsidiana pulida, que hizo un estruendo al dejar caer los trozos de vidrio sobre Mérida, que se apartaba como si no le interesara; preparando una segunda, la chica se dispone a tensar el arco cuando de pronto una enorme fuerza ejerce presión en sus brazos, no dejándola moverlos.
—No vas a necesitar eso, Emilia. — Exclama Romina desde el otro lado de la habitación. A pesar de la distancia, mientras sus labios gesticulaban en susurro, el sonido parecía salir de todos los lados del salón del trono. Con un despreciativo gesto en su rostro, mostraba su palma izquierda ante ambos, quienes aún no podían moverse. Al agitarla hacia su lado izquierdo la misma presión que ya ejercía sobre los brazos de la joven hizo que el arco volara unos cuantos metros a su derecha.
Nicolás dejó de sentir la presión apenas Romina bajo la mano, y sin pensarlo dos veces dio una estocada con todas sus fuerzas. Ésta de nuevo se hacía a un lado para rodear con una velocidad casi imperceptible al chico, colocándose a sus espaldas. Otro corte lo hizo dar la media vuelta para intentar impactarla, pero nuevamente se encontró con un espacio vacío. Alzó su espada hacia atrás, y bajó el filo a toda velocidad, sintiendo como chocaba con el acero de La Reina, mientras que él intentaba hacer fuerza y desarmarla en el momento justo.
—No tienes coordinación...— Dice ella mientras con precisión, bajaba su bastarda, ya en horizontal, para subirla con fuerza y obligar a Nicolás a alzar los brazos hacia atrás. —No tienes el estilo... -— Las manos del joven se movían con pesadez hasta el costado izquierdo de Romina, pero ella velozmente bloqueaba el impacto, sujetando la espada únicamente con su mano derecha, bajando el arma hacia su esquina, y subiéndolo para empujar al chico y su brazo derecho hacia atrás. —No tienes la experiencia...— Tras una rápida vuelta, hace un perfecto corte transversal en el pómulo derecho de Nicolás —Y por lo tanto...— Con un movimiento de muñeca, desarmándolo y haciendo volar su única forma de ataque y protección por los aires, nuevamente por arte de magia —-...No tienes la ventaja...—
La Reina Malvada yacía con la punta de su espada en el cuello de Nicolás, que ya sin la presión, seguía sin poder moverse. Esta vez no por acto de hechicería alguna, sino por el miedo. Estaba paralizado, las piernas le temblaban y su mente maquinaba todas las salidas posibles de ese lugar. Atrás, Emilia se tambaleaba, alejándose poco a poco de Mérida que también amenazaba con su arma a la chica que no parecía haber dado una gran pelea ante la Guardia Real.
—Romina, solo queremos a Margarita... — Susurra él, en medio de un ataque de pánico.
Una sonrisa aparece en el rostro de la mujer que parecía fortalecerse a medida que el muchacho era presa del pánico. — Lo sé, Nicolás, pero para obtener lo que deseas, en esta vida debes hacer una sola cosa: Ganártelo. Y en esto han fallado, tú y Emilia por igual.
—Pero Romina... — Exclama él.
—Todo lo que hagas, tendrá siempre una consecuencia, y la tuya es el fracaso. Debiste venir mejor preparado, o en su defecto, nunca debieron de retarme a un duelo. Igualmente como jamás debieron tocar el bosque de Celciemuno en busca de la Gente Árbol hace años, porque ahora poco a poco conocerán sus consecuencias, empezando por terminar como ellos... Olvidados, inútiles. — Nicolás intentó responder algo, o incluso voltear a ver a Emilia, pero una nube de humo lo rodeo, paralizándolo por unos segundos mientras, desorientado, observaba todo color negro, sin vida y vacío. — Todo el que se enfrenta a la Reina, descubre lo mismo...—
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Érase Una Vez.
FantasíaUn viejo reino, escondido entre el olvido y las historias, se escabulle entre los cuentos de hadas. Castillos de inigualable imponencia, y hermosos bosques sin comparación, que solo quedan en nuestra memoria; el humilde pueblo de Cuarsiem, el enorme...