Estoy embarazada

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— ¿Qué haces aquí...? —la miré a los ojos con el rostro serio, mientras bajaba el libro que estaba leyendo— ¿ De nuevo?

— ¿Puedo sentarme?

—Siéntate, Lizbeth, de todas formas ya arruinaste mi desayuno y mi lectura— cerré mi libro y me lo puse en el regazo.

— ¿Puedes no comportarte como un idiota? —solo me quedé en silencio un momento.

— ¿Qué es eso? —dije señalando el papel que estaba entre la mesa y su mano. Ella solo me miró en silencio, se mordió el labio, estaba preocupada y ansiosa— ¿Entonces? —levanté mis cejas esperando respuesta.

—Yo...— hizo una pausa y me miró con desdén— Estoy embarazada —por un momento me quedé sin habla y solo la miré, sentía que algo dolía pero me mantuve serio y con cierta dureza.

—Mío no es —dije antes de tomar un sorbo de café.

— ¡Nicolás! No actúes así.

— ¿Qué esperas que diga? No es mío y no tengo nada que ver con esto.

—Necesito ayuda.

— ¡Oh rayos! No lo puedo creer ¿Vienes aquí a pedirme ayuda? ¿Qué quieres que le de mi apellido? ¿Qué compre pañales? ¿Acaso estás loca? —no podía creer lo que estaba escuchando.

—Necesito dinero.

—Lizbeth, estás loca, por favor vete, yo no tengo nada que ver con esto, te fuiste hace 2 años y ahora vuelves para que te de dinero porque estás embarazada, en serio que no tienes un poco de... Dignidad.

— ¿No vas a ayudarme? —tenía un tono de sorpresa en la voz como si de verdad esperara que yo le ayudara.

—No —dije mirándola a los ojos, necesitaba que supiera que estaba hablando en serio. Se levantó de la silla con el papel en su mano, estaba notoriamente molesta.

— ¿Dónde está todo el maldito amor que jurabas que me tenías?

—Tú te fuiste y te lo llevaste contigo, dime ¿Dónde lo dejaste?

Me dio la espalda y se marchó. Me quedé ahí en silencio unos minutos hasta que recordé que tenía un buen libro y un desayuno en frente, pedí un café de nuevo, ya que el anterior ya se había enfriado. Lo que acaba de pasar parecía increíble para mí, como si en realidad no hubiera pasado, como si mi mente solo hubiera decidido olvidarlo, poner un vacío negro en esos 15 minutos.

Al terminar de desayunar, tuve la idea de hacer algo solo, pasar tiempo conmigo, así que me dirigí al cine de la ciudad y compré una entrada al azar, palomitas y un refresco, no sentía incomodidad o algo parecido, no sentía el dolor que se suponía debía sentir, por el hecho de que mi ex se acercara a decirme que estaba embarazada y que necesitaba dinero.

Era una película de comedia, no recordaba cuando fue la última vez que reí tanto, me sentía pleno y feliz en ese momento sin nada en la mente más que la película, estar solo ahí era un pequeño logro para mí, estar solo no era de mis cosas favoritas. Salí del cine y me fui a mi casa, era temprano cuando llegué a casa, tenía cosas por hacer, noticias que investigar, ideas por escribir. Tenía varios correos de diferentes asuntos del trabajo. Uno de esos asuntos me hizo rebuscar en algunos documentos en un escritorio viejo que tenía en una habitación de mi casa.

Mientras buscaba en uno de los cajones, encontré unas hojas que no tenían nada que ver con mi trabajo, dos cartas escritas a mano y una pequeña hoja con un dibujo, saqué aquello para mirarlo con más detalle. Eran cartas que Lizbeth me había escrito, en ellas escribía tantas cosas hermosas, palabras que al leerlas podía casi volver a sentir lo que sentí la primera vez que las leí, el dibujo era un pequeño e improvisado plano de nuestra casa, la casa en la que yo vivía en ese momento. Empezaron a llegar recuerdos, como estrellas fugaces y el vacío negro que había antes se llenó con aquellas palabras "Estoy embarazada" y con un recuerdo en específico.

—Dos parejitas.

— ¿No te parece que son muchos? —su cabeza estaba recostada sobre mi pecho mientras hablábamos.

— ¿Acaso eres tú quien los dará a luz?

—No, pero soy yo quien tendrá que soportarte durante 4 embarazos

— ¡Idiota! —dijo riendo.

— ¿Cómo van a llamarse?

—Antonio, David, Amalia y Eleanor.

—Me gustan esos nombres.

—Tenemos que tener un perro o dos.

— ¿Dos perros?

El recuerdo se fue diluyendo poco a poco. Me empecé a sentir nostálgico, empezó a dolerme, dolerme mucho. Sentí de nuevo el dolor de que Lizbeth me dejara, un ardor dentro del pecho que empezaba a estrujárseme, como cuando tomas un papel y lo presionas hasta que queda arrugado e inservible. Necesitaba sacar todo lo que estaba sintiendo. Necesitaba a alguien que me escuchara, que pudiera decirme algo para que ese dolor se calmara.

Busqué mi celular y llamé a la única persona que podía escucharme en ese momento, que podía hacerme sentir bien a pesar de todo aquello.

— ¿Hola? Necesito que nos veamos, llego a tu casa en 20 minutos, ¿Puedes?

¡Claro!

La última gotaWhere stories live. Discover now