17. Te quiero

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Cada vez que mis manos te tocan, y a cada momento que las tuyas lo hacen, mi cuerpo sufre miles de sensaciones que no logro describir

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Cada vez que mis manos te tocan, y a cada momento que las tuyas lo hacen, mi cuerpo sufre miles de sensaciones que no logro describir. ¿Qué me estás haciendo, Gabriel?

    —Me encanta sentirte entre mis brazos —susurra en mi oído mientras me acaricia con sus delicados dedos—, así, unida a mí, y yo a ti.

    El corazón me late con fuerza.

    —Y a mi me encanta que te encante —le respondo con cariño.

    Me abraza con más fuerza. Luego desciende por todo mi cuerpo, sintiéndome con su tacto y su olfato. Me fascina que haga eso. Suelto una risa.

    —¿Por qué haces eso? —Conozco la respuesta, pero quiero escucharla de sus labios.

    Siento que su sonrisa se ensancha, y me contesta entre besos y caricias:

    —Porque quiero memorizar tu cuerpo por completo, la textura, el olor, tu sensibilidad cuando hago esto... —Besa muy lentamente mi zona lumbar y me saca un gemido—. Y es en estos momentos cuando deseo con todas mis fuerzas poder ver. Quiero grabar todas tus expresiones faciales, tu rostro, tus ojos, tus labios... Todo. Todo de ti.

    ¿Cómo no estar confundida con las sensaciones que me provoca cuando me dice todas estas cosas? Suspiro de placer y eso le hace gracia.

    —Al menos tengo el sentido del tacto. Si no pudiera sentirte... No podría ni imaginar lo terrible que sería eso.

    Detiene sus movimientos y se pasa los dedos por el cabello. «¿Qué querrá decirme?»

    —No hemos hablado sobre lo que pasó antes de que te fueras, y no me gustaría dejar eso así. Eh... Pensé sobre muchas cosas y llegué a la conclusión de que lo entiendo, realmente lo hago. Sé que Melisa y tú quieren animarme y ayudarme a superar esos momentos que a veces me derrumban, y también sé que desean que sea más feliz. Solo que...

    —Lo sé. Es cierto todo lo que dices. Nos preocupamos por ti, por eso actuamos como lo hicimos en ese momento. Sé que Mel ha querido lo mismo que yo desde hace ya tiempo. Pero tampoco fue el momento adecuado, ni la forma.

    —Aún así no fue justo cómo las traté. Estaba molesto, sí, pero pude haberme comportado mejor. Lo siento.

    —Yo...

    —Siento mucho haberte dicho que no comprendes el dolor que siento, y decir eso sobre tus padres... No debí hacerlo. Eso te dolió mucho. A pesar de que no lo demuestras, sé que sufres y que aún te duele. Y me sentí horrible cuando esas palabras salieron de mí. Lo siento, Grecia, lo siento mucho. 

    Lo sé. En cuanto me dijo aquello ese día, pude ver en su cara cuánto lamentaba haberlo hecho. Pero no lo culpo.

    —Yo también lo siento, Gabriel. Siento haberte acorralado de la manera en que lo hice. No me puse en tus zapatos, y de forma egoísta quise imponerte un pensamiento que a mí me parecía correcto, en vez de ir a ti y conversarlo. Fue normal que reaccionaras de esa manera. Sentiste que rompía ese escudo que has puesto para que no te hagan daño.—Le acaricio las mejillas—: Lo siento.

Entre cambios y deseos ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora