Entramos en la habitación mientras yo me deshago de su camisa y el de la mía, apresurados por sentirnos. Nos dirigimos a la cama mientras nos quitamos todo lo que nos impide tocar más y, al mismo tiempo, nos besamos con intensidad. En algún momento Gabriel despega sus labios de los míos y va dejando besos en la piel de mi cuello; luego lame y muerde, y ambos gemimos de placer.
En la cama nos deshacemos de todo y nuestros cuerpos se envuelven a un ritmo lento mientras nos derramamos en una locura infinita de placer.
De espaldas sobre la cama y junto a Gabriel, analizo un par de cuadros.
—¿A qué te dedicas?
Estoy esperando una respuesta, pero demora en darme una. Subo la mirada a su rostro y veo que está despierto. Permanece unos minutos en silencio y me rindo. Sin embargo, cuando estoy por cerrar los párpados y disponerme a dormir, le escucho decir:
—Hace seis años presenté severos síntomas —obtiene toda mi atención—, como vómitos, dolores de cabeza y pérdida repentina de visión. —Respira hondo y continúa—: Me detectaron un extraño glaucoma. Es frecuente que afecte a personas mayores de sesenta años, a diabéticos, a hipertensos oculares, a aquellos que tienen o tuvieron parientes con glaucoma... Pero yo no tenía nada de eso. Mi caso era muy diferente, y no se podía hacer nada; por lo que de forma gradual, fui perdiendo la vista hasta quedar ciego por completo.
¡Dios, eso es horrible! Tener algo preciado para ti, que sepas que pronto ya no lo tendrás, y que continuamente te lo recuerden... es lo peor.
—Pero —vacilo—... no veo en tus ojos ninguna neblina que...
—Mi caso fue muy particular. Los médicos hasta el día de hoy no pueden comprenderlo. —Ríe con tristeza—. Creo que están más angustiados y preocupados por el hecho de no entender mi caso que por él mismo paciente. —Suspira—. En ese entonces, mis padres hicieron lo que pudieron por encontrar una solución, pero todo fue en vano.
»Me gradué en la universidad de arte, ¿sabes? Y, al mismo tiempo que cursaba la carrera, varias de mis pinturas se vendían por todo el mundo. Era un «prodigio», como me decían muchos. Lo cierto es que era muy bueno —dice con voz nostálgica.
—Nadie se libra. Todos y cada uno de nosotros cargamos con nuestros dolores particulares.
—¿Por qué lo dices? —Me acerca más a él—. ¿Tiene esto algo que ver con el día de tu cumpleaños?
Cierro los ojos y el dolor de la pérdida me recorre entera.
—Mis padres murieron en un accidente de tráfico el día de mi cumpleaños. El accidente no tuvo nada que ver con algún conductor borracho o algo por el estilo. No. Fue algo tan estúpido como que se deslizara de mis manos un globo del parque de atracciones al que fuimos y cegara por momentos la visión de mi padre hacia la carretera —mi voz tiembla al final.
ESTÁS LEYENDO
Entre cambios y deseos ©️
Literatura FemininaEl dolor es parte del amor, pero no es todo en el amor. Un accidente de tráfico cambiará por completo la vida de Grecia. A partir de este, se esconde en la oscuridad del desamor y batalla consigo misma para no caer ante el amor. Cree que este es u...