Capítulo dos: Amo sadomasoquista.

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Estando en esa habitación, decorada con posters de héroes y cosas frikis, se encontraba Katsuki Bakugou temblando como una hoja. Le agradaba ir y pasar tiempo con Izuku en la casa de este, sin embargo, el miedo era un compañero ineludible siempre que tenía que pasar a la habitación de este.

― Izuku, ¿Tú y Katsuki-kun quieren algo para la merienda?

― ¿Eh? Supongo que Kacchan querrá comer algo.

― Entonces ¿Quieres que...?

― ¡No, no, mamá! No te preocupes por eso, yo mismo me encargaré de preparar algo.

― De acuerdo. Oh, ¡Qué hijo más bueno tengo!

En ese instante, Katsuki abrazó sus piernas y miró el piso con terror. Conocía lo suficiente a su agresivo y manipulador novio como para saber que para esos instantes el cubierto de metal, que estaba totalmente seguro que sostenía, ya lo habría roto al doblarlo de más.

Con cautela, sus ojos recorrieron la habitación como un escáner, lo de siempre cada vez que le tocaba ingresar a ese sitio. En el buró podría discernir figuras de edición limitada del héroe número uno: Sensei. Tenían pinta de estar bien conservadas, pero él más que nadie, conocía la falsa mentira que era esa afirmación.

De su conocimiento y de nadie más, guardaba aquel secreto vergonzoso y humillante de Izuku. Su madre, como todos los padres de cada alumno del turno nocturno de la U.A, desconocía que realmente asistían a la antítesis de dicha institución: La Y.A. Tener que fingir ser alguien de bien era de las peores patadas para Izuku.

"Me pregunto... ¿Cómo habrían sido las cosas si yo no hubiese terminado en la Y.A?"

Reunió el coraje suficiente y abrió el cajón inferior del buró, apreciando la falta de ropa en este. Con manos temblorosas, retiró el fondo falso y admiró el pequeño tumulto de figurillas destrozadas de Sensei guardadas en este. Presentía que aquella figura de edición limitada que Izuku le obligó a conseguirle tendría pronto el mismo destino.

― ¿Solamente me voy un rato y te atreves a fisgonear mis cosas?

Escuchar ese susurro en su oreja le ocasionó golpearse la cabeza con la mesa cercana por el respingo que pegó. Cayó de culo al piso, sosteniéndose la cabeza mientras le dedicaba una mirada aterrorizada al divertido joven de cabellos violáceos. Este tomó la figurilla del buró y tal como predijo, la aventó al suelo y destrozó a pisotones.

"Seguramente, habría entrado a la U.A. Y de ser así, yo tendría que..."

Negó ante ese agobiante pensamiento. No valía la pena ni ganaba nada cuestionándose posibilidades actualmente imposibles. Él pertenecía a la Y.A, contra su voluntad, pero pertenecía a dicha institución oculta de la mirada pública. Miró con pena aquel objeto durante unos cortos segundos, ahí se había ido toda su mesada de la semana pasada.

― Katsuki, necesitaré otra. Guarda los restos en el compartimiento y ciérralo bien, si llegará a salir hacia la luz que la Y.A existe...

Y, al parecer, también ahí se iría su mesada de esa semana. Cogió pedazo a pedazo los fragmentos y los arrojó en ese celado escondite, lugar en el cual Inko jamás buscaba. Se aseguró más de tres veces el haber puesto bien el fondo falso y cerró el cajón. Al voltear a ver hacia Izuku, se percató de dos cosas.

La primera, la merienda de la que había escuchado, estaba reposando sobre la mesilla de noche del pecoso. La segunda es que, hablando del diablo, este se encontraba colocando el seguro de su habitación. Sentir esa mirada violarlo le ocasionó terminar pegando la espalda a una de las patas de la cama.

― ¿Por qué pusiste seguro a la puerta, Izuku?

Que la voz no le temblara fue un completo logro.

― No preguntes cosas tan jodidamente obvias.

Verse atrapado entre el chico y la alfombra de la recamara causó que su estómago se encogiera. Realmente, no es que le molestara sufrir esos ataques por parte de su pecoso novio, podría decirse que era un poco masoquista hasta cierto punto con respecto a ese tema. Sin embargo...

― Tu mamá está...en la casa.

No gemir al sentir los roces descarados del trasero de Izuku contra su entrepierna se volvería su más grande mérito. Los jalones a su camiseta no tardaron en llegar. Por pura consideración y hecho de que, efectivamente, ese fin de semana Inko decidió quedarse en la casa, no le arrancó la ropa con salvajismo.

Se deshizo de la franela negra y atacó aquel blanco cuello, gracias al aviso de Katsuki sobre la estadía de sus padres en el apartamento del pelinegro, no dejó chupetones difíciles de ocultar. No deseaba arriesgarse a una paliza, pero el chico de las explosiones no estaba seguro de seguir con eso, ¿Qué tal si Inko...?

― Izuku, ¿Por qué le colocaste seguro a la puerta?

El pecoso tuvo que reprimir un chistido de fastidio y observó divertido a Katsuki mientras continuaba aquellos roces sin pudor alguno. Antes de que aquella dulce e intrigada madre se desesperara por una respuesta, el azabache invirtió posiciones, dejando a Midoriya debajo de él.

― Lo siento, ¿Dijo algo señora Midoriya?

Predijo una pregunta certera y creó una respuesta convincente pese a su situación.

― ¿Están realizando sus deberes?

― Sí, un experimento. ¿De casualidad saldrá?

Rezó para tener razón en sus suposiciones y, agraciadamente, la tuvo.

― ¿Eh? Sí, ¿Necesitan que les consiga algo?

― De hecho, sí. Si no es molestia...

― No, no se preocupen.

La puerta se abrió, dado que Izuku era el único parcialmente arreglado, fue el encargado de dar aquella lista que Katsuki sacó de su mochila. La realidad, era que de una u otra forma, los materiales le serían de utilidad. Aunque no en esos instantes.

― ¿Necesitan las cosas con urgencia? Pensaba en pasar a ver a tu tía un rato y ponernos al tanto. Cosas de madres.

― Podemos continuar los deberes mañana, después de todo, Kacchan accedió quedarse a dormir.

Aquella mujer de rostro amable le acarició la mejilla al joven Midoriya y se despidió de él con una sonrisa. Izuku cerró la puerta de su cuarto a la par que su madre abandonó el apartamento. Se debatía entre sentir ternura o asco ante ese tipo de muestras afectivas entre él y su progenitora.

¬― ¡Hey! ¿A dónde mierdas se fue el miedoso de hace unos instantes?

Normalmente, Izuku era el tipo amenazante y con el cual debías cuidar no traspasar cierta línea. Sí. No obstante, ser tomado de la cintura y ser arrojado a la cama sin contemplación le recordaba la otra cara de la moneda. Tener al pelinegro sobre él, con una mirada de reproche y deseo reprimido refrescó su memora. Esas pocas ocasiones, Izuku debía procurar medirse si quería ser capaz de caminar al día siguiente.

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Lamentablemente, Katsuki no es del todo inocente. Dicen que todos tienen su lado obscuro, o algo que desean jamás salga a la luz ._.

My villain [Katsudeku Reverse Villain Au]Where stories live. Discover now