Capítulo 1: encuentro nocturno.

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Narra Kilian:

Camino por los pasillos de la casa hasta por fin encontrar una habitación en la que nadie esté teniendo sexo. Sacudo la cabeza tratando de ignorar la fuerte música electrónica sonando y abro la puerta después de asegurarme de que nadie gime detrás. Entro en la habitación cerrando la puerta detrás de mi alejándome de la música, el olor a alcohol y drogas de afuera. Me siento en la orilla de la cama y paso mis manos por mi cabello despeinándome un poco. Estoy bastante cansado y no sé si es que me estoy poniendo viejo pero ya no disfruto estas fiestas como antes.

Me acuesto boca arriba en la cama y miro hacia el techo y suspiro pesadamente, debo verle el lado bueno a esta noche, al menos la cama no huele a semen.

—¿Qué haces ahí, Kilian? —me pregunta Dylan abriendo la puerta y mirándome con la ceja arqueada—. Estás en una fiesta, amigo, deberías de estar ligando o teniendo sexo con alguien —tuerzo los ojos ante su comentario.

Creo que si eso quisiera no hubiese buscado una habitación precisamente sin nadie dentro.

—Si soy honesto, no tengo ni ganas de festejar o estar ligando y teniendo sexo con alguna chica —digo citando sus palabras, Dylan arquea la ceja y se queda en silencio durante unos minutos.

—¿Ahora eres gay o algo? —me rio ante su pregunta y me reincorporo en la cama—. Digo, no hay nada de malo con eso, soy tu mejor amigo y siempre te voy a apoyar en..—lo miro serio haciendo que se calle.

—No soy gay, Dylan. Al decir que no tengo ganas de andar teniendo sexo con ninguna chica no me quise referir a que si quisiera hacerlo con un hombre —suspira y noto como se relaja.

—Gracias a Dios que sigues siendo hetero, no hay nada malo en ser gay pero no sé que haría si te enamorarás de mi —bufo y rio a la vez—. Entonces... Si no eres gay y eso de hace unos segundos no fue tu frase de "estoy saliendo del closet"... ¿Qué haces aquí en vez de disfrutar esta gran fiesta?

—No lo sé, sólo me aburrí. Se me ha vuelto bastante tedioso ir haciendo lo mismo siempre, en la semana la universidad, luego a los fines de semana fiesta y descontrol. Al principio era bastante divertido, no lo puedo negar, pero se me ha vuelto tan repetitivo que sinceramente quiero dejar de hacerlo.

—Entonces... ¿Te vas a suicidar? —me pregunta con una mueca de miedo, niego con la cabeza haciendo rápidamente.

—No, claro que no —respondo inmediatamente descartando la idea y alejándola de su mente, el alcohol lo vuelve más exagerado de lo normal—. No me refería a dejar de vivir, sino más bien a cambiar la rutina.

—Creo que deberías comprarte un perro, dicen que los animales alegran la vida de la gente, y amigo, tú te ves bastante depresivo —hace una pausa y levanta su dedo como si se le hubiese ocurrido la mejor idea del mundo—. ¡Eso es! ¡Te regalaré un perro en tu cumpleaños! No lo compres aún, ¿si? Siempre es una pesadilla encontrar un buen regalo para tus cumpleaños y ahora que he encontrado el perfecto por favor no me lo arruines.

—Sabes, mejor me iré a mi casa —digo levantándome de la cama y dándole una palmada en el hombro—. Esta noche ha sido larga y necesito descansar como la señora gruñona que me siento.

—Espera —me toma del brazo deteniéndome antes de que salga de la habitación—. Descansa y cuando no tengas ni una gota de alcohol en el organismo, y si aún lo quieres, hablaremos de esto que te pasa —asiento y le sonrió—. También del perro que quieres, que no sea tan caro que mi presupuesto es bajo.

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