Capítulo 3: papas fritas voladoras.

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(Dylan en multimedia)

Ha pasado una semana desde que no me encuentro a Alaia. Y aunque después de unos días ya debí haberme olvidado de ella, es bastante obvio que no he podido hacerlo. Pienso en ella una o dos veces al día, a veces hasta más. Se me hace una chica bastante interesante, no luce como alguien a quien te encuentras en cualquier sitio, ni como una vecina común del vecindario, y creo que eso es lo que me llama más la atención sobre ella, su peculiaridad me hace querer conocerla. Y para ser honesto, he fracaso en eso, hemos hablado en dos ocasiones y sólo me sé su nombre. Y debo admitir que en toda esta semana he salido a botar la basura a las once de la noche, a veces hasta más tarde, también he mirado mucho por la ventana de mi habitación tratando de toparme con ella y hablarle otra vez, y bueno, cabe destacar que mis intentos han terminado en fracaso.

Hasta debo bajarle a la intensidad, me estoy empezando a sentir como Joe Goldberg.

—¿Vas a pasar todo el día echado en tu cama, Kilian? —me dice mi madre abriendo la puerta de mi habitación, pues si, la verdad es que eso planeaba pero a juzgar por su mirada juzgona dudo que lo logre—. ¿No saldrás con Dylan o con otros de tus amigos?

Que graciosa ella creyendo que tengo más amigos que no sean Dylan.

—Nop —respondo mirando hacia el techo—. Dylan estará este fin de semana en la casa de sus abuelos, así que no saldré con él.

—Bueno —alza las cejas—. Tu padre y yo iremos a ver algunas cosas para la casa, ¿Quieres venir?

¿Ver artículos viejos sin sentido mientras oigo como mi mamá convence a papá de que de alguna manera son útiles?

—Yo paso —respondo—. Estaré bien mamá, no te preocupes por mi.

Me puedo quedar viendo porno o que se yo.

—¿Estas seguro? Últimamente te veo muy solitario, Kilian —sonrío de lado tratando de convencerla de que no hay nada de malo con ser una morsa por un día y ciertamente siento que lo logro.

—Estoy bien, mamá —repito manteniendo mi sonrisa, asiente y sale de mi habitación.

Cuando la puerta se cierra, busco el control de la Tv para ver caricaturas pero mi teléfono suena distrayéndome, veo la pantalla y me encuentro con un mensaje de Katherine preguntándome que haré hoy, le miento diciendo que tengo planes con mis padres y luego bloqueo el celular. Solía tener sexo casual con Katherine, pero desde que me di cuenta que quiero algo más en mi vida que chicas de una sola noche y fiestas llenas de droga y alcohol, he decido mantener distancia. Eso y que se rumorea que tiene clamidias, mejor prevenir que lamentar.

(...)

Me levanto de mi cama para estirar mi cuerpo, siento que dejé las nalgas y mi espalda pegadas a la cama después de haberme visto un maratón de los padrinos mágicos. Sacudo mi cuerpo y doy un pequeño salto tratando de movilizarme, sin querer al saltar le pego a mi mesita de noche logrando que el desastre que tenia caiga al suelo, bufo y lo recojo rápidamente. Mi teléfono vibra en la cama, lo miro esperando que sea Dylan diciéndome que huyo de sus abuelos y está afuera de mi casa con unas cervezas, pero en vez de eso, recibo esto:

Katherine:

¿Ya estás en casa, cariño? ¿Que te parece una escapada como en los viejos tiempos?

¿Recuerdan a Katherine? Bueno...

Tomo mi teléfono y antes de poder escribir algo que tenga un poco de sentido y no un "no puedo, probablemente tienes clamidias", el sonido del timbre me distrae. Suelto mi teléfono y me levanto del sillón. Mis padres llegaron hace varias horas y a menos que sea Dylan con cervezas y medio borracho porque ya se bebió unas cinco, no sé quién podría estar tocando. Bajo las escaleras rápidamente y abro la puerta de la casa, para mi sorpresa, me encuentro con Alaia. Sin evitarlo, una pequeña sonrisa se dibuja en mi rostro, tenía días sin toparme con ella y hacerlo nuevamente me emociona bastante, sobre todo porque no tiene ninguna bolsa de basura que la haga lucir como que pico a un ser humano en pedacitos y metió los restos ahí.

...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora