Hace mucho tiempo existió una princesa, la primera princesa del reino.
Ante la edad de tener que contraer matrimonio para ascender a la corona, se abrieron las posibilidades para ella, más nadie quería casarse con la princesa.
Era hermosa, eso sin dudarlo, tenía una larga cabellera pelirroja y unos ojos café cobre al punto de tornarse rojos, pero tenía también un carácter tan impresionante como su aspecto, la mayoría le temía, si el Rey no fuese su padre seguro también le temería, si la Reina no fuese su madre también le temería si sus hermanos no la hubiesen visto crecer seguramente huirían de ella. Era demasiado inteligente, no había pregunta que le hicieran a la que ella no tuviera una respuesta certera. Le gustaba aprender tanto como le gustaba enseñarnos a nuestros dos hermanos y a mí, todo lo que sabía.
Todos le temían a su mirada, era profunda, era como si pudiese ver el fondo de cada alma cuando la miraban a los ojos, todos se ponían nerviosos cuando la princesa les miraba fijamente, a excepción de su familia.
Su nombre era Sophiya (Sofia) Buer, la primera princesa de un reino del cual no recuerdo el nombre.
Mi hermana siempre me mantenía a raya, siempre cuidaba de mí, cuando no se hacía cargo de otras responsabilidades a medida que crecíamos.
Si yo tenía mucho tiempo libre era muy malo estarlo desperdiciando en tonterías, "yo debía ser mejor que ella" eso era lo que me repetía todos los días.
Saber de historia, geografía, ser la mejor en matemáticas, modales, leyes y decretos, que hacer en cada mínimo momento que no se tuviese planeado, saber usar una espada a la perfección, tener muy buena puntería en el arco, saber cabalgar, hacer acuerdos a beneficio nuestro, saber sacrificar para ganar, conocer incluso la historia de cada reino vecino y los rangos de estos, conocer y memorizar a todos los reyes, reinas, príncipes, princesas, duques, duquesas, marqueses, condes, condesas, vizcondes, y a los barones, sin contar a los nobles de la realeza y de más.
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Nadie quería casarse con la Princesa Sophiya, ya que se corrían muchos rumores sobre ella, ¿Qué hacía en las noches?, ¿Quiénes trabajaban para ella?, ¿Qué tipo de trabajos ella pedía?, ¿Por qué no salía de día?, ¿Por qué sus ojos son de ese color?; era cierto que salía de noche, era cierto que casi nadie la miraba de dia, era cierto que era la única de la familia con los ojos casi completamente rojos, muchos decían que tenía el demonio dentro, y que con su mirada podían sentir el infierno dentro de ellos. Pfff, para mí, solo son tonterías, rumores estúpidos de personas sin nada más que hacer, creados para llamar la atención.
La Princesa Sophiya tenía un carácter muy fuerte, a los principios de todo, cuando todos la rechazaban ella lloraba a escondidas en un rincón del palacio, siempre en un sitio diferente para que uno de los príncipes o yo, no la pudiésemos escuchar.
De todos lo que estaban dentro del palacio parecía que yo era la única que se daba cuenta de todo lo que le ocurría a la princesa y de todo lo que esta hacía. Muchas veces la vi con marcas en los brazos, las muñecas y las piernas. Le afectaba demasiado que nadie quisiera casarse con ella y creo que un poco más por la presión que ejercían el Rey y la Reina sobre ella... más que todo la Reina.
Cuando empezó a salir de noche sola, se notaba más feliz, sus cicatrices desaparecían y no le interesaba el buscar a alguien más con quien casarse, de hecho, ante un aviso público todo eso se cerró, y la presión de contraer matrimonio se dirigió hacia mí por un tiempo, solo unos meses, aunque el Rey sabía perfectamente que aún no estaba lo suficientemente preparada; y así comenzaron a buscar chicas de otros reinos y de este que quisieran casarse con El Segundo Príncipe, es decir, mi hermano mayor Leo.
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Desperté, otra vez, me conflictua no poder recordar todo con claridad, no poder recordar otra vida al menos...
—¡Buenos días a la Reina de la Masacre! -Volteé.
–No me jodas Leda -Acomodó su cabello y me jaló del brazo.
–No lo hago por molestar, a parte ¡te encanta tu título! -Bostecé, la mire fijamente y sentí como quería burlarse.
–No desde que no puedo matar o hacerle daño a alguien.
–Puedes desobedecer -Bufé.
—¿Pero a qué costo?, nadie viene a molestar desde que escuchan "Reina de la Masacre" y los pocos que se atreven terminan haciéndoles daño a ustedes -Leda salió de la habitación y nuevamente estoy sola.