—Elizabeth -Volteó a verme fijamente
—¿Qué quieres?
—¿Qué eres? -Me desconcerté
—¿Cómo que qué soy? -Pregunté confundida
—¿Ángel o Demonio?
—Ninguno -Respondí sin más, creo que realmente nunca me he puesto a pensar que es lo que soy...
—Nope, tienes que ser alguno, tienes alas como un ángel, ojos plateados y hermosos como un ángel, malas intenciones y malos pensamientos como un demonio y tienes una corona de fuego encima -Intentó sentarse encima de mí —Y si te tocan quemas -dijo sobando sus pequeñas manos.
—Mis alas, si, son de un ángel, se las arranqué -Ella empezó a reír y se quedó seria después.
—¿¡Por qué hiciste eso!? -Empezó a regañarme y a apuntarme con su pequeño dedito —¡Le pudo haber dolido mucho!
—Recuerda que soy mala -Le dije sonriendo –Además, fue en una batalla y salí victoriosa -Sonreí más, mi sonrisa le da miedo pero quiere aparentar ser valiente –Y, él fue quien vino a buscar pelea conmigo -Se paró frente a mí.
—¿A cuántas personas has matado? -Pude notar algo raro en sus ojos al preguntarme eso.
—Demasiadas para perder la cuenta- sus ojitos se abrieron más –Tranquila, no te haré daño pequeña, llevo desde que naciste cerca de ti como para hacerte daño -Ella sonrió. –Oye Alessa
—¿Mande? -Sujeté uno de sus dibujos, era yo sentada en un trono hecho de cráneos y huesos humanos, lo guardé sin que se diera cuenta.
—Deja de hacer tantos dibujos de mí y del infierno, tus padres están empezando a preocuparse -Se lo dije en un tono serio, pero tampoco quería asustarla –Me voy, vuelve a casa, tu madre te está buscando -Ella replicó –Vuelve a casa sino, no vendré a visitarte -Y se fue...