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Me llamaste y viniste a mi casa, según tú, por querer hablar de algo urgente. Con gusto te invité a entrar y a servirte algo para tomar, parecías preocupada de algo y sabía que me lo contarías. Estaba nervioso, estabas en mi casa, la chica que me gustaba estaba en mi propia casa.

Me miraste, con ojos curiosos, quizá pensando en qué diría cuando hablaras, sólo esperé. Que estuvieras en tanto silencio parecía como si estuviese solo en casa.

Por fin decidiste cortar el silencio, yo no te quise apresurar. Estabas confusa, te sentías confusa con tus propios sentimientos, que nunca había ocurrido algo así, pero en el viaje te diste cuenta que de verdad me necesitabas, que querías hablar conmigo en persona, verme y pasarla bien. No sabes cuan feliz me hizo escuchar eso y prácticamente salté a abrazarte.

Solté como si de vomito se tratara, que eso no es precisamente lindo, las cosas que sentía por ti y que tanto tiempo traté de esconder. Después de todo, algo estaba dando frutos.

Recordé de pronto una clase que tuve hace años, donde se hablaba de poemas y poetas. Recordé uno en especifico, que pronto mi cabeza la relacionó a nuestra historia.

Como desearía que todo siguiese así de perfecto. Te necesito tanto como tú a mí, y espero que estemos para el otro lo más posible.

"Mi estrategia es 
que un día cualquiera,
no sé cómo ni sé 
con qué pretexto,
por fin me necesites".

Táctica y estrategiaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora