Connor.
El sonido del despertador es tan irritante. Lo detesto. De mala gana me incorporo en la cama y lo apago. Pestañeo varias veces para acostumbrar mi vista a la luz del día.
Son las seis en punto y eso significa una cosa. Hoy hay clases.
Es bueno entrar al baño y mirarme en el espejo, es bueno ahora. Me agrada lo que veo. Veo a alguien feliz, a alguien completamente satisfecho, a alguien que luce su color de pelo natural con orgullo.
—o—
Atravesar las puertas de la facultad y respirar ese aire esperanzador de “Este será un gran año” es muy reconfortante. Saludo a mis amigos, Omar, Wenzel y Chris.
- ¿Cómo estuvo Europa? – le pregunto a Wenzel, él se encoje de hombros.
- Como siempre – dice sin darle demasiada importancia. Todos sus veranos se basan en ir a Europa con sus padres, quienes gozan de su buena situación económica, incluso a la hora de hablar. Suerte que él no es así, o sería muy desagradable. – Nada cambia mucho en diez meses. ¿Qué hiciste tú?
- Yo estuve aquí – sonrío – Con…
- Charlie – dicen los tres al unísono. Ruedo los ojos soltando una risa.
- Suena a que fue un gran verano – dice Omar alzando las cejas. – Yo realmente me la pasé mal en Tennessee, ordeñar vacas no es el mejor pasatiempo, créeme.
- Al menos tuviste vacaciones. – reclama Chris, de brazos cruzados. – Tuve que trabajar todo el verano atendiendo el salón de juegos en Manhattan, ese lugar se llena de niños de seis años gritones y llorones. – suspira con pesadez. – Pero aprendí algo importante, los niños muerden fuerte, no hay que provocarlos.
Todos nos largamos a reír, no había notado hasta ahora lo mucho que reía con los chicos.
Las clases nos separan y cada uno toma su dirección, el año escolar inicia oficialmente.
—o—
- Y bien. ¿Cómo estuvo tu primer día? – dice Charlie colgándose de mi cuello y plantando un beso en mi mejilla.
- Agotador – hago una mueca. – No llevaba ni dos horas en el salón de clases y me dieron mucho trabajo. Este año será muy difícil.
- Sé que puedes hacerlo – dice ella. – Eres inteligente.
Escogemos una mesa en la terraza del restaurante, son las seis de la tarde, y Charlie ha rechazado mi invitación a cenar, por lo que solo beberemos un café.
El lugar está lleno de personas, así que nos sentamos frente a frente y hacemos nuestro pedido.
- Adoro tu fe en mí. – admito – ¿Cómo te fue a ti?
- Normal – se encoge de hombros. – Han llegado muchos estudiantes nuevos. Una chica viene de Francia, aún no domina bien nuestro idioma, pero aprende rápido.
- ¿Algún posible amigo? – pregunto con interés. La capacidad de Charlotte para hacer amigos, no es la mejor. Suele repeler a las personas, se esconde, aunque le gustaría intentarlo. La conozco.
- Ni siquiera he hablado con ella. – dice. – Además, no me hacen falta nuevos amigos. He sobrevivido bien con Evan y Fred hasta ahora. – argumenta con evidente nerviosismo. Sé que está pensando en Mónica; razón por la cual decido cambiar el tema.
- Entonces… ¿Por qué has rechazado mi invitación a cenar?
- Veré a papá para la cena. Y lo sé. – rueda los ojos. – Es lunes. Mamá dice que quiere hablarnos sobre una oferta de trabajo en Alemania. – se muerde el labio.
- Alemania está lejos.
- Lo sé – deja caer los brazos a un lado y mira hacia la calle. – No quiero que se vaya. – dice sin mirarme. – Hemos aprendido a llevarnos bien por fin y…
- Charlotte – ella se voltea a verme. Tiene los ojos brillantes por las lágrimas. – No se irá para siempre.
- ¿Cómo lo sabes?
- Tiene que retirarse algún día o… – comienzo a decir, pero ella pone los ojos en blanco. – Bien, fue un mal argumento, lo siento. En cualquier caso siempre puedes ir a verlo. Pasar la navidad con él. Piénsalo, será divertido conocer Alemania.
Charlie me mira dejando en claro que no le parece ni un poco una buena idea.
- Ir a Alemania significa apartarme de ti – dice con seriedad. – Sabes que no puedo hacerlo.
- Charlie, ir de visita a otro continente no significa nada grave. Además, tenemos que aprender a no ser tan dependientes el uno del otro. Lo sabes, el Dr. Rewnall nos habló de eso.
- Es que siento que si me alejo de ti puede que todo lo que he conseguido se desmorone. Siento que voy a hacerme pedazos. Sé que para ti es exactamente igual. – dice esforzándose por no levantar el tono de voz. Acerco mi mano a la suya, y comienzo a acariciarla. Se relaja en una milésima de segundo y cierra los ojos. Lo sé, la entiendo. Siento el mismo miedo, que si se aleja demasiado voy a perderme dentro de mi propia cabeza, pero no es sano depender tanto de alguien.
- No tenemos que hablar de esto ahora, ni aquí. – la miro a los ojos. Ella está haciendo un gran esfuerzo por no llorar. La camarera deja nuestros pedidos en la mesa y se retira. Charlie me suelta la mano y agarra su café.
- No quiero reaccionar mal en la cena – dice mirando a un costado. – No quiero gritar, llorar o hacer algún escándalo.
- Puedes controlarte – comento. – Toma las cosas con calma. Además piensa que es una magnífica oportunidad para tu padre.
- Debe serlo si quiere consultarnos a Tim y a mí. – suspira y se lleva la taza a la boca para beber un sorbo de café. Tomo su mano otra vez, esperando que no la retire. Me mira a los ojos y sonríe con algo de nostalgia.
- ¿Cenamos juntos mañana? – pregunto devolviéndole la sonrisa.
- Ya le prometí a mamá que…
- Entiendo – la interrumpo, por una parte dolido. Realmente quiero cenar con ella. – Lo dejaremos para otro día.
—o—
Me dejo caer en mi cama, exhausto. El día ha sido tortuoso y agobiante. Me acomodo para finalmente dormir, pero el sonido de mi móvil me lo impide.
¡Sé qué solo son las ocho pero no pienso en responder! Así que suena hasta que quien sea que está detrás de la línea se da por vencido… o eso parece. El pitido de un nuevo mensaje me hace revolear los ojos y revisar la pantalla.
‘Papá’ frunzo el ceño, algo desentendido. Mi padre jamás envía mensajes de texto.
Abro el mensaje con un sabor amargo en la boca y una sensación de frío que me recorre la espina dorsal…
“Ven a la clínica, tu madre ha recaído. Hoy tuvo un ataque y han decidido internarla. Quiere verte. Apresúrate.”