Connor.
- Connor… ¡Oye, despierta Con! – cuando Amy, mi compañera de clase, me sacude un hombro me sobresalto.
- ¿Qué? – balbuceo pestañeando repetidas veces, aún algo aturdido. Ella acerca su mano a mi cara y despega un papel, que de seguro se quedó aplastado bajo mi cara cuando caí en la inconciencia a mitad de clase.
- La clase terminó hace cinco minutos. – dice con una expresión preocupada. Sus ojos son grandes y azules, me parece muy sincera. – Dormiste todo el rato. ¿Estás bien?
- Yo… tuve una mala noche – suspiro y cojo mis cosas para meterlas a mi bolso.
- El maestro Hale estaba muy molesto, pero no quiso despertarte. – ella hace una mueca. El maestro Hale es amigo de mi padre, sabe lo que está pasando; es más que obvio que ha sentido lástima por mí y por ello no ha querido despertarme. – Deberías ir a casa a descansar.
- Sí – trago saliva sonoramente y me pongo de pie. – Gracias, Amy.
- No hay de qué. – sonríe con amabilidad y sale del salón.
En el corredor me encuentro con Chris, quien no parece feliz, pero a pesar de eso me trae un café. Lo estira sin decir nada y lo acepto.
- Gracias.
- Tu padre me llamó.
- ¿Qué te dijo? – desvío la mirada. No quiero tener esta conversación, no ahora.
- Que tu madre ha recaído. ¿Por qué no me lo contaste? Estaba preocupado, pensé que te había pasado algo grave…
- ¡Esto es grave! – bramo sin pensármelo. Él me mira unos segundos, con una expresión desentendida.
- Lo sé – asiente. – Solo estaba preocupado. No es muy propio de ti desaparecer. Al menos no desde hace un tiempo. – hace una mueca. Sé que se refiera a que desde que conocí a Charlotte he estado mucho más centrado en todo. – ¿Has llamado a Charlie? – dice como si leyera mi mente.
- Sí.
- ¿Le has dicho…?
- No.
- Pero es tu novia. ¿No debería saberlo? Ella y tu madre se llevan muy bien.
- No quiero darle algo extra por qué preocuparse, ya tiene suficiente con su padre dejando el país y con las clases. – bebo un sorbo de café, cargado y amargo, es como una recarga de energías. Chris me mira fijamente, como si analizara algo.
- Tienes unas ojeras terribles…
- No he dormido bien, he estado en el hospital con mamá.
Sigue mirándome en silencio, me hace sentir intimidado.
- ¿Qué? – pregunto de manera tosca.
- No sé qué decirte – se encoje de hombros. – Ni qué hacer para que te sientas mejor y es muy frustrante quedarme aquí parado nada más.
- Estoy bien, ¿De acuerdo? No tienes por qué hacer algo por mí. Con este café basta – intento sonreír.
- No te hagas el valiente. – pide dándome una palmada en la espalda. – Ya sabes cómo terminó eso la última vez.