IV

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Charlotte

 

El reloj marca las siete y media de la mañana y papá atraviesa la puerta de nuestro departamento, con una sonrisa en la cara y ojeras. Suspiro y le doy un abrazo. Le doy puntos por lo valiente que ha sido en venir a despedirse después de todo.

-      Vengo a repartir abrazos de despedida. – dice.

 Timmy se une a nuestro abrazo, lo que es extraño porque jamás me da uno, sin embargo se siente bien.

-      Espero que tengas un buen vuelo – musita mi madre al tiempo que se acerca a una distancia prudente. Mi padre la mira con evidente nerviosismo y asiente. Todavía existe una muy notable tensión entre ellos, y está bien porque las cosas no pueden cambiar de la noche a la mañana, menos tantos años de matrimonio.

-      Gracias, Miriam.

-      Escríbeme un e-mail en cuanto llegues – pido a papá, colgando mi mochila a mi hombro. – Espero que Berlín sea lo que esperas. – le doy un beso en la mejilla, porque estoy atrasada para la escuela. Él sonríe con melancolía.

-      Voy a extrañarlos mucho. – suspira con pesadez. – ¿Necesitas dinero para la escuela? – hace ademán de sacar su billetera y lo detengo.

-      Evan pasará por mí, no te preocupes.

-      Yo si necesito – anuncia Tim, papá suelta una carcajada y le da unos dólares, insiste en darme unos a mí y finalmente acepto, con un último abrazo.

-      Adiós papá, te extrañaré. Hasta luego mamá.

-      Te veo en la cena Charlie – dice ella.

Salgo corriendo de casa y bajo las escaleras apresurada. Observo el carro nuevo de Evan doblando en la esquina; cuando se detiene frente a mí abre la ventana y sonríe.

-      Buenos días.

Suelto una risa sincera y me subo de copiloto.

-      Luces muy mayor conduciendo. Incluso pareces guapo.

-      Son las ventajas de tener diecisiete. – se encoge de hombros y arranca.

-      ¿No pasarás por Kristen?

-      Hoy no asistirá a la escuela, tiene gripe.

-      Qué mal, todos están cogiendo la gripe a inicio de clases – hago una mueca. Evan me mira por el rabillo del ojo y sonríe antes de volver la vista al frente. – ¿Qué?

-      Nada.

-      ¿Nada? Esa no ha sido tu mirada de nada. Es algo, te conozco.

-      Estaba pensando, ¿Hoy almorzaremos con Adam, el nuevo?

-      Supongo – me encojo de hombros. – ¿Por qué?

-      Porque… Charlie, creo que no deberíamos acercarnos tanto, apenas lo conocemos.

-      Dirás que tú apenas lo conoces, yo ya hablé con él, es inteligente, divertido y muy caballero. – me sonrojo al recordar su indiscreta invitación a salir.

Lazos entre tú y yoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora