Test de embarazo.

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Al lado teneis a Anthea, tan guapa como siempre *-*

Le miré de reojo achinando los ojos. --¿Estas tratando de ligar conmigo?

--Bromeas. –Me miró pensando que estaba bromeando. –Tienes que estar de broma. Llevo ligando contigo desde que nos hemos conocido hará… --Miró su reloj de muñeca. –unas once horas y tú, ahora mismo, en este instante, acabas de preguntarme si trato de ligar contigo.

--Me cuesta entender el mecanismo del sexo masculino.

--¿En la primera cita y ya estás hablando de sexo? –Preguntó intentando parecer ofendido. –Pensaba que era sexy, pero no tanto, Anthea.

--Esto no es una cita. –Afirmé.

--Lo es para quien quiera que lo sea. Para mí es una cita, para las flores y arbustos solo somos unos seres molestos en su natural tranquilidad, pero para ti, ¿qué es esto?

--Un paseo con mi psicólogo.

--Un paseo. –Repitió mis palabras dejándolas caer. Se levantó y se arrodilló ante mí con una sonrisa. –Algún día me encantaría tener una cita contigo. –Confesó sin ningún tipo de reparo.

Abrí los ojos rápidamente ante su sinceridad. –Parece que te cuesta entender las cosas. –Solté una leve carcajada. --¿No entiendes que tengo novio?

--¡Novio! –Isaac se levantó de un golpe y sonrió entre dientes. –Anthea, antes me has dicho que te consideras soltera. Si no quieres salir conmigo dímelo, aunque me sentaría muy mal que una chica como tú me rechazara.

--¿Cómo que te sentaría mal? –Pregunté confusa.

--Digamos que acabarías con mi autoestima. –Bromeó.

--No es que no quiera salir contigo, es solo que…

--Te parezco guapo. –Irrumpió antes de que acabara la frase. Eso no fue una pregunta, más bien fue una afirmación.

No contesté, solo me sonrojé y miré hacia otro lado. No quería confesar lo obvio. Obviamente que me parecía atractivo, a quien no, pero simplemente no podía. Tenía demasiadas cosas con las que preocuparme en aquellos momentos y no quería añadir más cosas al asunto.

--Bueno,--Rió mientras pasaba una mano por su cabello. –no hay nada de malo en que pienses eso. –Me guiñó un ojo. –El sentimiento es mutuo, señorita Collins. Pero al contrario de tu opinión yo no pienso que eres guapa. –Vaya, eso dolió. –Pienso que eres jodidamente sexy.

¿Jodidamente sexy? Me cubrí el rostro con las manos para ocultar mi vergüenza y mi rostro cada vez más rojo.

--Para ya. –Le rogué. Si continuaba así mi rostro podría asemejarse a un tomate.

--Vale, vale. –levantó las manos en son de paz. –Pero es la verdad. –Dijo carcajeándose, sacando la lengua.

--Lo que sea. –Susurré con el rostro todavía cubierto.

Isaac era todo un descarado el cual decía todo lo que se le pasaba por la cabeza en esos momentos sin pensar antes de hablar.

Me gustaba su sinceridad ya que eso decía mucho de él. Es más, gracias a los muchos halagos que he recibido de su parte, mi autoestima incrementaba por momentos. Pero no podía aceptar sus coqueteos.

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