Prólogo

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Cuando la soledad te invade más que nunca, y sientes que aunque todo te importa, te deja de importar también. En ese momento muchas cosas pueden llegar a suceder, la soledad es un dulce demonio, puede ser agradable y satisfactoria, pero también puede ser tan feroz y amenazante. No sabes que te puede obligar a hacer, no sabes si aún tienes el control de ti o no.

En mi caso la soledad llego a mí por medio de un puente llamado “orgullo”. El se apodero de más o menos del 85% de mí. Y luego la ayudo para que ella también hiciera parte de mi puta vida. Y todo por comportarme como lo hago.

 A pesar de que odio mi maldita forma de ser, no puedo cambiar. No soy de esas personas que quieren amarrar a los demás a ellas y entonces hacen lo que sea para que todos se queden. Si  se quieren ir, pues que se vallan, yo no estoy para rogar. 

Y como mi orgullo no me permitió hacer nada para no quedarme sola, entonces todos se fueron, y yo no detuve a ninguno, ni siquiera a los que más me importaban.

 Ahora estoy sola, como nunca antes lo había estado, como nunca antes me había sentido. A veces si me sentía sola, pero me di cuenta que nunca como ahora. Ahora si estoy realmente sola, solo tengo a mis padres y hermanos, y eso que no realmente, porque el hecho de que alguien habite en tu casa no significa que este contigo y te ayude. Todos son del asco.

Extraño a los que me dejaron, los extraño, pero a la vez los detesto. O quizás no, no los detesto, pero no acepto que me dejarán, no lo acepto. Sé que en parte pudo ser mi culpa, pero no del todo, ellos hicieron cosas para que yo me comportara así, y nada más que mi ira basta para despertar mi orgullo. Si hacen algo que realmente me molesta puedo ser el ser mas desalmado de este mundo y comportarme de la manera más patética posible. Odio eso, odio que la gente me importe y odio mis malditos celos insoportables. Los odio a todos.

Por suerte, ahora no los necesito, o eso me dijo mi orgullo. Ahora tengo algo mucho mejor que ellos, algo grande y maravilloso, “La luna”. Una luna brillante y resplandeciente, una luna inmensa y lejana. Lejana, eso es lo único malo. Pero ella me escucha y ella me da lo que necesito, una compañía, para que me escuche y me ‘ilumine’. ¿Quién sufriría de ira con semejante amiga? ¡Nadie! Porque ella nunca haría que alguien se moleste, porque es fiel.

Solo le advierto a los que se fueron, que si ya lo hicieron, mejor no regresen…

MoonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora