Capítulo 10. Llegada inminente

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Fue al pueblo dos veces más antes de finalmente encontrar un lugar seguro donde esconder su ropa interior del pícaro zorro que encontró en esas piezas su juguete favorito. Estuvo una semana sin bóxer alguno por culpa de Orange, el cual obviamente fue castigado sin guiso de carne hasta que pudieran recuperar las pieles gastadas por su culpa.

El clima en el valle donde vivían era siempre fresco durante la noche debido a la obvia cercanía al polo norte y también, debido a que se encontraba relativamente cerca de una siempre nevadas montañas, por ende, era un valle ubicado a gran altura. Cuando llegó a la cabaña por primera vez debía ser a fines de primavera o inicios de verano. Ahora estaban a inicios de otoño.

Los pocos árboles de hoja caduca que había en el bosque se estaban quedando pelados poco a poco, los arbustos que les daban de comer también se estaban marchitando por las noches cada vez más frías.

Junto a su hogar, había una mata de arbustos altos y algunas cañas, a medida que las hojas cayeron y se secaban los troncos, descubrió que había un pozo allí, tapado por tanta planta. Le tomó una semana poder erradicar por completo cuanto arbusto hubiera allí, teniendo que quitar también las raíces.

El pozo estaba dañado y muy, pero muy sucio. No tenía en ese momento la urgencia de repararlo, por lo que se concentró más en prepararse para el inminente invierno, el cual de seguro sería infernalmente helado.

Con cañas y ramas, construyó un simple y angosto cobertizo donde podría mantener la leña seca y protegida contra las lluvias o nevadas. Construyó también un pequeño baño con adobe, conectándolo con la cabaña para no tener que pasar frío cada vez que tenga que ir a hacer sus necesidades o darse un baño. Sí, logró hacer una especie de bañera al estilo japonés antiguo: una especie de rectángulo alto donde se pondría el agua, y el lado del fondo estaba conectado con la pared de la chimenea, por lo que el agua se calentaría con el fuego que mantenía cálida su casa. Era eficiente y sin gastos extras, perfecto.

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Estaba parado con Orange en sus brazos, ambos mirando a través de la ventana, viendo la lluvia caer y el viento agitar los árboles. Estaban ya a finales de otoño, con lluvias constantes y cada vez menos frutas que comer.

Ya habían pasado... na, no le importaba cuánto pasó desde que el huevo andante lo mandó a volar, tampoco tuvo la preocupación necesaria como para contar los días, así que no tenía idea alguna. El repiqueteo de las gotas contra el techo era un sonido suave y relajante, que paulatinamente y sin darse cuenta se volvió el fuerte tamborileo de su corazón, latiendo rápidamente por los movimientos que realizaba y el miedo. Estaba en el suelo viendo cómo el Capitán hundía el escudo en su pecho, viéndose reflejado en éste, su rostro era la pura expresión del terror.

Un mordisco en su hombro lo sacó del recuerdo, algo desorientado miró los ojos del zorro que tenia en sus brazos. Eran azules, iguales a los de Capitán América. No. No eran iguales. Mientras que los de Rogers fueron fríos y llenos de enojo asesino, los de Orange siempre fueron brillantes y rebosantes de curiosidad. La frase "los ojos son la ventana del alma" tomaba veracidad cuando se veía los azulados orbes del zorro: mostraban su pícara personalidad y travieso comportamiento, te enseñaban su sincera amistad y fiel compañía; lo delataban cuando cometía alguna travesura y siempre tenían esa luz que reflejaba su felicidad.

Orange no era como los demás, que solo lo usaron mientras les era útil para luego abandonarlo sin más, como herramienta que una vez cumplida su función se volvía inservible. Él lo conoció cuando no era nadie, cuando no tenía nada de valor y era incapaz de ser de utilidad. Y lo salvó. Evitó que ese hombre vacío por dentro muriera, lo alimentó y le ayudó a seguir adelante. Lo ayudó y lo acompañó todo este tiempo, devolviendo la sonrisa a su rostro y el brillo a sus ojos. Hizo todo eso y mucho más, sin pedir nada a cambio. Y no se fue.

—¿Sabes, Orange? —le dijo mientras se giraba para sentarse frente al cálido fuego— Mañana repararemos el pozo, no pienso resbalarme en esa endemoniada cascada para conseguir agua limpia ni una vez más.

Oh, cierto, un moretón negruzco adornaba su costado, el cual tenía otros más de diversos colores mostrando lo difícil que era obtener el valioso líquido cuando todo estaba embarrado y resbaladizo a más no poder.

Cumpliendo su palabra, pasó todo el día siguiente limpiando el fondo del pozo, quitando las podridas enredaderas y barro lleno de sustancias espesas de dudosa procedencia, de las cuales Orange se alejó lo más que pudo mientras con sus patas intentaba limpiar su nariz y ojos. Recién un día después pudo empezar a repararlo, no fue sencillo, pero lo logró gracias al zorrito que le llevó a un sector del arroyo donde las rocas eran del tamaño apropiado. En la tarde de ese día veían con satisfacción cómo la lluvia llenaba el pozo recién arreglado y limpio luego de su arduo trabajo.

Esa noche durmieron como bebés por el cansancio que tenían, uno por mucho trabajar y el otro por mucho jugar. La luz de las danzantes llamas creaban sombras juguetonas en los cuerpos que descansaban en el suelo. Orange estaba sobre el pecho de Tony, con la luz del reactor iluminado levemente su peluda cabeza, los dos cubiertos por la manta de pieles, felices y tranquilos en sus sueños por la presencia del otro.

Ambos eran ajenos a la inminente llegada de una persona que, de a poco y con dificultades, seguía la pista del escurridizo y desaparecido genio, acercándose cada vez más al país de Canadá.


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Hola! El ratoncito reporta que intentará esconderse en una habitación porque no quiere ver el partido.

¡Bien! Los que leyeron Orange sabrán quién está por llegar. A todo esto, ¿algunos de ustedes no lo leyó? Me picó la curiosidad.

Otra cosita, mi cabeza no deja de dar vueltas la idea de inscribir este fic en los Wattys, ¿Que opinan?

Muchas gracias a todos por leer este fic, no tienen idea de la alegría que tengo cada vez que veo sus votos y comentarios. El saber que les gusta leer las locas ideas de mi cabeza que con esfuerzo plasmo en palabras me hacen sentir eufórica y renuevan mis ganas de seguir escribiendo y mejorar con mi escritura. Admito que no es fácil, si bien tengo escritas varias historias incompletas en mi computadora, me cuesta mucho el plasmar sentimientos en un texto y me cuesta más el no crear párrafos apresurados y repetitivos. Así que realmente aprecio el que me acompañen en el avance de este fic, valoro y agradezco mucho a quienes me apoyaron en sus comentarios y también agradezco a quienes aún sin votar ni comentar, leen los capítulos.

Un abrazo de oso para todos ustedes, y feliz inicio del invierno para quienes viven en este hemisferio!

Yo lo sé Donde viven las historias. Descúbrelo ahora